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Josep Antoni Duran Lleida, el número dos de Convergencia i Unió (CiU), formación a la que pertenece el presidente catalán Artur Mas, y hombre clave para alcanzar un acuerdo con los soberanistas, anunció ayer que deja la cúpula de su fuerza política. En los últimos meses, el dirigente catalán había expresado públicamente sus discrepancias por algunas decisiones que adoptó el gobierno catalán en torno del referéndum convocado para el próximo 9 de noviembre. También criticó la posición de inmovilismo del jefe del Ejecutivo español, Mariano Rajoy, quien se opone frontalmente a la celebración de una consulta en Cataluña, que considera ilegal, sin aportar otras opciones. Otra conducta que tampoco le gustó a Duran Lleida fue la decisión de CiU de abstenerse en la votación de la ley de abdicación del rey Juan Carlos, lo que consideró una deslealtad del partido que dio apoyo a la monarquía en las últimas décadas.

No obstante, Duran Lleida aseguró en conferencia de prensa que su decisión no tiene nada que ver con estas cuestiones y menos concretamente con la consulta soberanista. “Nunca me he sentido ni mostrado incómodo con la consulta y el derecho a decidir”, subrayó. Su cargo será ocupado por Ramón Espadaler, actual consejero de Interior del gobierno catalán. Por su parte, Artur Mas afirmó que la salida de Duran Lleida fue acordada y negociada durante un año. “No siempre hemos estado de acuerdo, pero siempre nos pusimos de acuerdo en todo”, indicó Mas tras elogiar el trabajo de Duran Lleida.

El movimiento de Duran Lleida llega en un momento de máxima expectativa debido a la reunión que tienen previsto celebrar la próxima semana Mas y Rajoy para abordar el proceso soberanista de Cataluña, según confirmó el propio presidente catalán. En ese contexto, María Dolores de Cospedal, la secretaria general del Partido Popular (PP), el de Rajoy, sostuvo que la decisión de sentarse a hablar con CiU “no dependerá de una persona”.

La renuncia se produce luego de una sucesión de desencuentros entre Duran Lleida y Mas, que comenzó a mediados de septiembre de 2012, cuando el presidente catalán abrazó la bandera del independentismo. Tradicionalmente, CiU es una fuerza nacionalista catalana, de vertiente democristiana, y desde la transición democrática mantuvo una posición de diálogo y colaboración con los sucesivos gobiernos de España, siempre defendiendo y luchando por un mayor autogobierno, aunque sin plantear la independencia.