ECONOMíA
El First Boston cree que en la Argentina no va a cambiar nada
“Business as usual” es el escenario que ese banco de negocios ve como más probable. Aunque predice que se llegará a un acuerdo con los acreedores, lo ubica a mediados de 2004, viendo factible que después descienda el precio de los títulos y que, incluso, sobrevenga un nuevo default. Sugiere que el Fondo Monetario debería reducir la tasa que le cobra al país.
Por Julio Nudler
Todo seguirá como siempre. Tal la predicción del Credit Suisse First Boston respecto de la Argentina, al menos desde el punto de vista de lo que interesa a los acreedores defolteados. A la alternativa de un “cambio de régimen” en los asuntos económicos, entendiendo por ello un mayor ajuste fiscal y otras medidas de tinte conservador que favorezcan el clima de negocios, se le asigna poca probabilidad. Esta banca de negocios cree que los tenedores de bonos sólo tendrían chances de recuperar más de lo que hoy obtendrían por los títulos argentinos en el mercado si los organismos multilaterales –Fondo, Banco Mundial, BID– redujesen los intereses que le cobran al país por lo que les adeuda, pero quienes elaboraron el informe al que accedió Página/12 confiesan no esperar que algo semejante suceda. El CSFB, que supo ganar mucha plata con la deuda argentina, particularmente en tiempos de Domingo Cavallo, no descarta que, aun después de haber renegociado su pasivo y logrado una quita sustancial, el país vuelva a caer en la cesación de pagos si su superávit fiscal primario fuera de “sólo” el 2,6 por ciento del Producto Bruto, como lo será este año. También ve posible que, después de firmada la restructuración, la cotización de la deuda argentina tienda a caer porque los mercados vean como demasiado gravosos los servicios del endeudamiento y, por tanto, la tasa de descuento tienda a crecer. A mayor tasa, menor valor presente de la deuda y, por ende, mayor poda. La renegociación, a juicio de estos observadores, recién culminará a mediados del año próximo.
El espíritu que predomina en el minucioso análisis del CSFB, en el que colaboraron Lacey Gallagher, Carola Sandy y Filippo Nencioni, es que la Argentina no va a protagonizar un éxito post crisis como México, Rusia y Corea, pese a estar en condiciones de lograr una rotunda mejora en sus basamentos económicos (fundamentals) y un fuerte aumento en el dinero que sus acreedores puedan recuperar. “El relanzamiento económico y el ajuste fiscal tienen aún impulso y el nuevo gobierno goza de popularidad”, señala el documento, pero opta por el pesimismo al considerar la experiencia argentina y las señales emitidas hasta ahora por el gabinete de Néstor Kirchner. En síntesis, estos banqueros no lo ven inclinado a adoptar el recetario neoliberal promercado que recomiendan.
“La Argentina ha reunido durante décadas los requisitos para convertirse en una de las economías más ricas del mundo, pero siempre decepcionó”, advierte el trabajo. Sus autores no ven ahora ningún signo de que el Gobierno esté evaluando un ajuste fiscal aún más severo, constatando el predominio de una visión según la cual con la existente capacidad productiva ociosa y la subvaluación del peso la economía no necesita de un mayor esfuerzo fiscal para poner en marcha el círculo virtuoso.
De acuerdo a esta lógica, el PIB crecerá naturalmente hacia su nivel potencial, el peso se apreciará y, por el efecto combinado de estos procesos, se incrementará sustancialmente el superávit primario en términos de dólar y, consiguientemente, los recursos disponibles para servir la deuda. El CSFB cree, por el contrario, que la incertidumbre sobre la solvencia fiscal y sobre la actitud política del Gobierno es la mayor restricción para la inversión y el crecimiento. Su predicción es que la actividad económica se desacelerará cuando se desvanezca el (relativo) auge que siguió a la crisis. “No pensamos que el futuro repetirá exactamente el pasado –admiten–, pero hasta que no veamos evidencia de un cambio fundamental en el consenso político nos mantendremos cautos.”
Estos analistas creen que el país se planteará para el 2004 un superávit primario consolidado (nación más provincias) de tres puntos del PBI, no hallando que política ni socialmente haya margen para más. Expresan incluso cierto escepticismo respecto de la lucha contra la evasión impositiva, recordando que todos los anteriores gobiernos enarbolaron el mismo discurso y materializaron muy poco. En relación al tipo de cambio real, aguardan cierta recuperación: si su nivel actual es un 45 por ciento del que ostentaba antes de la devaluación, el pronóstico es que vayarepuntando hasta el 66 por ciento (lo cual podría ser fruto de aumentos mayores en los precios internos que en el dólar, o de caídas menores).
Uno de los capítulos del informe destaca, desde su mismo título, que la Argentina debe demasiado, y en el primer párrafo indica que “la renegociación será brava en razón de la magnitud de la deuda, la porción relativamente pequeña de ella que estará sujeta a una quita (y por ende a una cepillada mucho mayor) y los asuntos litigiosos entre diferentes acreedores”. Mientras que la deuda del gobierno federal, incluyendo los pasivos provinciales que asumió, será de tanto como un 134 por ciento del PIB a fin de 2004, la deuda preferente (con los organismos multilaterales, los Boden, los Préstamos Garantizados y los préstamos provinciales pesificados), que continúa siendo servida, representará un 75 por ciento del Producto, lo cual no es poco.
Los expertos del CSFB presagian además que en el quinquenio venidero irán emergiendo “esqueletos” del armario, como definen a la deuda indocumentada que sin embargo va devengándose, a razón de 1500 millones de dólares por año. Ese endeudamiento adicional será emitido para atender atrasos, reclamos judiciales, compensaciones a las privatizadas por el congelamiento de tarifas y ulteriores arreglos con el sistema bancario.
Un aspecto en el que el informe hace hincapié es la necesaria refinanciación de los vencimientos de capital que se irán produciendo en los próximos años, y arriesga el supuesto de que la tasa a pagar será del 8 por ciento, aunque admitiendo que podría ser superior. Considera asimismo la posibilidad de que las fuentes de financiación no cubran todas las necesidades, apareciendo ya en 2005 un bache, que luego iría ampliándose, hasta conducir a una eventual crisis de liquidez.