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“Nosotros, que tanto nos quejábamos del gobierno anterior, empezamos a extrañar a Pedro Malán.” La ironía del presidente de la central obrera brasileña Frente Sindical, Paulo Pereira da Silva, al referirse al ministro de Hacienda del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, es otro tiro contra el actual ministro, Antonio Palocci, quien ya ha sido atacado por sectores de la izquierda del gobernante Partido de los Trabajadores (PT). El viernes pasado, Palocci había anunciado el aumento de 3,75 a 4,25 por ciento del PBI la meta de superávit primario para 2003 para asegurar el pago de la deuda externa. Ayer, luego de una reunión de gabinete a puertas cerradas, André Singer, portavoz del presidente Lula Da Silva, anunció que habrá un recorte por casi 4.000 millones de dólares del presupuesto de este año. Singer aclaró que los gastos sociales no serán afectados y que la medida obedece a un mal cálculo de la gestión económica que encabezaba precisamente Pedro Malán.
Singer sostuvo que la mayor parte de los recortes se debió a “una equivocación del anterior gobierno, que subestimó los gastos públicos en casi 9.000 millones de reales (unos 2.500 millones de dólares)”. Pero aclaró inmediatamente que “no se harán recortes en los gastos sociales. Y ésta es la decisión políticamente importante”. Como para suavizar aún más el anuncio, el portavoz de Lula explicó que durante la reunión se trataron una serie de 14 medidas puntuales, entre ellas: la primera expropiación de tierras para la reforma agraria en su gobierno que asentará más de 5.000 familias de campesinos sin tierra en 203.000 hectáreas ubicadas en 17 Estados federados; la creación de una nueva secretaría de Estado, destinada a promover la igualdad racial en el país; y la instalación de 4.200 terminales de computadora en agencias de correo de casi 4.000 ciudades “para combatir la exclusión digital”.
“Si se intenta ocultar el sabor amargo de un recorte (presupuestario) tan violento con medidas puntuales, esas acciones no obtendrán éxito”, fue la respuesta en tono de declaración de guerra del diputado Lindberg Farías, uno de los exponentes de los “radicales” del PT. El legislador acusó a Lula de mantener la “política monetarista” de Cardoso. “Pero la diferencia es que Cardoso tenía aún el dinero de las privatizaciones para lograr un superávit primario. El actual gobierno no tiene ni siquiera eso”, dijo. Hace poco, el diputado Joao Batista Araujo había dicho que nombrar a Henrique Meirelles, ex presidente mundial de BankBoston, al frente del Banco Central “es lo mismo que designar a un vampiro para presidir el banco de sangre”.
Palocci se defendió el viernes diciendo que el aumento de la meta de superávit primario fue necesario para defender la economía brasileña de dos factores que la afectarán: la fuerte retracción de los flujos internacionales de inversión y el aumento de los precios del petróleo, ambos por la guerra que Estados Unidos planea contra Irak. Pero Heloisa Helena, una de las principales dirigente del ala izquierda del PT, ya dijo desde antes de la asunción de Lula que no iba a respetar la unidad del partido si para ello debía apoyar una política económica similar a la de Cardoso. O sea, que cabía la posibilidad de fracturar al PT en el Congreso, donde el ala izquierdista representa el 30 por ciento de las bancas, y donde el partido no tiene mayoría. La dirigencia del PT apenas consiguió, y muy trabajosamente, un acuerdo con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) para repartirse las presidencias del Senado y la Cámara de Diputados.
Tras el anuncio del viernes sobre el aumento de la meta de superávit primario al 4,25 por ciento, Lula se reunió con los principales dirigentes del partido para pedirles calma. Parece que tendrá que pedírsela más veces.