ECONOMíA
› FORTABAT, OTRO GRUPO EN RETIRADA
Sólo queda el recuerdo
› Por Raúl Dellatorre
Amalia Lacroze de Fortabat está afuera de la actividad cementera. El emporio empresario que armó, Loma Negra, ya pasó a manos de capitales brasileños: la firma Camargo Correa. Así ocurrió antes cuando Pérez Companc se retiró del negocio petrolero dejándole su lugar a Petrobras, o con el grupo Bemberg cuando cedió su espacio en el rubro cervecero en favor de AmBev. Las empresas brasileñas están a la expectativa de las posibilidades de negocios que se le abran de este lado de la frontera, sobre todo ahora que consideran despejado el horizonte de eventuales crisis financieras. El panorama es promisorio, al menos para algunos sectores. La construcción es uno de ellos.
“Esta decisión, que en lo personal ha sido difícil de tomar, me retrotrae a tantos años de recuerdos, lucha y éxitos obtenidos”, dice Amalita en una carta que hizo pública ayer. Estos éxitos habían empezado a ser jaqueados en años recientes no sólo por la presencia de un gigante suizo, Holderbank (en 1999 pasó a controlar la cementera Juan Minetti), pisándole los talones, sino porque además afrontó dificultades en el manejo familiar de la empresa.
“Asumí la presidencia de Loma Negra y la hice crecer acompañando las necesidades del país”, rememora hoy Amalita. Pero en esta nueva etapa son otros los jugadores que acompañarán las necesidades y el crecimiento del país, apostando a obras de infraestructura que el Gobierno promete realizar y a la construcción de viviendas que revierta un déficit habitacional con ya varios años de acumulación de saldo en contra.
La realidad del Mercosur y de sus socios principales encuentra a los grupos empresarios nacionales de cada país, Brasil y Argentina, en situaciones muy diferentes. Mientras que los grupos brasileños son herederos de una tradición desarrollista que imperó incluso en períodos bajo dictaduras militares, en Argentina la formación de los grupos locales estuvo ligada a las prebendas del Estado a través de contrataciones o concesiones que favorecieron su expansión sin demasiado esfuerzo ni aporte de capital propio. Así, se acostumbraron más a proteger su relación con el gobierno de turno que a desarrollar su capacidad productiva buscando ganar competitividad frente a adversarios extranjeros.
Camargo Correa, el recién llegado, no sólo se queda con el negocio cementero de la Fortabat. También sumará las inversiones agropecuarias (Estancias del Sur) y la concesión en trenes de carga (Ferrosur). Y no para allí, porque proyecta expandir sus negocios textiles y en calzados hacia estas tierras. La franca expansión de uno contrasta con la retirada de otro.
“Hoy he creído conveniente mi retiro de la actividad como empresaria cementera; también siento que es el momento de volcar mis energías a profundizar aún más mis actividades en el campo social, a encarar proyectos e inversiones de un alto contenido comunitario, para contribuir al desarrollo de nuestra sociedad, sobre todo en el ámbito de la alimentación, salud y educación, especialmente de los niños”, promete Amalita, mostrando una filantropía lejana de los rasgos propios de una ambiciosa burguesía.
La anciana dama se retira. Pero no es ella sola. Es todo un conjunto de grupos que no supo de proyectos ni ambiciones con identidad de país, que mal puede ser calificada de burguesía porque nunca lo fue. Otros capitales vienen a ocupar su lugar. En varios sectores, los brasileños han dicho presente. Y según avizoran los especialistas, seguirán haciéndolo.