Martes, 13 de octubre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › ROUSSEFF Y SU GABINETE TRABAJARON SIN DESCANSO PARA IMPEDIR QUE LA OPOSICIóN INICIE HOY UN PROCESO DE IMPEACHMENT
La oposición intentará tener quórum para abrir la sesión y, si lo tiene, habilitar un proceso de juicio político contra la mandataria. Rousseff dijo que el oficialismo debe hacer valer la coalición con el PMDB en el Congreso.
Por Darío Pignotti
Página/12 En Brasil
Desde Brasilia
Lo único que se escuchaba ayer durante el feriado en Brasilia era el chirrido de las cigarras. A pesar de esa sensación de siesta nacional por el Día de la Virgen, favorecida por un calor de 34 grados, en el Palacio de Alvorada Dilma Rousseff y parte del gabinete trabajaron sin descanso en un plan para impedir que la oposición inicie hoy un proceso de impeachment (juicio político).
Dilma junto al jefe de la Casa Civil (gabinete), Jaques Wagner, el ministro de Gobierno Ricardo Berzoini y el de Justicia, José Eduardo Cardozo, todos del Partido de los Trabajadores (PT), finalizaron ayer la estrategia con la que esperan neutralizar el posible ataque golpista preparado por el presidente de Diputados Eduardo Cunha asociado a grupos opositores. Durante el fin de semana hubo otras dos reuniones en la residencia oficial de Alvorada en las que, además de ser analizada la estrategia política, se barajó, según trascendidos, la posibilidad de apelar ante el Supremo Tribunal Federal.
“Tenemos que tener mayoría en el Congreso, tenemos que hacer valer la coalición” con el Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), comentó la mandataria a uno de sus ministros del gabinete presentado hace ocho días. En el nuevo equipo de gobierno se amplió la presencia de ministros del PMDB justamente para que esa formación garantice la lealtad de sus congresistas en el Parlamento donde cuenta con la segunda bancada en Diputados y la primera en el Senado. Aun así una parte del bloque de legisladores pemedebista prefiere distanciarse de Dilma y subordinarse al titular de la Cámara Eduardo Cunha.
Miembro del PMDB, Cunha anunció hace tres meses su ruptura con el gobierno para asumir el rol de promotor del impeachment contra Rousseff. Al cruzar formalmente a las filas opositoras, el pemedebista Cunha pactó con el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), de Aécio Neves, derrotado por Dilma en el ballottage de octubre del año pasado.
El socialdemócrata Neves reiteró ayer su vocación destituyente prometiendo que se avecina “un nuevo tiempo para Brasil y los brasileños”. “Tengo la convicción de que estamos avanzando hacia la restauración del respeto a la ley, la ética y el bien común, hacia el fin de la era de la impunidad”.
El apoyo de Neves a Cunha para voltear a Dilma causa ruidos dentro del Partido de la Socialdemocracia cuyo líder, Fernando Henrique Cardoso, considera que ese entendimiento es temerario.
Más aún cuando la Justicia brasileña acaba de informar que recibió documentos de la Procuraduría de Suiza sobre cuatro cuentas secretas de Cunha abastecidas con dinero resultante de las estafas contra la petrolera Petrobras en el escándalo conocido como Petrolao. Las evidencias contra Cunha son prácticamente incontestables y su procesamiento por el Supremo Tribunal Federal ocurrirá en el corto o medio plazo.
Los fiscales suizos descubrieron y probaron como Cunha gozó durante años de la “dolce vita” costeado con dinero manchado de petróleo.
Con los más de 5 millones de dólares lavados en Suiza, el diputado Cunha, mentor de un proyecto de ley en defensa de la familia al estilo evangélico (religión de la que practicante) pagó a su esposa, una ex conductora de noticieros de la TV Globo, sus clases de tenis en una academia de Miami.
Frente a semejante caudal de pruebas la bancada del PSDB, de Neves y Cardoso, pidió en una nota a Cunha que deje la titularidad de Diputados.
Una demanda más protocolar que política pues según versiones de varios medios Cunha y los enviados de Neves continuaron negociando el fin de semana como coordinarse hoy para aprobar el pedido de impeachment redactado por Helio Bicudo, un jurista de 93 años, que hace diez rompió con el PT, el partido de Dilma y Lula da Silva.
Dilma, sus ministros y el PT intentarán impedir que los congresistas de Cunha y Neves tengan quórum para abrir la sesión y si lo logran que no cuenten con mayoría simple para votar la “admisibilidad” del impeachment. La “admisibilidad” permitiría formar una comisión legislativa que decidirá si los argumentos justifican procesar a Rousseff, y si esto ocurriera el caso volverá al recinto donde necesitará de mayoría especial para que el enjuiciamiento sea iniciado.
Ayer las apuestas en Brasilia mostraban un virtual empate entre quienes se inclinaban por un triunfo opositor y los que confiaban en la victoria oficialista.
En cambio la mayoría de los observadores coincidían en que Cunha al motorizar el impeachment se comporta como alguien acorralado por la Justicia y que apuesta a desatar una conmoción política e institucional, que la presidenta Dilma comparó con el “golpe democrático a la paraguaya” que derribó a Fernando Lugo en 2012.
Si la bancada golpista aprueba la “admisibilidad” este martes será recordado como una fecha negra, quizá la más, de los cuatro años y 10 meses de gobiernos de Dilma, y uno de los momentos más adversos de los cuatro mandatos del PT iniciados en 2003 con el primer gobierno de Lula.
La embestida destituyente comenzó a poco de que Dilma fuera reelecta en octubre de 2014, continuó con las movilizaciones multitudinarias iniciadas en febrero pasado y luego con el anuncio de Cunha de que rompía con el gobierno realizado el 17 de julio, durante la Cumbre del Mercosur en Brasilia. Ese viernes, luego de la reunión del grupo sudamericano, Dilma recibió en Alvorada a su colega Cristina Fernández con quien habló durante casi dos horas de varios temas, incluso de la avanzada destituyente.
Hoy, cuando Cunha y sus socios del PSDB intenten perpetrar un ataque a la democracia en el Congteso, a 500 metros de allí, en el Palacio del Planalto Dilma se encontrará con el candidato presidencial argentino Daniel Scioli.
La visitas, hoy, de Daniel Scioli y del secretario general de Unasur, el ex mandatario colombiano Ernesto Samper, significan un respaldo internacional importante para una presidenta elegida por 54,5 millones brasileños y una señal para quienes buscan arrebarle el gobierno por asalto.
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