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El dictador hondureño Roberto Micheletti aceptó dejar el poder... pero sólo por siete días. Con las elecciones cada vez más cerca, el presidente de facto decidió hacer un gesto, que sólo dejó contentos a Estados Unidos y a los hondureños que apoyaron el golpe en un primer momento. Propuso dar un paso al costado el próximo miércoles y volver a asumir, tras los comicios, el otro miércoles.

“Mi propósito con esta medida es que la atención de todos los hondureños y hondureñas esté concentrada en el proceso electoral y no en la crisis política”, explicó el dictador. Ayer fue felicitado por el gobierno norteamericano. “Celebramos que él vaya a tomar un permiso de ausencia y esperamos su pronta implementación. Esto dará algo de respiro para que el proceso en Honduras avance”, dijo el vocero del Departamento de Estado, Robert Wood.

En Brasilia, en cambio, la reacción fue muy distinta. “Desde el punto de vista legal, él nunca debía haber estado en el gobierno. Entonces, que ahora diga que se va a alejar provisionalmente, para mí suena raro”, aseguró el canciller Celso Amorim con una sonrisa socarrona. La medida también se ganó la crítica del presidente legítimo Manuel Zelaya. “Es una maniobra fácil para engañar bobos. Denota claramente su debilidad y demuestra que es consciente que su presencia ensucia la democracia”, aseguró el mandatario desde su refugio en la embajada brasileña.

Pero como suele pasar con los anuncios de Micheletti, lo que comenzó como una promesa ahora se convirtió en una sugerencia que deberá ser consultada y aprobada por todas las fuerzas aliadas de la dictadura.