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Una reforma a medida de los ricos

 Por Alejandro López Accotto, Carlos R. Martínez y Martín Mangas *

Son muchos los trabajos que, a nivel internacional, alertan acerca de un aumento creciente de la concentración de la renta mundial en los sectores más ricos. Algunos economistas están señalando la necesidad de corregir esta tendencia con una vigorosa política fiscal redistributiva. Sin embargo, en nuestro país vamos en el sentido contrario.

El proyecto de ley, con media sanción parlamentaria, referido al tema jubilatorio y al blanqueo fiscal, incorpora de forma secundaria, reformas impositivas que modifican Bienes Personales y Ganancia Mínima Presunta. Estos impuestos gravan la posesión de riqueza material: son tributos de enorme potencial redistributivo, tanto por el hecho de que lo pagan quienes han acumulado determinado stock de riqueza, como porque sus alícuotas suelen ser crecientes (el porcentaje a pagar es mayor cuanta más abundancia de riqueza se constata), incrementando así su progresividad.

En esta categoría tributaria existen en nuestro país tres planos:

a) en el nacional, el Impuesto a los Bienes Personales (alcanza a las personas físicas) y el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta (alcanza a las personas jurídicas);

b) en todas las provincias (o en los municipios donde se descentralizaron), la formas de riqueza la constituyen los inmuebles y los bienes muebles (automotores, yates, aeronaves), las que se gravan vía el impuesto inmobiliario (rural y urbano) y las patentes, sin importar quién es su titular (persona física o jurídica);

c) tributos que imponen circunstancias extraordinarias de acceso gratuito a la riqueza, como la herencia y/o a la transmisión gratuita de bienes (sólo se cobran en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos).

En los últimos 20 años el conjunto de impuestos patrimoniales a nivel consolidado, ha exhibido un nivel de recaudación muy bajo, del orden del 1 por ciento del PBI. En 1993 el producido por estos impuestos presentaba, respecto al PBI, una proporción similar a la registrada en Bélgica y superaba por tres a la correspondiente a Brasil y por cuatro a la observada en Colombia. Sin embargo, con datos de 2014, esa foto se modificó: recaudamos la mitad que los belgas, algo menos que brasileños y colombianos y mucho menos que Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Francia, Japón o Inglaterra. En esos países, la imposición patrimonial se ubica entre el 2 y el 3,6 por ciento del PBI.

Lo que ocurrió en ese período en Argentina fue producto de la pérdida de importancia del Impuesto Inmobiliario (con una caída del orden del 0,25 por ciento del PBI) por la falta de revalúos, especialmente en las partidas rurales, sumado a una escasa relevancia de los tributos a la riqueza de las personas y de las empresas. En la propuesta en discusión, respecto a Bienes Personales, originalmente se preveía, además de una gradual reducción de alícuotas (pasando de una escala que actualmente va de 0,5 a 1,25 por ciento a un valor único de 0,25 por ciento, lo que reduce la progresividad del tributo) su llana eliminación desde 2019. En el debate se sostuvo la existencia del impuesto pero manteniendo la alícuota única y sin gravar a una amplia franja de la población más rica. En relación al Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta, si bien se trata de un gravamen de muy baja capacidad recaudatoria (apenas representa un 0,05 por ciento del PBI), al menos conceptualmente permite que las personas físicas no puedan esconder su patrimonio personal a nombre de las sociedades. Eso se acaba en 2019, porque el proyecto de ley lo elimina.

De este modo, la iniciativa impulsada por el gobierno del PRO-UCR, con los cambios introducidos en la Cámara de Diputados, implica que el peso de los impuestos a la riqueza se reducirá durante el macrismo en no menos de un 25 por ciento (ello sin contar lo que pueda suceder con la falta de actualización en las provincias del impuesto inmobiliario, en el actual contexto de espiral inflacionaria), presentando así valores que ubicaran a la imposición patrimonial argentina por debajo de la media de América Latina y el Caribe.

* Investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento.

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