Lunes, 18 de enero de 2010 | Hoy
EL MUNDO › MAñANA SE ELIGE EN MASSACHUSETTS A QUIEN OCUPARá LA BANCA DE KENNEDY EN EL SENADO
Algo cercano al pánico se apoderó del oficialismo ante el inesperado crecimiento del postulante republicano. Desde el viernes, Martha Coakley viene recibiendo el apoyo de pesos pesado, como el ex presidente Bill Clinton y el senador John Kerry.
Por David Usborne
Con las encuestas señalando una lucha cabeza a cabeza entre los dos candidatos a la elección de mañana en Massachusetts, el presidente Barack Obama abandonó Washington ayer para zambullirse de lleno en la sorpresivamente agitada carrera para ocupar la banca del Senado dejada vacante tras la muerte de Edward Kennedy.
Algo cercano al pánico se apoderó de los demócratas desde que se hizo claro que lo que debía ser algo sencillo para su candidata, la fiscal general por Massachusetts Martha Coakley, se convirtió en el inesperado crecimiento de su enemigo, el senador republicano Scott Brown.
Tal es la preocupación en la Casa Blanca, que el viernes por la tarde anunció que el presidente Obama abandonaría sus planes del domingo –exceptuando su visita temprana a la iglesia para rezar por Haití– para arriesgar su propio prestigio político en aparecer junto a Coakley en un rally de la Universidad de Northeastern, en Boston.
Puede que no sea demasiado tarde. “En las últimas 24 horas, las luces de prendieron”, dijo Ellen Malcom mientras hacía campaña con Coakley el fin de semana. “Los demócratas se despertaron”, aseguró. Desde el viernes, la candidata demócrata viene recibiendo el apoyo de las estrellas del partido, incluyendo al ex presidente Bill Clinton y al senador del Estado John Kerry.
El resultado de la carrera debería estar claro para mañana a la noche o a más tardar para el miércoles a la mañana –en lo que es el primer aniversario de la gestión Obama–. Si Coakley perdiera, las consecuencias para el presidente podrían ser devastadoras: el partido perdería su supermayoría de 60 en el Senado, la que actualmente resguarda a los demócratas de cualquier maniobra obstructiva por parte de la oposición.
Los republicanos nunca se imaginaron que una banca que perteneció a los demócratas por más de medio siglo estaría realmente en juego. Pero hoy se atreven a soñar con una victoria. Derrotar a Coakley y darle la bienvenida a Brown a Washington les daría la oportunidad de paralizar la reforma de salud en el mismo momento en que estaba finalmente lista para salir del Congreso, y para herir seriamente las prioridades de Obama, como por ejemplo el cambio climático y la inmigración.
El voto de mañana es un “referéndum en la ley de salud”, aseguró ayer Mitch McConnell, dirigente de los republicanos en el Senado norteamericano. “Ellos han ignorado de manera arrogante la opinión pública en este punto.” Y agregó: “A pesar del resultado del martes nosotros sabemos que en el estado más progre y demócrata de Norteamérica vamos a tener una elección reñida al Senado de los Estados Unidos”.
Brown, candidato atractivo para las cámaras de televisión, atravesó el estado de Massachusetts en una pick up. Su campaña en el baluarte demócrata ganó el apoyo estusiasta de los conservadores a lo largo de todo el país, incluyendo la adhesión de voluntarios y la recaudación de fondos por parte de las señoras de alta alcurnia republicanas.
“Vengan el martes que vamos a mandar un trueno alrededor del país para que la gente sepa que aquí en Massachusetts también la gente está cansada de la forma usual de hacer política en Washington”, declaró Brown el fin de semana. “Sentimos que no hay debate, fuera del control a los impuestos y fuera del control de los gastos. Nosotros podemos hacer algo mejor que eso.”
Mientras que los republicanos registrados son minoría en Massachusetts, tienen el entusiasmo y fervor de su lado. Eso sólo es suficiente para preocupar al Partido Demócrata. Estos saben que la dinámica actual tendrá que cambiar antes de las elecciones de medio término en noviembre si no quieren sufrir pérdidas importantes, incluso perder el control del Congreso.
Entretanto, Coakley ha tenido que hacer frente a los dichos que señalan la presencia de Obama como acto desesperado. “Yo no creo que él haya tenido que venir. Creo que quería venir. Estaba entusiasmado en venir”, se defendió la funcionaria.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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