EL MUNDO › EL PAPA CERRó SU VISITA A BRASIL CON UNA MISA MASIVA A LA QUE ASISTIó LA PRESIDENTA CRISTINA KIRCHNER
El Papa le obsequió a CFK un par de medias y de zapatos para su nieto Néstor Iván. “Muchos predican que lo importante es disfrutar el momento. Que no vale comprometerse para toda la vida. Atrévanse a ir contracorriente”, les dijo Francisco a los jóvenes.
› Por Fernando Cibeira
Desde Río de Janeiro
El papa Francisco cerró ayer su primer viaje internacional con una misa ante más de tres millones de personas según los organizadores, cifra inédita para un evento en Río de Janeiro. El Papa insistió ayer en su pedido a los jóvenes que participaron de la Jornada Mundial de la Juventud para que “sean revolucionarios” y “vayan contracorriente”, entendiendo como la “corriente” a “la cultura de lo provisional”. La presidenta Cristina Kirchner estuvo junto a sus pares Dilma Rousseff y Evo Morales en el palco presenciando la ceremonia y después saludó al Papa, quien le obsequió un juego de zapatitos y medias para su nieto Néstor Iván. La Presidenta dijo sentirse emocionada por el gesto. “No me esperaba nunca que me diera un regalo”, reconoció.
En la calle era una sucesión interminable de jóvenes, envueltos en las banderas de sus países y con las remeras de colores que formaban parte del kit de los participantes de la Jornada. La panorámica desde el aire permitió dar otra dimensión a esa multitud jamás vista aquí, cuadras y cuadras atiborradas a lo largo de la avenida costanera de Copacabana, al fin de nuevo con sol. Como no podía ser de otra manera, antes de la misa hubo un nuevo recorrido en papamóvil, en el que Francisco hizo un alto para tomarse un mate que le ofrecieron al paso. Habrá que imaginar qué piensa el Papa de la exuberancia del catolicismo brasileño, tan lejos de la circunspección del argentino. De nuevo sobre el escenario hubo sacerdotes cantantes, coreografías de obispos y varios “¡Viva el Papa!” y “¡Viva Francisco!” como arenga al público previa a su salida. Cuando apareció, al Papa se lo veía más serio que en todo el viaje.
En su homilía, Francisco convocó a los jóvenes a difundir la religión “sin miedo”. Fue más enfático más tarde, cuando se despidió de los miles de chicos que con remeras amarillas habían actuado como voluntarios durante la Jornada. “Muchos predican que lo importante es disfrutar el momento. Que no vale comprometerse para toda la vida, hacer opciones definitivas, porque no se sabe lo que pasará mañana”, sostuvo ante los jóvenes, a quienes les preguntó si el matrimonio estaba pasado de moda. “No”, respondieron, obviamente, ellos. “Atrévanse a ir contracorriente, atrévanse a ser felices”, les dijo.
Terminada la misa en Copacabana, el Papa fue a saludar a los invitados especiales detrás del escenario. Cristina Kirchner se había trasladado temprano desde el tradicional Copacabana Palace al hotel donde la esperaba Dilma Rousseff, ubicado justo frente al altar. La Presidenta había llegado a Río de Janeiro la noche anterior con una comitiva en la que se destacaba el intendente de Lomas de Zamora y primer candidato a diputado nacional del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, Martín Insaurralde. CFK había adelantado sus acompañantes a través de Twitter mientras viajaba en avión y sufría por las turbulencias. Allí había comentado que Insaurralde le había pedido si podía viajar con su hijo más chico, Rodrigo. “¿Sabés qué pasa? Es el que más me acompañó, sufrió un montón”, le explicó. Insaurralde tuvo un cáncer del que se recuperó. Cuando llegó al hotel junto a la comitiva, respondió que viajaba por “motivos personales”.
Lo cierto es que Insaurralde se ubicó ayer al momento de los saludos a la izquierda de la Presidenta y pudo estrecharle la mano al Papa. Francisco fue saludando de a uno y cuando llegó a Cristina Kirchner la recibió con un “Felicidades, abuela”. “Ay, gracias”, reaccionó la Presidenta. “Es divino. No es que sea la abuela, ¿eh?”, bromeó ella. Había trascendido que el Papa había estado preguntando en los días previos por el nacimiento del hijo de Máximo Kirchner, pero se guardaba la sorpresa. A Dilma, a Evo, al siempre presente presidente de Surinam Desi Bouterse y al vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, les obsequió un rosario. A Cristina Kirchner le entregó un paquete dorado. “Dicen que hay que romper el papel, que trae buena suerte”, comentó la Presidenta mientras forcejeaba con el envoltorio. Cuando al fin lo desenvolvió quedó encantada con el juego de medias y zapatitos de color blanco. Se los mostró a todos. “Acá (Carlos) Zannini pregunta si las medias son de San Lorenzo”, trasladó la broma la Presidenta a Francisco. El Papa recibió como regalo un maletín de cuero, uno de sus símbolos. Ayer, no bajó del escenario de un acto por la tarde hasta que alguien le alcanzó el portafolios que había dejado detrás de una mesa.
Fueron las últimos intercambios antes de la foto grupal y la salida. El Papa se subió a un auto negro que lo llevó hasta su helicóptero. La Presidenta pasó por al lado con el regalito en la mano, se lo mostró también a los periodistas. “Me encantó todo, me encantó también que dijera que la Iglesia no es una ONG”, deslizó apenas sobre las frases del Papa. Terminada la misa, la Presidenta fue derecho al aeropuerto. Fue su única actividad en Río, más allá del diálogo que mantuvo con Rousseff, con actividad acotada por culpa de una gripe. Las dos sufrieron durante la misa el sol de frente. Primero se pusieron anteojos negros, después usaron un paraguas.
Cristina Kirchner ya se había encontrado con Francisco en marzo pasado, en el Vaticano, cuando viajó para su asunción. En aquel momento, como ayer, intercambiaron gestos de cortesía y mostraron mantener una buena relación pese a los cortocircuitos que acusaron en algún momento.
Después de estos actos a la mañana, Francisco tuvo varios más. Parecía que su actividad había concluido, pero siempre le quedaba otro discurso por dar. Mantuvo un encuentro sustancioso con los obispos latinoamericanos del Celam, en donde hubo algunas advertencias (ver página 5), luego el encuentro ya mencionado con los jóvenes voluntarios y, como cierre, la ceremonia de despedida en el aeropuerto. En todas sus actividades, los brasileños le demostraron devoción y parecía que siempre se interponía alguien más que se escapaba de la seguridad para saludarlo y recibir su bendición. Ni siquiera los funcionarios escaparon a la tentación: repartió saludos hasta la escalerilla del avión.
“Ya comienzo a sentir saudade”, dijo en la despedida, para alegría de los brasileños, que deliraron cada vez que utilizó términos locales, como cafezinho y cachaça. Debía despedirlo Dilma, pero en su lugar fue el vicepresidente, seguramente por culpa de la gripe. “El Papa se va, les dice ‘hasta pronto’, un ‘pronto’ ya muy nostálgico”, dijo Francisco antes de pedir que recen por él, el cierre habitual de sus mensajes. Brasil ya había quedado atrás, el test de popularidad aprobado.
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