EL MUNDO › EL DIA DESPUES DE LA BOMBA QUE ESTALLO CERCA DE ARIEL SHARON
Fue en el Moment que nadie esperaba
Por S.G.
Los habitués de Café Moment quisieron llegar como si fuera una mañana cualquiera, pero el barrio ya no era el mismo desde el atentado suicida del sábado. Trabajadores de una brigada ultraortodoxa encargada de ayudar al entierro de las personas trepaban por los escombros y reunían pedazos de carne humana con guantes quirúrgicos. Once israelíes fueron asesinados aquí el sábado, convertidos en pedazos de carne por un suicida de Hamas que se colocó en medio de la gente que esperaba por una mesa en una noche donde los israelíes confiaban en tener el semblante de una vida normal. En una ciudad que pasó meses de bombas y disparos, el barrio de Rehavia permanecía, hasta ayer, como una isla de civilidad europea, y Moment era el lugar preferido para los israelíes liberales de entre 20 y 30 años (artistas, periodistas, profesionales), que se refugiaban de la religiosidad de la Ciudad Santa.
“Este es un segundo hogar para mí. Algunas semanas, vengo aquí todos los días”, dice Enrique Jaffe, un naturista que trabaja en un negocio cercano. “Pasé por aquí la noche del sábado, pero presentí que podía pasar algo en la ciudad, no aquí pero en algún lugar, así que busqué un lugar que tuviera más seguridad.” Dos de sus amigos están entre los muertos. También murió una joven que trabajaba en la Cancillería israelí. Hace una semana, un suicida palestino activó su bomba entre varias madres y niños minutos antes del cierre de las oraciones del sabbat, matando a nueve personas. Pero ocurrió en un barrio ultraortodoxo de Jerusalén.
Café Moment está casi enfrente de la residencia oficial del premier Ariel Sharon, que no estaba allí. Este es quizás el distrito más vigilado de Jerusalén Occidental, y la presencia de hombres con sacos militares, anteojos oscuros y auriculares creaba la sensación de seguridad entre los asistentes del café. Rehavia nunca ha sido un blanco de este tipo de ataques, y Moment tiene incluso su propia guardia, que escruta entre las carteras de las damas en la entrada. El ataque del sábado por la noche rompió con las ilusiones de seguridad. “Están cada vez más cerca cada noche. Tengo la impresión de que se acercan, y que uno no puede escapar porque de algún modo, en algún lugar, te van a agarrar”, dice Ariane Littman-Cohen, artista. Su cuñado es uno de los dueños de Moment.
En un barrio cercano a Rehavia, un puñado de pacifistas desplegaba sus pancartas. El sábado por la noche, una docena de ellos se reunieron en el Moment para ir a una manifestación del movimiento Paz Ahora frente a la residencia de Sharon, y volvieron para sus casas minutos antes de las 22.30, hora de la explosión. “Dudamos al principio, pero después decidimos tomar un café, y cuando llegamos a nuestras casas, vimos qué suerte tuvimos”, dice Arie Arnon, dirigente de Paz Ahora. “Sé que me pasó cerca, pero esto puede ocurrir en cualquier parte. De ambos lados, la cuestión es matar, sin importar quién está allí.”