Lunes, 20 de abril de 2015 | Hoy
ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE: VIRTUDES Y DEFECTOS DE LA POLíTICA DE EMPLEO DEL KIRCHNERISMO
Cómo han venido evolucionando las principales variables, cuáles son los problemas principales que se deben enfrentar, qué papel cumplen las paritarias en este contexto. Las principales recomendaciones de los analistas.
Producción: Javier Lewkowicz
Por Jerónimo Rodríguez Use *
Los debates en torno de la evolución del empleo, los salarios y las condiciones de trabajo afortunadamente hace ya varios años han tomado centralidad en los distintos análisis económicos del primer cuatrimestre del año. Las declaraciones del titular de la Unión Industrial Argentina en contra de las paritarias, y alguna manifestación pública reciente de algún economista calificándola como instancias “fascistas” de negociación, nos brindan una buena excusa para analizar los efectos de las convenciones colectivas de trabajo en la economía.
En los mismos días en que opositores criticaban las paritarias, un think tank estadounidense con vínculos con el Partido Demócrata, el Instituto de Economía Política (EPI, por sus siglas en inglés), aseguraba que las convenciones colectivas de trabajo actúan como un “antídoto contra la caída de los salarios y la inequidad”. Según el EPI, en Estados Unidos los salarios han estado estancados por décadas a pesar del incremento de la productividad de la economía. Entre las causas principales de este comportamiento se encuentran la pérdida de importancia de las paritarias y la caída en el nivel de sindicalización de los trabajadores. En números, de acuerdo con el informe, la falta de paritarias explica un tercio del incremento de la desigualdad salarial entre hombres y un quinto para el caso de las mujeres. El anacronismo del pensamiento de Héctor Méndez y los economistas del establishment, alejado de los debates económicos actuales, se pone en evidencia al comparar sus declaraciones con los resultados de esta investigación.
En Argentina las convenciones colectivas de trabajo y el número de trabajadores incluidos en ellas han tenido un crecimiento sustancial en el último decenio. Mientras que en 2004 los acuerdos homologados fueron 348, abarcando a 1,2 millón de trabajadores, para 2014 esta cifra más que se cuadruplicó, hasta alcanzar los 1964 convenios, que incluyen a 4,3 millones de asalariados. Como consecuencia de la revalorización de las paritarias y la sindicalización de los trabajadores, el poder adquisitivo del salario tuvo una importante mejora, repercutiendo, vía los niveles de consumo, en la demanda agregada y en el crecimiento de la actividad económica. Asimismo y en línea con los argumentos del estudio del EPI, el crecimiento de las paritarias permitió reducir las brechas de ingresos en el interior de los trabajadores. En este sentido, la distancia de ingresos entre el 10 por ciento de los asalariados más ricos y el resto de los trabajadores registrados se redujo en un 25 por ciento entre el cuarto trimestre de 2003 y el cuarto trimestre de 2014.
Dada la contundencia de estas cifras, la discusión sobre la continuidad de las paritarias se torna obsoleta. Un debate serio sobre los desafíos en materia de empleo precisa de argumentos de mayor calidad que los expresados por los representantes de la gran burguesía local. El reciente encuentro del ministro de Economía con jóvenes empresarios le da cierto oxígeno a la discusión. “El trabajo genuino masivo es el trabajo industrial”, expresó el ministro de Economía, Axel Kicillof, en dicho encuentro. En efecto, la profundización del proceso de industrialización es el que permitirá mejorar los indicadores de empleo y, junto con ellos, mejorar la distribución del ingreso del país.
Tras la crisis de la convertibilidad en 2001, con la recuperación económica del kirchnerismo, más de 2 millones de personas salieron de la desocupación y fueron incorporadas al mercado de trabajo, principalmente en actividades vinculadas con el sector industrial. De esta manera, durante los últimos años la tasa de desocupación se posicionó por debajo de los dos dígitos, hecho inédito en un país donde durante toda la década del noventa la desocupación no dejaba de crecer.
En la actualidad, la tasa de desocupación es del 6,9 por ciento y la de informalidad del 34 por ciento. Y si bien estos números reflejan un cambio sustancial en la dinámica del mercado de trabajo respecto del exhibido en la convertibilidad, requieren de medidas que permitan potenciar la generación del empleo de la economía. En un año electoral sería interesante conocer la plataforma de las principales fuerzas políticas en materia de políticas de empleo. La convocatoria del ministro de Economía a los jóvenes empresarios para demostrar que la Argentina puede convertirse nuevamente en una potencia industrial revela la estrategia del Gobierno. Queda por ver qué hay del otro lado.
* Economista. Integrante del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP).
Por Javier Lindenboim *
Algunas realidades vinculadas a la dinámica del mercado de trabajo no están en la tapa de los diarios, pero deberían preocuparnos. Un ejemplo de ello es el magro desempeño de la creación de puestos de trabajo en los últimos años. Haciendo uso de los datos que proporciona la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec se observa este proceso de deterioro del mercado de trabajo con respecto a los primeros años del nuevo siglo.
No hay que olvidar que la década reciente se inició con altos ritmos de creación de puestos de trabajo, principalmente en relación de dependencia y con cobertura legal. Entre 2003 y 2007, la etapa de oro en casi todas las variables sociolaborales desde la salida de la crisis de 2001/02, los asalariados aumentaban 6 por ciento al año. Pero entre 2010 y 2014, la misma variable sólo crecía 0,6 por ciento por año, lo que ni siquiera alcanzó a cubrir el ritmo de aumento de la población. A su vez, en el primero de esos períodos por cada empleo precario nuevo, se creaban seis protegidos. En cambio, en el último cuatrienio, esa relación era uno de cada tres. En otras palabras, si bien en ambos lapsos siguió creciendo el empleo “en negro”, al principio lo hacía de manera muy moderada, mientras que ahora volvió a tener relevancia.
Miremos los sectores productivos típicos: la industria, la construcción, el servicio doméstico, la administración pública y el comercio. La industria crecía, al salir de la crisis, algo más de 9 por ciento anual de lo cual 8 puntos eran puestos protegidos. En el período reciente casi no se modificó la dotación asalariada industrial con la particularidad de que pierde unas décimas de protegidos y aumenta unas décimas la de precarios. En la construcción es igual o peor. Entre 2003 y 2007 crecía el empleo en esa rama 13 por ciento anual, de los cuales 8 puntos eran protegidos. Recientemente, aumentó 1,5 por ciento con pérdida del 2 por ciento de protegidos y una alza de casi 4 por ciento de los precarios. Se trata de un comportamiento parecido al de los noventa, aunque afortunadamente con una intensidad menor al de aquellos años.
El empleo en el servicio doméstico, a su turno, muestra ciertas buenas performances dentro del marco general apuntado. En ambos lapsos, el empleo protegido aumentó 2 por ciento anual. Pero el precario que subía casi 4 por ciento anual entre 2003 y 2007 bajó al 1 por ciento entre 2010 y 2014. En esta rama podríamos decir que –dentro de las limitaciones generales–parecen haber dado cierto resultado positivo los esfuerzos de regularización del trabajo desprotegido.
El empleo total en la administración pública captado por la EPH muestra un aumento similar en ambos lapsos: 2,5 por ciento anual. En el primer lapso se incluye un fuerte impulso a la regularización (con una caída importante del empleo precario), mientras que en el lapso reciente contiene un leve incremento del empleo sin protección. Ahora bien, si tomamos sólo el año 2014 la situación es más negativa, ya que los asalariados cayeron 1,5 por ciento. Casi en su totalidad el descenso lo explican los trabajos regulares, es decir, en blanco.
Eso se reproduce en todas las ramas con excepción de la construcción y los servicios sociales y personales. Pero incluso en la construcción (que aumenta su dotación asalariada) caen los empleos protegidos. Otra rama peculiar es la de comercio. En conjunto cae el empleo 3,5 por ciento, pero la caída del empleo protegido es de 4,4 por ciento con la consiguiente suba del componente precario de casi el 8 por ciento.
El desempleo, hasta ahora, no presenta modificaciones a nivel agregado según la EPH. Esa es una de las fortalezas del momento actual. De todas maneras, el descenso de la tasa de actividad sugiere, sin embargo, que hay síntomas de desaliento que pueden anticipar condiciones más complicadas en el mercado de trabajo.
* Director del Ceped e Investigador del Conicet.
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