Lunes, 22 de abril de 2013 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Alicia Bárcena y Antonio Prado *
“Antes de pensar, observe”, recomendaba don Raúl Prebisch en una de sus frases más emblemáticas. Esta idea, que representa un desafío para quienes interpretan la América latina de su tiempo, mantiene gran vigencia hoy a la hora de enfrentar los problemas actuales de nuestra región.
Hasta la crisis de los años ’30, el paradigma del pensamiento liberal había dominado los corazones y las mentes de los formuladores y gestores de las políticas económicas de América latina. El protagonismo del Estado hasta la década del ’70, con raíces en el pensamiento keynesiano y de Prebisch, había guiado el desarrollo en América latina mediante el impulso de la diversificación productiva, la industrialización y, en algunos casos, la construcción de un mercado de trabajo organizado y de empleo con derechos. No obstante, la preocupación de Prebisch y la Cepal por la distribución del ingreso, la reforma del sistema fiscal, la educación y la concentración de la tierra a menudo no encontró eco en las políticas efectivamente adoptadas en la región. Estos temas quedaron como asignaturas pendientes.
La crisis de la deuda de los años ’80 rompe este modelo de crecimiento, generando un estancamiento del desarrollo y la regresión de los progresos alcanzados en el mercado laboral y en la lucha contra la pobreza. El PIB per cápita sólo vuelve a los niveles de 1980 quince años más tarde y los índices de pobreza, 25 años más tarde.
Las políticas de ajuste estructural de los años ’80 y ’90, basadas en la reactivación política del pensamiento liberal, traen un nuevo orden a América latina, ahora con el dólar como ancla monetaria, más la apertura comercial y financiera, y la reducción del papel del Estado en la economía. Esta internacionalización supuso un desarme de los instrumentos de protección de las economías de la región frente a las crisis internacionales. Si la moneda está anclada al dólar y los flujos de capitales son libres, la política monetaria no tiene ningún grado de libertad. Y si la regla del juego es un ajuste fiscal, no hay ningún amortiguador de la transmisión de los choques externos a la economía interna. Esta trampa neoliberal es la que determina el crecimiento mediocre y la regresión social que avanza de los años ’80 a los ’90.
Se trata de un tema muy cercano a Prebisch, quien identificaba como uno de los principales problemas de las economías latinoamericanas su vulnerabilidad externa intrínseca. Desde su mirada, la propensión a importar debido a los aumentos del ingreso interno es mayor que la propensión a exportar debido a los aumentos del ingreso internacional. Así, la semilla del desequilibrio en la balanza de pagos siempre está presente, lo que sólo podría cambiar con la industrialización. La propensión a importar se comporta así porque se copian los patrones de consumo de los países industrializados y no se produce tecnología de procesos internamente. Por ello, cuando crece el ingreso interno, aumentan las importaciones de bienes de consumo y bienes de capital.
Prebisch fue pionero en darse cuenta de la importancia de las asimetrías tecnológicas entre países, y cómo afectaban sus estructuras de producción. A través de ellas también resultaban afectados la balanza comercial y el crecimiento. Esa relación entre estructura productiva, tecnología y crecimiento, que hoy se discute ampliamente en la literatura, fue una preocupación central de su obra.
Hoy, cuando los precios de los productos básicos están muy por encima del promedio histórico, son muchos los que, sobre la base de los paradigmas de pensamiento de las universidades anglosajonas, defienden el concepto de ventajas comparativas estáticas, de que es mejor para la región explotar sus ventajas en la producción de insumos básicos y materias primas que crear una estructura de producción más diversificada y con capacidad tecnológica para participar en mercados más dinámicos, que absorben innovaciones de productos y procesos.
Desde la perspectiva cepalina esto es un error, ya que el gran motor de la competencia internacional es la generación de asimetrías a través de las innovaciones de productos, procesos, insumos y sus fuentes y nuevos mercados.
Nuestro desafío está en construir una nueva gobernanza de los recursos naturales que pueda financiar un cambio estructural productivo, ampliar la diversificación económica y la capacidad de innovación. Esto ya estaba en la mira de Prebisch, que nunca dejó de considerar la importancia del sector primario en la capacidad de generación de excedentes para construir economías con menor heterogeneidad estructural y tratar el problema de la desigualdad en sus raíces fundamentales.
* Secretaria ejecutiva y secretario ejecutivo adjunto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.