EL MUNDO
› CRONICA DE UN DIA CON LOS FAMILIARES DE LOS REHENES EN MOSCU
Primer víctima en el teatro tomado
Una mujer fue muerta de un disparo dentro del teatro tomado en el centro de Moscú, donde permanecen 50 secuestradores y más de 600 rehenes, 50 de ellos extranjeros. El grupo secuestrador sigue demandando la evacuación de Chechenia. Y la negociación es tortuosa.
Por Nick Paton Walsh
Desde Moscú
Tamara Anatolyevna no puede hablar. Sus pensamientos parecen enfocados en el borde blanco de su capucha, que ella se ha ajustado fuertemente al mentón, como para protegerse tanto del cruel invierno moscovita como de la cruel realidad de lo que le está pasando a su hijo, a sólo 200 metros. Pasha, apodo familiar para Pavel, es un estudiante de 18 años. Había ido a ver el musical ruso Nordost, una sobrecargada historia de amor y traición durante la Primera Guerra Mundial, con su novia. A Pasha no le gustan mucho los musicales, dice Nadezhda Feodorova, una amiga de la familia, pero Nordost se presentaba como el mayor show de Moscú, así que decidió ir.
A las 10 de la noche del miércoles, la señora Anatolyevna, de 45 años, escuchó la noticia en la radio. Un grupo de 20, tal vez 30 hombres armados habían irrumpido en el escenario del atestado teatro. Entonces llegó la llamada. Era Pasha. Fue breve y entrecortado. “Dijo: ‘Madre, no te preocupes’”, dice la señora Anatolyevna, agregando: “Parecía temblar a cada palabra”. Desde entonces, la señora Anatolyevna no ha tenido más noticias ni de su hijo ni de la policía. Tiene demasiado miedo de discar el número de su hijo por las dudas de que enfurezca a sus secuestradores. En lugar de eso, se ha unido al gentío de cientos de familiares que no tienen nada que hacer salvo dar vueltas en torno a una escuela convertida en un centro de espera provisorio al final de la calle Melnikova. El estado de ánimo es tétrico, con las familias de los 600 o más rehenes tratando de enmascarar su confusión y su pánico con expresiones cerradas, y lentes que ocultan los ojos enrojecidos.
A la izquierda de la señora Anatolyevna hay otra mujer, cuyas mejillas rosadas chupan montones de humo de interminables cigarrillos mientras reposa contra la pared, alejando con gestos a los que hacen preguntas. Otra mujer, E. Feodorova, de 52 años, también está en el lugar, con un miedo en la voz que traiciona su cortés expresión. Ella y su marido, Valentín, tienen más suerte que otra gente. Su hija, Natalia, una médica de 34 años, estaba en el show con una amiga. Desde que los pistoleros irrumpieron en el escenario, y forzaron a los actores –incluidos los niños– a sentarse en la primera fila, hablaron con ella tres veces. La primera vez, ella los llamó. “Me dijo: ‘Estamos bien, mami, está todo okey’”, dice la señora Feodorova. “La segunda vez, dijo que todo estaba calmo y silencioso en la sala, que las cosas eran normales adentro.” La tercera llamada fue iniciada por una ansiosa señora Feodorova, pero no puede recordar lo que su hija le dijo.
Estas llamadas fragmentarias son todo lo que los familiares tienen para discutir. El gobierno ha hecho poco para dar información. La mejor fuente de noticias es la radio, que ha estado transmitiendo algunos de los más escalofriantes testimonios de rehenes.
La especialista cardíaca Maria Sckolnikova realizó una llamada subrepticia a una comisaría de Moscú para revelar que los rebeldes habían asegurado explosivos en los pasajes, en los asientos e incluso a algunos de los rehenes. “Se ha colocado una enorme cantidad de explosivos”, susurró la mujer con voz angustiada. Otros testigos dijeron que los rebeldes habían colocado cargas explosivas en las columnas maestras del teatro. “Algunas mujeres fueron atadas con explosivos y ellos dicen que van a hacer estallar la totalidad del edificio en 10 minutos si la policía empezaba su captura”, dijo un adolescente, Denys Afanasyev, después de que fuera liberado con la mayor parte de los miembros más jóvenes de la audiencia.
Afuera del teatro, los familiares son mantenidos atrás por un bloqueo compuesto de jóvenes policías del Ministerio del Interior, luego tropas, otro bloqueo, y blindados de transporte de personal.
A las 5.40 de la tarde de ayer, el cadáver de una mujer de 20 años fue sacado del teatro por médicos jordanos. La TV rusa mostró un cuerpoenvuelto en una frazada marrón siendo llevada fuera del lugar entre ambulancias y carros de bomberos. Un brazo derecho se proyectaba hacia arriba, con el rigor mortis confirmando afirmaciones policiales de que había muerto la noche anterior. Los dedos en una de sus manos estaban rotos, dijo la policía, y le habían disparado en el pecho, sugiriendo que hubo lucha antes de que le disparaban mientras ella trataba de escapar.
La mujer fue la primera víctima de la confrontación, que ha presentado a Vladimir Putin con el desafío más grave de su presidencia de 30 meses, y trajo el conflicto en la república separatista de Chechenia de vuelta a la primera plana de los hechos mundiales. El ataque tomó al mundo por sorpresa. A las 9.40 de la noche, Alexei, un ingeniero hidroeléctrico que vive cerca del teatro, escuchó disparos de armas de fuego y explosiones y corrió a la ventana. Un minibús blanco, con el motor aún en marcha, estaba estacionado ante el patio de entrada al teatro. Entonces la gente empezó a abandonar el lugar. Al principio 10, luego 20 mujeres, niños y musulmanes fueron liberados por los secuestradores, que habían mostrado a los rehenes las minas ajustadas a sus pechos. Testigos contaron luego que amenazaron con matar a 10 espectadores por cada secuestrador que fuera muerto si las fuerzas especiales atacaban el edificio.
Bajo la implacable llovizna la policía despejó la calle. Francotiradores tomaron posiciones en los tejados. Se escucharon algunos tiros a la medianoche y una explosión dentro del edificio a las 9 de la mañana.
Luego, ayer por la tarde, un equipo de la Cruz Roja, un camarógrafo de Ren TV y un periodista británico, Mark Franchetti, del Sunday Times, fueron invitados a entrar al edificio. Al salir, horas después, no hicieron ningún comentario, pero una rehén, identificada sólo como Anna, dijo a la TV rusa: “Estamos esperando la decisión del presidente. Estamos esperando que mantengan su compromiso de no violencia. Porque cualquier uso de la fuerza va a traer consecuencias irreparables. Estamos sentados aquí esperando la muerte”. Previamente, Anna había dicho a la radio rusa que los secuestradores no los habían maltratado.
Las negociaciones continuaban frenéticamente, y el presidente Putin ha ordenado a sus fuerzas de seguridad que prioricen la protección de la vida humana. Sergei Ignatchenko, portavoz del FSB (ex KGB), dijo que los terroristas se habían negado a aceptar comida, y que no quedaban médicos dentro del teatro, pese a que varios de los rehenes tienen serios problemas de salud. Lo único que hay adentro es agua y chocolate.
Un rebelde, identificándose como Hassmatat, dijo a la radio rusa que su “batallón suicida” había tratado bien a los rehenes: “Si Akhmad Kadyrov (el jefe de la administración chechena respaldada por Rusia en Grozny) es valiente como para entrar acá, permitiremos que 50 se vayan”, agregó.
Kadyrov tendría que estar loco para aceptar esta oferta, pero es seguro que tendrá un eco en las esperanzas de Irina Shedlun, que está esperando a su hija de 17 años, Anna, al final de la calle Melnikova. “Anna adora los musicales –dice–. Fue con dos amigas y el máximo de placer. Me llamó a las 11 de la noche y me dijo solamente: ‘Estoy OK, no te preocupes, mami’. La sala detrás de ella estaba en completo silencio. Ahora tiene el teléfono apagado”.
La señora Shedlun contiene la angustia cuando piensa cómo su hija estará reaccionando ante el horror dentro del teatro. “Espero que sea la fuerte, que les diga a sus amigos que no se preocupen.” Pero tiene menos fe en la capacidad del gobierno de sacar a Anna viva. “No sé sobre Putin. Sólo Dios puede decidir esta situación.”
Subnotas