Lunes, 14 de diciembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › EN EL BALLOTTAGE DE AYER EN FRANCIA, EL FRENTE NACIONAL NO GANó NINGUNA REGIóN
La movilización del electorado y la eficacia del llamado Frente Republicano desbarataron los sueños del partido extremista de conquistar poder regional. La derecha ganó siete regiones y los socialistas cinco.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Las ambiciones hegemónicas de la extrema derecha francesa no pasaron el muro de la voluntad popular. La segunda vuelta de las elecciones regionales celebradas ayer no confirmaron el resultado espectacular que el partido de ultraderecha Frente Nacional había obtenido en la primera, donde, con poco más del 27 por ciento de los votos y a la cabeza en seis regiones, se izó como el primer partido de Francia delante de os Republicanos del ex presidente Nicolas Sarkozy y de la actual mayoría socialista. El pasado 6 de diciembre, el FN se quedó con la opción de ganar tres regiones francesas. La apuesta de su líder, Marine Le Pen, no prosperó. La movilización del electorado –más del 60 por ciento de participación– y la eficacia del llamado Frente Republicano desbarataron los sueños del partido extremista. Sin embargo, la derrota es a medias. El Frente Nacional marcó ayer otro hito histórico con un porcentaje por encima del 30 por ciento de los votos, el más abultado jamás conseguido hasta ahora. La derecha y el centro se ubicaron en primer lugar con el 40,6 por ciento de los votos y los socialistas en tercero, con 27,78 por ciento.
Si bien la ultraderecha de Marine Le Pen perdió en dos importantes regiones que estaban a su alcance, Nord-Pas-de-Calais-Picardie y Provence Alpes Côtes d’Azur, esta corriente certificó su protagonismo central al tiempo que se introdujo como fuerza política dominante en el medio de los dos ejes de gobierno, el socialismo y los conservadores. El bipartidismo es hoy un dato del pasado. La derecha de Los Republicanos, beneficiada por el retiro de las listas socialistas allí donde la extrema derecha tenía posibilidades de ganar, se ubica también como una fuerza de mucho alcance frente a un socialismo que sale mucho menos moribundo de lo que parecía. Para el PS, la poción tiene un doble gusto: dulce y amargo. Dulce porque a pesar de los pronósticos y de haber perdido la región de París, el PS no se fue al abismo. Amarga porque en regiones que controló durante años, Nord Pas de Calais por ejemplo, no habrá ningún socialista en las asambleas regionales. En total, la derecha ganó siete regiones y los socialistas cinco.
El sobresalto ciudadano habrá servido únicamente para que el FN no controle dos o tres regiones, no para detener su implacable y constante avance. Existe, de hecho, una clara mayoría opuesta a lo que se consideran los partidos de la casta que vota por la extrema derecha. Además de la inmigración, el anti islamismo y su frontal crítica de la construcción europea, el Frente Nacional ha ido constituyendo en torno a él lo que el analista y presidente de la empresa de encuestas de opinión Viavoice, François Miquet-Marty, llama “una contra sociedad”. El votante de la ultraderecha se sitúa fuera de la casta en una suerte de clase baja que mira con horror a los de arriba. Esa “contra sociedad” es, según Miquet-Marty, “une sociedad completa que entra en secesión en el seno del mismo país y se define con su propia sociología, con su propia economía, con su propio pensamiento y visión del mundo”. Se trata de un sólido núcleo social obsesionado por el sentimiento según el cual “los de arriba” imponen las obligaciones que limitan la vida cotidiana. François Miquet-Marty explica que es esa “sociedad de abajo” la que entró en disidencia con la próspera “sociedad de arriba”. Esta análisis explica de forma más amplia que los comunes argumentos como el racismo el crecimiento permanente de le extrema derecha francesa.
La respuesta republicana evitó un oprobio mayor y le dio al PS un poco de oxígeno. Sin embargo, tal y como lo observaban varios analistas, lo que los socialistas evitaron perder no se debe a que sus ideas despertaron algún entusiasmo, sino al hecho de que sus electores se desplazaron para impedir que el Frente Nacional se quedé con las regiones. Victoria a medias, fracaso a medias. Sin el espectro de ese mal, el PS, por si sólo, habría quedado aplastado. El primer ministro francés, Manuel Valls, apostó por esa carta del espantapájaros de la ultraderecha y ganó parte de la apuesta. Victoria triste, si se quiere, porque carece de entusiasmo o de adhesión a un partido desdibujado, decepcionante e incapaz de representar una idea de país o de futuro. Las grandes ideas también parecen pertenecer a la museología de la democracia. Valls declaró que no se podía hacer gala “de ningún alivio, de ningún triunfalismo, de ningún mensaje de victoria. El peligro de la extrema derecha no ha sido apartado”. Y no se equivoca. Lo que resulta obvio es también que será el Frente Nacional quien definirá la posiciones de los partidos en las elecciones presidenciales de 2017. La derecha de Los Republicanos, sobre todo su líder, el ex presidente Nicolas Sarkozy, está convencida de que la victoria se juega arando la tierra de la extrema derecha. El FN es así un exitoso elemento contaminante de todo el sistema democrático, al que denuncia sin descanso. Al justificar la derrota de ayer, Marine Le Pen habló de “un sistema agónico” que salvó su cabeza con una “campana de calumnias decidida en los palacios dorados de la República”. Se trata de un claro ejemplo de la última versión del discurso frentista que opone a una Francia de “abajo” con la de “arriba”, la de los palacios, la Unión Europea, las finanzas y la globalización contra la del pueblo. La líder del FN recalcó que el “abismo” entre la izquierda y la derecha había dejado de existir para ser reemplazado por otro, el que separa “a los mundialistas de los patriotas”. El tributo pagado para evitar que la ultraderecha controle las regiones ha sido alto. Por primera vez en la historia, el propio jefe del Ejecutivo socialista salió a pedir que los electores votaran por los candidatos de la derecha como forma de antídoto ante la avalancha de los frentistas. Nada puede ser más triste que la frase pronunciada por el actual Primer Secretario del PS, Jean-Christophe Cambadélis, cuando evocó las regiones ganadas anoche por el PS: “Esto es un éxito sin alegrías”, dijo.
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