ECONOMíA
› EVALUACION DE CANCILLERIA SOBRE LAS VENTAJAS Y LOS RIESGOS DEL ALCA
Buceando en “un mar de oportunidades”
› Por Cledis Candelaresi
Aunque por pruritos políticos ningún funcionario lo exprese en estos términos, el ALCA es para el gobierno de Néstor Kirchner una opción estratégica. Casi como el Mercosur. Más difícil de concretar pero, en algún sentido, hasta más atractiva. Según remarca un análisis del Centro de Estudios Internacionales de la Cancillería, el “mercado de oportunidades para la Argentina asciende a casi 78 mil millones de dólares”, sólo considerando la posibilidad de que se incrementen las exportaciones de aquéllos en los que el país tiene ventajas comparativas importantes. Pero para que esto sea posible, la agudeza negociadora local –y la de Brasil, en la medida que haya negociación conjunta– tendría que desmoronar algunas de las tantas barreras que Estados Unidos impone a los productos locales. Valga de ejemplo el arancel del 150 por ciento sobre la leche en polvo argentina.
Los análisis del CEI sostienen que el mejor escenario posible para la Argentina es el del ALCA y, al mismo tiempo, un acuerdo con la Unión Europea desde el Mercosur, al que se destaca como “la plataforma más adecuada para la inserción internacional de nuestro país”.
En el paper titulado “Oportunidades y amenazas del ALCA para la Argentina”, destaca que durante la década del ‘90 la Argentina incrementó mucho su intercambio comercial externo y se acercó a los socios del continente americano, aunque “sólo tiene un papel relevante como proveedor del Mercosur ampliado”, ya que “Estados Unidos y México perdieron importancia relativa”.
Considerando sólo aquellos bienes en los que la Argentina tiene especialización exportadora, se ve que participó en un escaso 2,1 por ciento de las importaciones que hizo Estados Unidos, apenas un 0,3 por ciento de las que hizo México y en un magrísimo 0,1 por ciento de las de Canadá. Niveles mucho más bajos de los que logró Brasil. Tan así es que sólo de haber conservado el modesto nivel de la década del ‘80, el valor de las ventas a Washington hoy debería ser “un 45 por ciento superior”.
En apariencia, Estados Unidos tiene una de las mayores aperturas continentales, ya que su arancel promedio es de apenas el 5 por ciento, contra el 13 del Mercosur y el 17 de México. Pero el país administrado por George W. Bush echa permanentemente mano de los “picos” o “escalonamiento arancelarios”. Con los primeros impone gravámenes altísimos a productos agroalimentarios, pesca, cueros, textiles y calzados; con los segundos grava más a los bienes que más valor agregado tienen, como el caso de alimentos elaborados.
La Argentina padece esta política tanto como la imposición de barreras para-arancelarias. Cualquier lácteo es gravado con un arancel superior al 80 por ciento y las carnes, maní o aceites de maní soportan impuestos aduaneros superiores al 50 por ciento. Del mismo modo que la aduana norteamericana intenta limitar el ingreso de miel local con un gravamen del 60 por ciento, sólo porque no obtuvo precisiones acerca de la estructura de costos de los productores apícolas.
Pero para los técnicos oficiales, estas restricciones son sólo un desafío y la limitada penetración de los mercados del norte es una seductora “potencialidad”. De poder aprovecharla, el CEI considera que hay “oportunidades fuertes” en productos primarios y manufacturas de origen agropecuarios como carnes, oleaginosas, algodón, preparaciones alimenticias, bebidas y líquidos alcohólicos, cereales y cacao. “El mercado potencial (para estos bienes) alcanza algo más de 19 mil millones”, se entusiasma ese órgano del Palacio San Martín.
Claro que el análisis también incluye una consideración de los riesgos que entrañaría el ALCA para los productos locales, que perderían las actuales preferencias que gozan para ingresar a Brasil y Chile, básicamente. Desde esta óptica hay ventas por 3600 millones de dólares que están nítidamente amenazadas: vehículos, máquinas, material eléctrico yplástico, rubros de mayor valor agregado y, por consiguiente, de mayor impacto benéfico en la economía doméstica.