Martes, 23 de septiembre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › CON éL SE REAVIVAN LAS INTERNAS DE LA DERECHA
El retorno del ex presidente francés –según él, inevitable ante el caos– pone fin al vacío de liderazgo que sufre la derecha desde que perdió la presidencia en 2012, ante Hollande.
Por Eduardo Febbro
Desde París
El único suspenso que cabía esperar era la forma en que iba a hacerlo. El ex presidente francés Nicolas Sarkozy oficializó su retorno al combate político en tres soportes: el primero, digital, en Facebook; el segundo, impreso, en una entrevista; y el último, en la televisión. El presidente que se fue dejando un país en estado de convulsión, con reformas aplazadas y una deuda gigantesca, dijo que regresaba para salvar a Francia. “No tengo elección”, dijo el ex mandatario cuando evocó la situación de Francia y el “espectáculo humillante” que, según él, ofrece. Nicolas Sarkozy se vistió de salvador de la nación. Su retorno pone fin al vacío de liderazgo que sufre la derecha desde que él perdió la presidencia en 2012 ante François Hollande, pero también abre un denso frente de antagonismos entre Sarkozy y quienes aspiran a la candidatura presidencial en 2017.
Una guerra con tres frentes comenzó con su postulación: la lógica, contra los socialistas en el poder; la interna, por el control del partido que él mismo fundó, la UMP; y la guerra por la investidura para competir en 2017. “El partido para 2017 comenzó”, dijo el ex primer ministro Alain Juppé, uno de los más serios rivales de Sarkozy. El segundo rival de Sarkozy, su ex jefe de Gobierno entre 2007 y 2102, François Fillon, también sacó las primeras armas de la batalla cuando dijo “no soy afín a los salvadores, sino a las ideas”. Las que Sarkozy puso sobre la mesa, por ahora, son las de siempre, con el estilo que lo define: impetuoso, atropellador, impaciente, enérgico. Sus declaraciones fueron un ramo de contradicciones, de cifras aproximativas, de inexactitudes amparadas bajo el manto de la unión por encima de las ideologías y la “refundación” del modelo.
En esto, el ex jefe de Estado tiene quien lo ayude. Como los socialistas hicieron más o menos lo contrario de lo que prometieron, Sarkozy se pasea en la fractura de ese vacío. Las tres palabras claves del nuevo Sarkozy fueron “responsabilidad”, “unión” y “renovación”. Como siempre, Sarkozy reinstaló el tema de las fronteras. Es su canto de las sirenas predilecto ante la obsesión de un sector del electorado de que todos los problemas vienen de los acuerdos de Schengen, que permiten la libre circulación de los bienes y las personas. Para Sarkozy y sus electores, personas, en este caso, no quiere decir seres humanos normales, sino los amenazantes y tóxicos extranjeros. Esta vez, sin embargo, el ex presidente hizo sonar otra campana y se presentó no sólo como el hombre providencial del marasmo sino, también, como aquel que iba a sustraer al país de la tentación de la extrema derecha del Frente Nacional. “No quiero que mi país esté condenado a la única perspectiva de la humillación y el aislamiento, que es la del FN”, dijo el domingo. La tarea de Sarkozy es heroica: salvar a Francia y también a sus electores de la extrema derecha. Cabe recordar que Sarkozy calcó con lápiz afilado el discurso de la ultraderecha durante la fallida campaña para su reelección. Por lo pronto, el dirigente político evitó confrontar directamente con Hollande, pero hizo no obstante hincapié en esa idea tan adherida a la derecha que consiste en infundir miedo. “En 2008 –dijo–, la crisis del mundo entero se abatió sobre Francia. En 2014 es la crisis de Francia la que puede llevar a Europa a la quiebra.”
El camino de Sarkozy hacia su reelección está sembrado de obstáculos, a la vez políticos y judiciales. Media docena de investigaciones judiciales se levantan todavía entre él y su proyecto reeleccionista. En una de las causas por “tráfico de influencias”, “corrupción activa” y “revelación de secretos” ya fue imputado y detenido. Las otras conciernen a una supuesta contribución económica del ex presidente libio Muamar Khadafi a su campaña electoral de 2007, un asunto de contratos con una encuestadora, la financiación irregular de su campaña de 2017 y el caso del empresario Bernard Tapie. El obstáculo más serio es político. La quiebra económica, la guerra entre líderes, la falta de línea política definida y la corrupción dejaron a la UMP hecha añicos. Sarkozy debe reconstruir su partido, ganar la interna ante sus adverdarios y evitar a toda costa que el candidato para 2017 sea designado por un voto abierto, es decir, extensivo a quienes no son adherentes a la UMP. El problema está en que una mayoría de franceses lo rechaza y en su lugar prefieren a Alain Juppé. Sin embargo, dentro de la UMP, él es el más fuerte. Si la elección es únicamente interna, Sarkozy será el candidato. La UMP tiene una deuda de 80 millones de euros y arrastra tres años de hecatombes y calamidades internas. “Nunca mi familia política había estado tan dividida”, admitió Sarkozy el domingo. Sus dos adversarios internos, los ex primeros ministros François Fillon y Alain Juppé, optan por una fórmula que Sarkozy no acepta: un líder para el partido, otro como candidato presidencial. Pero Sarkozy apunta a los dos. Copar ahora la dirección de la UMP, cambiarle el nombre y postularse también como candidato en las primarias que se organizarán en 2016. Su estrategia de retorno es apenas naciente. La situación de Sarkozy es de una modernidad desoladora: la impunidad es la mejor bandera. No importan las derrotas, las mentiras, los juicios, la corrupción o las trampas. La conquista del poder no se detiene en esos detalles. Sus mejores aliados son los socialistas y el presidente Hollande. El mandatario bate cada semana un nuevo record de impopularidad. Por ahora, quien se lleva los beneficios es la líder de la extrema derecha, Marine Le Pen. Sarkozy tiene, para empezar su viaje, más rivales a la derecha que en la pálida socialdemocracia que lo derrotó hace tres años.
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