ECONOMíA › TEMAS DE DEBATE QUé PAPEL LE ASIGNARá EL NUEVO GOBIERNO A LA CIENCIA Y LA TECNOLOGíA

Una apuesta al servicio del mercado

Los investigadores advierten que se corre el riesgo de una profundización de la mercantilización de la ciencia en función de los intereses de corto plazo de las grandes corporaciones empresarias, al mismo tiempo que se la aleja de los problemas latinoamericanos.

Producción: Javier Lewkowicz

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Los riesgos del cambio

Por Hernán M. Palermo *

En los últimos meses la ciencia y la producción científica pública han entrado en estado de debate, e incluso han sido parte de la agenda durante el período de ballottage, en las últimas elecciones presidenciales. De allí a esta parte, innumerables investigadores/as (autodenominados “científicos autoconvocados”) se reúnen periódicamente a pensar qué tipo de ciencia quieren, lo cual remite indefectiblemente al interrogante sobre ¿qué modelo de país se quiere?

La ciencia y la investigación en nuestro país, se concentran principalmente en las universidades públicas y en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Estas instituciones han tenido en los últimos años un crecimiento exponencial. Para ilustrar con algunos datos: en el año 1983 Conicet contaba con 2100 investigadores y 2200 becarios, cifras que se mantuvieron más o menos estables durante 20 años. A partir de 2005, se llevó adelante un proceso de crecimiento del organismo estatal, a punto tal de contar para 2015 con 8500 investigadores y 9500 becarios. Por otra parte, se crearon nuevas universidades en distintas localidades de la Provincia de Buenos Aires, que se sumaron a otras ya existentes, pero que expresan particularidades propias de los entornos económicos y sociales en los que se hayan inscriptas. La construcción de las mismas logra efectivizar un derecho hasta entonces negado para miles de jóvenes y adultos como es el acceso real y posible a la educación de nivel superior, al tiempo que se van transformando en usinas de investigación.

Este crecimiento se expresó en innumerables y heterogéneos avances en materia de ciencia, investigación y formación, que en el corto plazo se tradujo, por ejemplo, en que Argentina haya ingresado al grupo de países productores de satélites en el mundo, o en otro plano, que tengamos doctores para planificar las políticas de intervención social en innumerables ministerios y dependencias del Estado (hoy afectados por los despidos de trabajadores). No obstante, los resultados, avances y desarrollos deben ser pensados a largo plazo dado que la ciencia no tiene tiempos cortos, por el contrario. Cabe aclarar que este proceso de crecimiento no estuvo exento tensiones, tal como la ríspida relación entre el sector público y el privado, siendo este último un importarte beneficiario del desarrollo científico a expensas de la inversión estatal. En el actual contexto nacional, con un Gobierno con un claro sentido de lo público ligado a la lógica del management empresarial, se produjo una impresionante transferencia de ingresos hacia los sectores más concentrados del capital: devaluación, quita de retenciones, depreciación del salario, quita de subsidios a los servicios y criminalización de la protesta. Acompañado a esto se explicita un claro desinterés respecto de un proyecto de consolidación regional Latinoamericano, a favor de los intereses de los países centrales.

En un escenario en el que se prioriza a las grandes corporaciones y los grupos trasnacionales en detrimento del conjunto de la población no tardará en imponerse –o intentar hacerlo– aquellos intereses propios de las necesidades del mercado en las agendas de investigación. Se corre el riesgo de una profundización de la mercantilización de la ciencia a los intereses de corto plazo de las grandes corporaciones empresarias; al mismo tiempo una reorientación hacia temas de investigación ajenos a nuestros intereses latinoamericanos, a partir por ejemplo, de la exacerbación en la ponderación de los circuitos de revistas americanas o anglosajonas; por otra parte, tal como pretenden algunos investigadores del establishment, atar productividad a salario forzaría un cambio en los temas de investigación; una desaceleración en la formación de la cantidad de científicos/as a partir del recorte de presupuesto; y por otra parte, ya se vislumbra una contracción de los recursos estatales a las universidades públicas, ejemplo de ello es el recorte a la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

El desarrollo científico e investigativo de un país tiene un rol estratégico, en varios planos, tanto hacia la transferencia del conocimiento en lo que se denomina ciencia aplicada, como también la construcción de conocimiento, un conocimiento que contribuye a la transformación de las capacidades intelectuales, sensibles y políticas de la población. Por ello es fundamental dar continuidad e incrementar aún más el presupuesto de ciencia y universidad, mantener la autonomía, aumentar la inversión, etc.

Qué país se vertebra en este nuevo ciclo de democracia argentina nos dice bastante del modelo de ciencia, investigación y universidad que se ponen en juego y que serán parte de los debates.

* CEIL-Conicet. Integrante de Científicos y Universitarios Autoconvocados.


Pierde significación

Por Eduardo N. Dvorkin *

La investigación científica guiada por curiosidad es un valor al que un país no puede renunciar por su potencial para la creación de nuevos conocimientos y por su rol en la formación de los jóvenes, independientemente de su aplicabilidad productiva. Para el desarrollo tecnológico no es un pre-requisito imprescindible tener un poderoso sistema científico de respaldo; pero, cuando un país logra concatenar su sistema científico con el desarrollo tecnológico autónomo, ese país está atravesando un cambio cualitativo en su producción de valor agregado.

Nuestro país reconstruyó su industria manufacturera a partir del 2003; industria que fuera destruida, en particular las pymes, durante la dictadura cívico-militar y los gobiernos de Carlos Menem y de la Alianza; esta reconstrucción industrial generó una fuerte demanda laboral. Al mismo tiempo la disminución del índice de Gini, la ampliación de la cobertura social a los estratos más empobrecidos de la población y la ampliación de la cobertura previsional hasta convertirla en prácticamente universal fueron indicativos de un proceso de crecimiento inclusivo. Este proceso de crecimiento del PIB y de inclusión fue muy fuerte en el período (2003-2011) y si bien no revirtió su signo fue más débil en los últimos cuatro años por los efectos sobre nuestras exportaciones de la crisis internacional y por no haberse podido disciplinar el flujo de divisas de las grandes corporaciones.

Hoy, para seguir creciendo e incluyendo, resulta necesario complejizar nuestra matriz productiva, ya que el valor por tonelada de nuestras importaciones es aproximadamente 2,5 veces el valor por tonelada de nuestras exportaciones.

Las preguntas fundamentales son: ¿qué sector puede asumir el liderazgo de un proceso de complejización productiva? y ¿hacia dónde se podría orientar la producción resultante?

El desarrollo autónomo de tecnologías complejas no puede ser liderado por las grandes industrias multinacionales ya que a éstas, su lógica de obtención de ganancias, las lleva a importar tecnología desde sus “headquarters” y a descentralizar sus cadenas productivas. Las pymes, por su lado, si bien son parte necesaria de este proceso, no pueden liderarlo. En los últimos 12 años, fueron empresas públicas como Arsat, Invap, Fadea, FFMM, VENG e YTEC las que liderando conglomerados de institutos del sistema nacional de ciencia y de pymes desarrollaron producciones de alta complejidad constituyendo un auténtico Estilo Tecnológico (ET); el ET del Desarrollo Inclusivo (ETDI).

El importante crecimiento del sistema científico argentino durante el período (2003-2015), en cantidad de investigadores y becarios y en infraestructura, lo convirtió en un factor de desarrollo económico con lo que, con el ETDI, creció su consideración social y sus recursos. Hoy sería urgente avanzar con el ETDI desarrollado por las empresas estatales de alta tecnología a otras áreas de la producción industrial; pero, el camino comienza a desandarse: el estado expulsa a ingenieros y científicos redireccionando los fondos públicos a sectores como el agroexportador, con su muy limitada capacidad de creación de empleo y mucho menos de empleo calificado; a los productores de commodities industriales, en general corporaciones multinacionales que importan la tecnología de sus casas matrices y disminuyen en forma continua sus planteles; y a las empresas mineras, cuyo negocio pasa por localizar en el país una pequeña parte de su cadena productiva, la extractiva propiamente dicha, que es la que crea menos empleos de calidad, la que desarrolla menos externalidades productivas locales y la más riesgosa para la preservación del ambiente y de la salud de la población.

Se está forzando un cambio de ET en el que “el mercado” con su necesidad de negocios que produzcan ganancias urgentes y que minimicen el riesgo empresario ocupa el rol central. Este nuevo/viejo ET, basado en el extractivismo agrícola-minero y en una industria manufacturera bajo el control de corporaciones multinacionales, históricamente ha disminuido el empleo y no está en su lógica de funcionamiento concatenar nuestro sistema científico con la estructura productiva.

Respecto de hacia dónde podría orientarse la producción resultante de un proceso de complejización productiva la exportación hoy no es un destino confiable en un contexto en que la crisis económica llevó a una sobreoferta de mercancías en el mercado internacional; por otro lado la sustitución de importaciones para el consumo interno, el otro destino posible, hoy resulta contradictorio con la nueva política económica orientada al “libre mercado” y a la baja del nivel de consumo de los argentinos. En resumen, en el nuevo modelo económico la ciencia va perdiendo significación económica por lo que inexorablemente irá retornando a las épocas de escasos recursos.

* Ingeniero UBA.

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