EL MUNDO › OPINION
› Por Julieta Rostica *
Es la tercera vez que un presidente de Guatemala renuncia a su cargo no tanto por la resistencia popular, la cual es una constante en la historia del país a pesar de la durísima represión estatal infligida por años, sino por la confluencia de dos elementos determinantes: la movilización de la clase media urbana y el retiro del apoyo de allegados y amigos.
En 1920, la proclama de los estudiantes contra el gobierno de Manuel Estrada Cabrera, la convocatoria a una manifestación y la acción de la clase obrera urbana condujeron a la caída del régimen. Sin embargo, esto no hubiera sido posible sin la acción del Partido Unionista que logró una conciliación de intereses con la Asamblea Legislativa, servil al dictador, que lo obligó a renunciar.
En 1944, las movilizaciones protagonizadas inicialmente por la clase media urbana, a las que pronto se unieron los obreros, desencadenaron la caída de otro dictador. Pero Jorge Ubico solamente renunció cuando una de las peticiones estuvo avalada con 311 firmas de sus más allegados colaboradores y amigos.
En la actualidad, las coincidencias del pasado, a pesar de los años transcurridos, parecen reiterarse. Las enormes movilizaciones civiles y pacíficas que se desataron a partir el 25 de abril de 2015, cuando comenzaron a descubrirse reiterados escándalos de corrupción, consiguieron la renuncia de numerosos ediles, diputados, ministros y funcionarios del Partido Patriota, e incluso la de la vicepresidenta de la nación y la del ministro de gobernación. Sin embargo, el presidente Otto Pérez Molina no daba señales de dimitir de su cargo. El 21 de agosto, tras darse a conocer que el presidente era uno de los líderes de la estructura de defraudación aduanera, el Cacif, la cúpula empresarial, pidió la renuncia del presidente. El 1º de septiembre, la bancada del Partido Líder, a solamente cinco días de las elecciones generales, le dio la espalda. Los votos de los diputados del mismo partido de Otto Pérez Molina, el Partido Patriota, también fueron a favor de retirarle la inmunidad.
En los tres casos la clase media urbana apeló a la consigna de la no violencia y al uso de los mecanismos legales y democráticos para legitimar la renuncia de los presidentes. Son los mismos recursos democráticos a los cuales habían apelado los regímenes derrocados.
La mirada retrospectiva a los procesos iniciados en 1920 y en 1944 nos muestra que luego hubo cambios políticos importantes, pero que no lograron hacer saltar a las viejas estructuras y alianzas. A partir de 1945 las Fuerzas Armadas se profesionalizaron y se desprendieron del poder civil; desde 1954 Estados Unidos volvió a ejercer presiones determinantes en la política interna; desde 1957 la cúpula empresarial se nucleó en el Cacif. Estos tres poderes fueron juntos hasta la transición hacia la democracia y fueron los que abogaron por el triunfo electoral de Otto Pérez Molina.
Aparentemente, el partido FCN-Nación y el partido Lider serán los dos más votados en las elecciones de este próximo domingo. El humorista Jimmy Morales es el presidenciable por FCN-Nación, fundado en 2008 por la Asociación de Veteranos Militares (Avemilgua), la derecha más recalcitrante y aún “anticomunista” de Guatemala. Manuel Baldizón es un empresario con señalamientos de corrupción, con diez diputados que están siendo investigados por la Cicig y es quien ha sostenido a Otto Pérez Molina en su cargo hasta último momento.
Es hora de reflexionar sobre la democracia que se quiere para Guatemala y sobre las estructuras que la sostienen.
* Grupo de Estudios sobre Centroamérica-UBA/Conicet.
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