ECONOMíA
El termómetro de Lavagna marca al banco de la deuda
Todavía no se oficializó la elección del Bank of New York como banco agente del canje. El ministro dijo que negocia de pie. Y mostró éxitos de su gestión en los controles de importaciones.
Por David Cufré
“Nuestro criterio es negociar de pie”, dijo Roberto Lavagna, a modo de respuesta sobre cuándo se conocerá el nombre del banco que actuará como coordinador del canje de deuda. Fue ayer a la tarde, en la reaparición del ministro de Economía con una conferencia de prensa luego de tres semanas que lo tuvieron como centro de todo tipo de versiones, incluida la de su renuncia. “Negociar de pie significa darse los tiempos”, siguió, y “lo que en los medios aparece como una demora, desde nuestro punto de vista es la defensa del interés nacional”. Lavagna se negó a responder si habrá otra postergación en el proceso de reestructuración, como se especula en la city, y se plantó en que “cuando uno está de rodillas, por definición, no negocia, está rendido”.
Así terminó el encuentro con los periodistas, tras una hora de preguntas y respuestas. Los 50 minutos anteriores fueron sobre temas mucho menos candentes que los de la deuda, el FMI y Brasil, a los que dedicó, a regañadientes, los últimos 10. El temario elegido por Lavagna estuvo tan alejado de los aspectos conflictivos que pareció una muestra más de su estilo sarcástico. Habló en detalle de los programas de control sobre la calidad de medidores, balanzas, termómetros, juguetes y productos electrónicos. Cuando terminó, quedó más o menos claro que antes del fin de semana no se haría el anuncio oficial del nombre del banco que realizará las principales tareas operativas de la reestructuración de la deuda, presumiblemente el Bank of New York. “Mañana y pasado estoy en Brasil”, indicó Lavagna, por lo que por unos días no habría novedades.
“En el momento en que haya algo concreto y específico que nosotros creamos que satisface el interés nacional, se lo vamos a comunicar”, insistió. Cuando se postergó el canje de deuda, previsto originalmente para el 29 de noviembre, el jefe de Economía había identificado al Bank of New York como parte de una conspiración del establishment financiero internacional para forzar a la Argentina a realizar mayores pagos a los acreedores. Ayer no dijo nada al respecto.
Otro tema al que Lavagna le dedicó unas pocas palabras fue el de la posibilidad de cancelar la deuda con el FMI. “Las declaraciones que formularon hoy (por ayer) el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y la senadora Cristina Fernández de Kirchner son las que reflejan adecuadamente la realidad”, sentenció. Ellos aclararon en España que el Gobierno no pagaría de una sola vez 15.000 millones de dólares al Fondo, sino que en todo caso se cubrirían los vencimientos a medida que se vayan sucediendo (ver páginas 2 y 3). El titular de Hacienda se negó a dar su opinión sobre esa idea. Sólo recordó que “la Argentina ha seguido una política de reducción de su deuda con los organismos multilaterales, y al día de hoy llevamos cancelados en concepto de capital e intereses unos 9 mil millones de dólares. Esta es una política que está en curso desde hace tiempo”, concluyó.
Antes de hacer todas esas fintas a los temas más problemáticos, Lavagna y el titular del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, Enrique Martínez, anunciaron una serie de nuevos mecanismos de control –a implementarse el año que viene– sobre la calidad de medidores, balanzas, autopartes, matafuegos, surtidores y productos importados como electrónicos y juguetes. Martínez contó el caso de una localidad del interior bonaerense, de unos 50.000 habitantes, en la que una inspección del INTI detectó que el 60 por ciento de los medidores de gas, electricidad y agua funcionaban mal. Dos tercios de ellos marcaban consumos mayores a los realizados por los usuarios, mientras que el tercio restante perjudicaba a las empresas.
“Queremos proteger los derechos de los consumidores y los del Estado”, destacó Lavagna quien, por su parte, dio su propio ejemplo de la importancia de incrementar los controles. Extrajo de su saco dos termómetros, ambos chinos, y producidos por la misma empresa, que pretendieron ser importados a la Argentina. Uno funcionaba bien y el otro no. Los segundos –unas 70.000 unidades– se retiraron del mercado y con eso se evitaron no sólo disgustos a los usuarios, sino “la destrucción de la industria nacional”, pues los termómetros había llegado a precios regalados.