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Petróleo y política

Por Alberto Ferrari Etcheberry*

La prensa brasileña cuenta que el presidente Néstor Kirchner sorprendió al ministro de Relaciones Exteriores brasileño, Celso Amorim, con reproches a la conducta empresaria de Petrobras en la Argentina. Específicamente, Kirchner habría reprobado que la rama local de la estatal brasileña agotara stocks sin la correspondiente inversión en la prospección petrolera.
La cuestión apunta a dos circunstancias de excepcional importancia. Por un lado, una grave debilidad de la situación argentina: la carencia de reservas de petróleo. Por otro, las exigencias de la relación con Brasil, como eje y fundamento de la integración argentina al mundo.
En su edición del 17 de julio pasado The Economist informa las reservas de petróleo mundiales. Son 1150 millones de barriles, que equivalen a las necesidades de los próximos 40 años al ritmo de producción actual. Brasil aparece con reservas para 19 años, mientras que la Argentina no aparece en el ranking. Vale la pena ampliar la información yendo a la fuente: Statiscal Review of World Energy 2004, de British Petroleum.
Desde 1983 Brasil es el país que más ha incrementado sus reservas. Las multiplicó por cinco. Canadá y el Medio Oriente las duplicaron y Africa un poco menos. Venezuela las triplicó y Noruega algo menos. En todos aumentó la producción en una proporción más o menos similar. Las mermas principales son en México, Gran Bretaña, Indonesia y Estados Unidos. Parece sensato pensar que existe una regla más o menos general, también sensata, entre volumen producido y defensa de las reservas.
En contraste, las reservas de la Argentina en 1983 eran 2,4 miles de millones de barriles y veinte años después bajaron a 2,0, mientras que la producción en ese período subió de 25 a 40 millones de toneladas.
Parece entonces justificarse que, quizá con otros objetivos, un ejecutivo de una multinacional (Patrick Cohanan, de Chevron-Texaco) presagie que “la Argentina va camino a convertirse en importador de petróleo en el 2007 perdiendo 5000 millones de dólares en exportaciones”. En concreto, mañana.
Esta realidad no es consecuencia de que Petrobras, como dijo el ministro Julio De Vido, “tenga una gran deuda de inversión con la Argentina”. Petrobras es un recién llegado al festín inaugurado con la privatización de YPF, que consiste, como muestran los números, en el negocio de embolsar la renta natural del petróleo: extraer y exportar los recursos existentes, ya investigados, descubiertos y puestos en producción por el maldito Estado nacional. No olvidar: la fiesta de la convertibilidad y el uno a uno fueron posibles por la desaprensión corrupta con que se liquidaron los activos estatales. Se trató del esfuerzo de varias generaciones de argentinos, cuyo pecado principal fue olvidarlo mientras olvidaban, al mismo tiempo, que “petróleo y política” fueron y siguen siendo una unidad, Irak mediante.
Pero no se equivocan el Presidente y su ministro cuando exigen de Petrobras una conducta distinta a la de Repsol. O a la de Shell, hace unos pocos días multada millonariamente por engañar a sus accionistas al falsear, precisamente, sus reservas.
Petrobras nació hace 50 años concretando un reclamo: “O petróleo é nosso”. El petróleo es nuestro. Desde entonces fue y sigue siendo la palanca del desarrollo de Brasil. Dijo Lula: “Petrobras nació de una voluntad nacional y se tornó sinónimo de eficiencia y soberanía, al probar en la práctica que el petróleo, que era un sueño, ahora es nuestro”. ¿Retórica? Más datos de Lula: la dependencia externa llegaba al 80 por ciento, hoy no alcanza al 12 por ciento y desaparecerá en 2006; Petrobras protege a la producción de la inestabilidad del escenario internacional; genera 120 mil empleos, alimenta a la industria naval y a dos mil empresas proveedoras; en el mundo ocupa el lugar número 15 y es el mayor productor en aguas marítimas. En 1997 perdió el monopolio legal pero sigue teniendo el 98 por ciento de la producción, el refinamiento, la importación y el transporte: once refinerías, dos fábricas, facturación por 33.000 millones de dólares (2002). El gobierno de Lula, subrayando el papel de Petrobras comoinstrumento de política económica, ha dispuesto que el 65 por ciento de las inversiones debe hacerse en Brasil “para estimular la industria y generar empleos”.
En resumen: Petrobras, que nació sin recursos en 1954 (cuando YPF era una gran empresa), invertirá más de 34 mil millones de dólares hasta 2007, el mismo año en el que según el ejecutivo citado la Argentina gastará 5 mil millones de dólares importando petróleo.
El FMI, explica el columnista de Folha de Sao Paulo Clovis Rossi, entiende que Petrobras “opera sobre bases comerciales y decide las inversiones sobre la base del lucro, por lo que considera sus gastos como inversiones y de tal modo los excluye de la meta del superávit primario”.
¿Cómo se gobierna la megaempresa? Con cerca de medio millón de accionistas privados, el gobierno tiene el 55,7 por ciento del capital votante, controla su gestión y nombra a los directores. ¿Quiénes son? Lula nombró presidente a José Eduardo Dutra, 46 años, senador por el PT, presidente del Sindicato de Mineros de Sergipe hasta 1994, acompañado de varios petistas y sindicalistas.
Hace bien el ministro De Vido en exigir a Petrobras otra política entre nosotros: hay mucho para imitar del socio estratégico. No será por cierto con Luis Barrionuevo ni con “los gordos”, pero tampoco manteniendo la conducción heredada de Pérez Companc, que se sitúa en los antípodas del sueño de “o petróleo é nosso”. Así, con el añadido de más humildad y firmeza, quizás en el 2007 la Argentina esté más cerca de la maldita YPF que de la importación de petróleo.

* Ex subsecretario de Asuntos Latinoamericanos.

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