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STEFANO ZAMAGNI, ECONOMISTA

Las razones de la crisis argentina

Erudito, práctico, veterano de la Argentina, Zamagni es un referente del pensamiento económico italiano que nos visita seguido y sigue con algo de asombro y mucho de preocupación nuestra crisis. Su análisis es profundo: más allá de la deuda, la obsesión financiera, la falta de atención a la economía real y la destrucción de la sociedad civil son las causas de lo que nos pasa.

 Por Claudio Scaletta

–Usted sostuvo recientemente que entre las principales causas de la crisis argentina se cuenta la “obsesión por los aspectos financieros de la economía versus los aspectos reales”. ¿No es ésa una perspectiva inherente al pensamiento neoclásico?
–No. La teoría económica tradicional, incluso la neoclásica y también, por supuesto, la keynesiana, siempre dieron más importancia al momento real de la economía. La misma escuela de Chicago enfatiza lo real por sobre lo financiero. Por eso estamos frente a un fenómeno único en el mundo, típico de la Argentina.
–Sin embargo, no es lo que surge del análisis de los contenidos teóricos de la enseñanza de la economía en nuestras universidades.
–Ese también es un fenómeno local. No se puede decir que ésta sea una consecuencia de la teoría tradicional. La teoría tradicional tiene otras culpas, pero no ésta. Si miramos los programas de economía de las universidades argentinas vemos que cerca del 70 por ciento se ocupa de lo financiero y sólo el 30 por ciento de la economía real, es decir, de la producción de la riqueza. El resultado es que en este país hay economistas muy buenos y muy preparados en los mercados financieros, pero que no saben cómo se construye una política industrial. Cuando les pregunté a los decanos de algunas universidades por qué esto era así me contestaron que si formaban estudiantes que no sepan de finanzas éstos quedarían desempleados. Y esto es revelador. Nos ayuda a entender por qué en el medio de esta crisis todos hablan de ingeniería financiera y de reestructuración de la deuda, pero nadie habla de reconstruir la estructura productiva. Este es el primer punto. El segundo punto del carácter estructural de la crisis es que en este país se verifica algo que fue definido hace tiempo por los franceses y que es “la traición de los intelectuales”. En la Argentina falta la figura del intelectual de la sociedad civil. Existen intelectuales que, como decía Gramsci, son orgánicos, es decir, trabajan para los partidos o para el gobierno, y después hay intelectuales “abstractos”, que se ocupan solamente de producir una cultura despegada de la sociedad civil. Por ejemplo, aquí los profesores universitarios no se mezclan con la gente. Conozco aquí a algunos economistas técnicamente muy buenos que en el transcurso de un año cambiaron de idea sin rendir cuentas a nadie. Primero decían que la convertibilidad era muy buena y hoy dicen que no andaba bien. Esto es un problema. No se puede admitir este cambio de opiniones sin dar una motivación.
–¿No hay allí un fuerte componente ideológico?
–Por supuesto, pero también un condicionamiento cultural originado de la separación del intelectual de la sociedad civil. Aquí los economistas son todos asesores. ¿De quiénes? De las multinacionales y de los bancos.
–Pero la existencia de este intelectual de la sociedad civil con un pensamiento crítico presupone también que quien ejerce esta función tenga un marco de contención económica.
–Precisamente ésa es la tercera razón estructural de la crisis. En la Argentina fue destruida la sociedad civil organizada. Existen las instituciones del aparato de Estado, pero no la sociedad civil.
–Para Hegel la sociedad civil, en contraposición con la sociedad política, es el ámbito de la economía, del mercado. ¿Cuál es la parte que aquí falta?
–La sociedad civil es también el ámbito del mercado, pero no solamente. Es sobre todo un poder cuya función es la de permitir realizar a quien por una u otra razón no se reconoce en la forma de la empresa capitalista,formas de actividad económica no estrictamente capitalistas. Y esta sociedad civil organizada está constituida por todos los cuerpos intermedios que forman el llamado asociacionismo económico, social y cultural. La sociedad civil de la que hablan los argentinos es abstracta.
–¿Lo que usted entiende por sociedad civil es lo que se llama tercer sector?
–Incluye al tercer sector, pero es un conjunto más grande que yo llamo la economía civil. Es decir una economía alternativa a la economía privada. La economía privada es la capitalista, basada sobre el concepto de la maximización de la ganancia. La economía civil es en cambio constituida por todas aquellas empresas cuyo principio regulativo es el de reciprocidad. El tercer sector es un ejemplo, pero también lo es la empresa cooperativa, que no es capitalista aunque esté en el mercado. La ausencia de esta sociedad civil, entonces, es también la ausencia de un poder compensador del poder de los partidos políticos.
–En la Argentina este vacío de poder compensador se suma a la ausencia de una clase dominante con proyecto de país. La salida de capitales locales por un volumen similar al endeudamiento externo es el mejor ejemplo.
–Pero el punto es por qué. Es como en el caso del huevo o la gallina, cuesta saber qué es primero. Mi respuesta es que primero viene la sociedad civil organizada. Este es el ámbito donde se crea la dirigencia y no viceversa. Porque si es verdad el viceversa llegamos al totalitarismo. Veamos sino lo que sucede en el mundo. Miremos el discurso de George Bush luego del escándalo de Enron. Bush estaba interesado en no agitar el asunto. Pero la sociedad civil estadounidense reaccionó y obligó a Bush a tomar ciertos recaudos. También el caso de Italia. Si lo dejasen, Silvio Berlusconi avanzaría mucho más. Y a pesar de tener la mayoría en el Parlamento no puede, porque la sociedad civil se lo impide. Todos los días hay protestas y manifestaciones.
–Esto quiere decir que nuestro problema no es que tengamos una clase política peor que la de otros países.
–Los políticos son más o menos lo mismo en todos lados. Lo que pasa es que aquí no existe ninguna fuerza que la critique. Los partidos de oposición son como los del gobierno. No pueden hacer nada. La verdadera crítica, como ya lo anticipó Tocqueville, es la presencia de esta red de grupos sociales de todo tipo. Aquí, cuando hablo con la gente, todos esperan un salvador. Esto es otro indicador de ausencia de la sociedad civil.
–Hay un elemento que usted aún no ha considerado, las relaciones de poder internacional. Lo que sucedió en la Argentina sucedió con el consenso, por llamarlo de alguna manera, de los organismos internacionales, esto es, de la comunidad internacional.
–Pero ésta es la consecuencia, no la causa. Los intereses del exterior pueden comprar a los políticos, pero no podrían comprar a toda la sociedad civil. También en Italia Estados Unidos buscó tener una posición dominante, pero la sociedad civil, los sindicatos, las cooperativas, las asociaciones, no se lo permitieron. El punto es que cuando en un país la sociedad civil no existe se vuelve esclavo de las fuerzas internacionales. La razón es económica. Si yo soy el Fondo puedo llamar al ministro y decirle que haga lo que yo digo. Otra vez, el FMI no puede hacer lo mismo con toda la sociedad civil.
–¿Cómo se reconstruye la sociedad civil?
–Se esta reconstituyendo. Yo he visto en la Argentina este año un gran cambio con respecto al pasado. He hablado en sólo una semana con alrededor de 15 grupos. En Rosario, por ejemplo, me reuní con 400 empresarios pyme que se están organizando para trabajar juntos. Hay un aumento de los emprendimientos, lo que significa comenzar a superar otro drama de la Argentina. Aquí, desde el gobierno de Onganía en adelante, se destruyó sistemáticamente a las pymes para hacer lugar a las grandes. Comoresultado la estructura productiva está dominada por las grandes multinacionales. Y cuando viene la crisis las multinacionales se van. Pero las pymes tienen que quedarse. Entonces hoy hay que reconstruir el país partiendo de su fundamento, de las pequeñas y medianas empresas.
–¿Cómo?
–Sancionando algunas leyes que sirvan a la política industrial. La primera es crear un fondo para financiar las inversiones productivas.
La Argentina tiene una tasa de innovación similar a la de los países africanos. Es increíble. El argentino eso no lo sabe. Entonces es necesario crear un fondo para sostener la innovación. Un ejemplo puede ser el fondo de rotación, como el utilizado por el banco de Bangladesh, que consiste en prestar a una tasa de interés muy baja y sólo represtar cuando otro devuelve. Esto se puede hacer por sectores y de esa manera generar vínculos de obligación mutua, un sentido de mutualidad. Otro ejemplo es el préstamo de honor, destinado a los jóvenes que tienen ideas pero no garantías para obtener financiación. Finalmente políticas de entramados industriales, lo que Marshall llamaba Industrial district.
–¿En qué consisten?
–En un conjunto de empresas de pequeña dimensión que operan en un mismo territorio y en el mismo sector industrial. Italia es el primer ejemplo en el mundo de cómo funcionan los entramados industriales. Nosotros no tenemos grandes empresas. La única es la Fiat y ahora está en crisis. ¿Por qué somos el quinto país más rico del mundo? Porque tenemos los entramados industriales, desde los textiles hasta la robótica. ¿Cómo funcionan? Si una empresa pyme innova, esto genera una externalidad positiva en las restantes, que pueden imitar esa innovación. Pero sucede que estas otras empresas no aportaron a producir la innovación. Así es que si uno no puede internalizar la externalidad no innova. Este dilema se resuelve con los entramados industriales. Porque en él hay muchas empresas que se transmiten entre ellas la innovación, pero que todas ellas aportan a producirla. Este modelo puede ser aplicado también aquí.
–Su planteo parece una alternativa lógica en un contexto con menores urgencias. Pero la Argentina tiene hoy una serie de restricciones internas, como la fortísima caída del producto y la implosión del sistema financiero, y también externas, como su inmenso endeudamiento.
–En el corto plazo el gobierno argentino no puede hacer propuestas sobre el plano financiero, porque ya no tiene credibilidad. No tiene otra alternativa que hacer lo que le imponen los organismos internacionales. Pero no hace falta hablar de estas cosas, porque es inútil. Tal vez hasta hace un año o dos se podría haber hecho algo. Ahora es demasiado tarde. Por eso ahora hace falta ocuparse de lo que es posible, de la economía real. La segunda ley que debería aprobarse, entonces, es una aplicación del llamado principio de subsidiaridad que permita a las asociaciones de la sociedad civil proveer servicios de bienestar social para evitar que los costos de la transición recaigan en las clases más pobres. Esto sería también una buena señal para recuperar la confianza. Lo tercero que habría que hacer es poner a la universidad al servicio de la Sociedad Civil. Por ejemplo creando incubadoras.
–¿Cómo funcionan?
–La experiencia de las incubadoras surgió en California en los años ‘60, en el Silicon Valley, que fue creado entre la universidad y la sociedad civil. Lo mismo se hizo en Cambridge, Oxford y Boloña. Se trata de acuerdos entre la universidad y las empresas para transferir tecnología. Las pymes no pueden hacer inversiones en investigación, la universidad sí. Aquí, en cambio, las universidades están despegadas de la sociedad civil. El resultado es que su conocimiento termina al servicio de las grandes empresas o en el extranjero. Lo que se necesita entonces es una ley que fomente incentivos específicos para las universidades que hagan convenios con las pymes.
–Lo que usted sostiene entonces es que debe subordinarse la política económica tradicional para enfatizar todos aspectos vinculados con la producción concreta.
–Efectivamente. Además es un mensaje esperanzador. Así la gente podría esperar otros dos o tres años, pero necesita saber cuál es el fin de esta propuesta. A la vez esto también sería una buena señal para el exterior. Porque afuera dicen que no quieren darle plata a la Argentina porque temen que el dinero termine en Suiza. Anne Krueger, la número 2 del Fondo me ha dicho personalmente que “no le vamos a dar ni un dólar a la Argentina”. Es inútil hablar. Hay que hacer leyes para la economía real. Y cuando se dé esta señal llegarán fondos. Porque los fondos para la Argentina existen. Le pongo un ejemplo. El gobierno italiano ofreció 6 millones de dólares, que no es mucho, para financiar proyectos productivos específicos. No se presentó siquiera una propuesta. Lo mismo sucede con la Unión Europea. También tiene Fondos para la Argentina, pero no en dinero para cualquier destino, sino para proyectos. Una vez más, que no se hayan presentado proyectos muestra la ausencia de la sociedad civil organizada. En conclusión ésta es una crisis importante. Pero yo soy optimista. Porque al final de este camino el pueblo argentino entenderá que no tiene que esperar más salvadores. Que la solución está en sus manos. Ojalá que la economía siga siendo capitalista, pero seguramente será un capitalismo diferente.

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