Vie 14.11.2003

EL MUNDO

Un “11 de septiembre” italiano para forzar a Bush a un retiro de tropas

De visita en Washington, el presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, pidió la plena e inmediata aplicación de la resolución de la ONU en la que se prevé la devolución de soberanía a Irak.

Por Enric González*
Desde Roma

El presidente de la República Italiana, Carlo Azeglio Ciampi, planteó ayer al gobierno de Estados Unidos la necesidad de “una mayor y más directa implicación de la ONU en la posguerra iraquí”. Ciampi se reunió en Washington con el vicepresidente Dick Cheney y solicitó la “plena e inmediata aplicación” de la resolución 1511 del Consejo de Seguridad, sobre la devolución de soberanía a Irak y la constitución de un gobierno legítimo. En Roma empezaba a prepararse un solemne funeral nacional y una jornada de luto, el martes, para honrar a las 19 víctimas italianas del atentado de Nasiriya.
La visita del presidente Ciampi a Estados Unidos debía ser puramente protocolar. Comenzó, sin embargo, en un momento crítico, sólo unas horas después de que el ejército de Italia sufriera su jornada más negra desde la Segunda Guerra Mundial. El número de víctimas italianas ascendió ayer a 19, al declararse la muerte cerebral de un soldado de 22 años. El ataque terrorista contra la base italiana de Nasiriya, en el sur de Irak, causó la muerte a 27 personas: 12 carabinieri, cinco soldados, dos civiles italianos y siete civiles iraquíes. Ciampi aprovechó una breve reunión con el vicepresidente Cheney, en presencia del secretario de Estado, Colin Powell, para reclamar algo en lo que estaban de acuerdo tanto el gobierno de Silvio Berlusconi como la oposición de Olivo y Margarita: había que acelerar al máximo la transición política y ceder la autoridad a la ONU.
En Roma empezaba a escucharse con demasiada frecuencia la palabra “Vietnam”, no sólo en boca de la oposición, sino en los espacios radiofónicos de participación popular. El ministro de Defensa, Antonio Martino, que viajó a Nasiriya para visitar a los heridos e inspeccionar el escenario de la matanza, prefirió utilizar otra expresión: “Este ha sido nuestro 11 de septiembre –dijo–, lo ha cometido la misma gente, aquella contra la que luchamos”.
Martino aseguró que nada cambiaría en la misión italiana. Eso mismo garantizó el presidente del gobierno, Silvio Berlusconi, en una reunión del Consejo de Ministros. Pero el propio ministro de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, indicó que las cosas debían cambiar por la vía de la aplicación de la resolución 1511: “La resolución habla con gran claridad de una fuerza multinacional bajo mandato de la ONU y de una transición del poder”, indicó. Cheney no habló de la transición en su encuentro con Ciampi. Y Bush, que telefoneó a Silvio Berlusconi, se concentró en expresar su solidaridad y condolencia.
La oposición italiana, que fue contraria a la guerra y al posterior envío de tropas a Irak, no consideraba que fuera momento de hablar de retiradas. Sólo la izquierda radical exigía una repatriación inmediata. El debate político estaba, en realidad, suspendido hasta que concluyera el funeral por las víctimas, previsto para el martes. Pero tanto Olivo como Margarita, las dos principales fuerzas, querían que concluyera la “ocupación” dirigida por EE.UU. y que la misión italiana se adaptara, de forma urgente, a una situación mucho más cruenta de lo previsto. Y se disponían a lanzar una campaña de presión sobre el gobierno de Berlusconi a partir de la semana próxima.
Incluso la Iglesia Católica hizo sentir una voz crítica. El papa Juan Pablo II, que se opuso con firmeza a la invasión de Irak, rezó una oración, mientras el cardenal Roberto Tucci afirmaba que tras el atentado debía juzgarse de nuevo “todo el proceso de esta guerra: cómo fue decidida, iniciada, cómo parecía terminada y cómo se afrontó la posguerra, especialmente por parte de aquellos que más quisieron la guerra, los norteamericanos y los británicos”.
Los cuerpos de las víctimas deberían llegar a Italia el domingo o el lunes. En principio, el gobierno pensaba celebrar el martes unos funerales solemnes en la basílica de San Juan en Laterano o en la de San Pablo, las dos mayores y más augustas de Roma. Empresas y comercios deberían detener su actividad durante la ceremonia. No existía todavía garantía alguna, sin embargo, de que los restos de los muertos italianos pudieran ser repatriados antes del martes. El presidente Ciampi, que tenía previsto estar el mismo martes en Nueva York para reunirse con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, anticipó la cita al lunes para regresar a Roma y participar en la ceremonia.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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