Las cuatro compañías petroleras que controlan la producción y comercialización dispusieron nuevos aumentos en los combustibles. El propósito admitido en privado por las empresas es alcanzar un precio de 1,70 pesos por litro de nafta y 1,40 pesos para el gasoil, valor que consideran de “equilibrio” para un nivel de 3 pesos para el dólar y de 24 dólares por barril para el crudo. Ayer, estos parámetros habían sido excedidos. El precio de la nafta “ecológica” ya orilla 1,40 pesos por litro para las distintas marcas, mientras que el diésel especial se aproxima a 90 centavos.
El ajuste de los precios en surtidor se ha convertido en un ejercicio semanal prácticamente desde un mes después de la devaluación, una vez que el dólar mostró que no volvería a ubicarse por debajo de los dos pesos. Paralelamente, se produjo un incremento del precio internacional del petróleo impulsado por las tensiones en Medio Oriente y otros factores políticos que incidieron para bajar la oferta.
Repsol YPF impuso el incremento en los precios de surtidor a partir de la 0 hora del domingo, en tanto que ayer pusieron en vigencia nuevos valores Shell, Esso y Eg3, esta última perteneciente a Petrobras. Las naftas más caras en cada marca (las llamadas verdes o ecológicas) se ubicaron entre 1,394 y 1,399 pesos. La nafta súper fue llevada a un rango de 1,309 a 1,329 pesos por litro, en tanto que la común se fijó entre 1,094 y 1,099 pesos para las diferentes marcas. Pocas veces hubo semejante paridad de precio entre las distintas compañías.
Los incrementos en las naftas promediaron el 5 por ciento con respecto a los valores vigentes la semana anterior, en tanto que el gasoil recibió un incremento del 7 al 8 por ciento, pero en este caso manteniendo las diferencias de precios entre marcas. La Ultradiésel de YPF pasó a costar 0,879 pesos por litro, en tanto que la Fórmula Diésel fue llevada por Shell a 0,919 pesos. Esso postergó el ajuste en el precio de su gasoil, y lo propio hizo Eg3 con su nafta ecológica y el Diésel Plus.
A diferencia de las tarifas de los servicios públicos, el mercado de los combustibles está totalmente desregulado, pese a las condiciones monopólicas de la oferta. Ello obliga a los usuarios particulares y el transporte a sufrir el impacto pleno de la política de precios de las petroleras, pero a corto plazo también lo sentirán los consumidores de electricidad y gas domiciliario.
Las centrales térmicas generan energía en base a la combustión de fuel oil, cuyo precio varía a la par del gasoil. Las distribuidoras de gas son aprovisionadas por petroleras cuyos precios en boca de pozo no sólo son libres sino que, además, están “dolarizados”. Pero, como además la producción de hidrocarburos está fuera del régimen de servicios públicos, puede ocurrir que corten el suministro a la distribuidora por falta de pago, como sucedió con Camuzzi Gas del Sur en las últimas semanas. El Enargás viene soportando con herramientas limitadas la presión de las compañías privadas. El aumento estacional por la incidencia de los nuevos contratos ha sido postergado, en tanto que este fin de semana el Ente “ordenó” que las demás distribuidoras cedan parte de su oferta disponible de gas a Camuzzi Gas del Sur, para evitar cortes del suministro en la región patagónica.
La libre disponibilidad de los hidrocarburos y sus derivados puede ser otra fuente de conflicto. Al tiempo que anunciaban los nuevos aumentos, Repsol YPF aseguró que no ha exportado gasoil en lo que va del año, mientras que Shell anticipó que estaba a punto de recibir un embarque del mismo combustible, como para demostrar su preocupación por el abastecimiento del mercado local. Las sospechas de prácticas abusivas, bien lo saben las petroleras, están a la orden del día.