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El nuevo jefe de la Armada de Uruguay, el contraalmirante Alberto Caramés, asumió el cargo en una ceremonia en la que tomó la responsabilidad del mando por los hechos de corrupción que golpearon a la fuerza y expresó su compromiso de actuar “de forma radical” para revertir la situación.

Caramés, de 58 años, fue designado ayer por el presidente José Mujica y el ministro de Defensa, Luis Rosadilla, para sustituir al también contraalmirante Hugo Viglietti, quien se hizo cargo del despacho de comandante en jefe de la Armada de forma interina tras la dimisión a mediados de agosto del almirante Oscar Debali.

Debali dimitió de forma irrevocable tras conocerse que un sobrino suyo, también militar, iba a ser procesado por realizar maniobras ilícitas en el seno de la fuerza, una de las muchas actividades irregulares detectadas en el seno del cuerpo militar en las últimas semanas.

En su discurso de asunción, Caramés, experto en historia naval y uno de los cinco contraalmirantes con los que cuenta la Armada uruguaya, afirmó el compromiso de la fuerza naval para “proceder con el máximo rigor” para resolver los casos de corrupción que existen en su seno, que achacó a “una ínfima minoría que no refleja a una fuerza que desarrolló con valor y escasos medios sus labores”.

Una investigación judicial que comenzó tras una denuncia anónima reveló a finales de julio, entre otra larga serie de irregularidades, una extensa maniobra de fraude para efectuar compras falsas de material desarrollada por varios oficiales. Por este caso, la Justicia ordenó procesar al ex comandante de la Armada Juan Fernández, que se desempeñó entre 2006 y 2010, así como a otros tres altos oficiales del cuerpo.

Estos escándalos de corrupción han provocado un terremoto en el seno de la fuerza, en la que varios oficiales han sido destituidos y en la que se ordenó el traslado inmediato a otros destinos de los responsables de las áreas económicas.