Martes, 19 de abril de 2016 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Juan Manuel Karg *
Finalmente se activó el golpe institucional en Brasil, con el voto de 367 diputados que definieron avanzar en el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff. Es una mala noticia para América latina y el Caribe: sumerge en la inestabilidad política al país más importante del continente, que ya venía sufriendo fuertes embates económicos. Pero tiene un recorte que sobrepasa a la región: si los “golpes institucionales” de Honduras (2009) y Paraguay (2012) fueron contra el ALBA y el Mercosur, respectivamente, el embate de Brasil se orienta contra los Brics y los emergentes, en un momento verdaderamente convulsionado de la economía internacional, donde un bloque de países puja por el control del comercio global frente a los EE.UU. y la UE.
Ahora el trámite será el siguiente: el Senado deberá aprobar por mayoría simple el inicio del proceso de impeachment en esa cámara, tras lo cual Dilma será apartada 180 días del cargo hasta que dos tercios de los senadores voten su apartamiento final. De esta forma, Michel Temer, un político que apenas tiene uno por ciento de los votos de cara a 2018 y cuya imagen negativa asciende a 61 por ciento, de acuerdo a la encuestadora Vox Populi, arribará a Planalto gracias a una combinación de factores fríamente planificados con antelación: erosión mediática, disputa callejera, presión empresarial y zarpazo institucional. Finalmente las “nuevas derechas”, tan embellecidas desde algunos espacios académicos y periodísticos, terminaron actuando de la forma más rancia, dejando caer sus verdaderas intenciones destituyentes.
Un ejemplo concreto sirve para ilustrar quienes aprobaron el impeachment: de los 38 diputados que en la Comisión de Impeachment aprobaron elevar a la Cámara la votación, 35 tienen casos de corrupción que son investigados. Ahí anida una certeza: con Temer en la presidencia, aquel historial será barrido bajo la alfombra. Se mostrará la cabeza de Dilma, paradójicamente no implicada en Lava Jato, para intentar cerrar una causa que mayormente implica a los partidos tradicionales del sistema brasilero. Por ello la sobreactuación de algunos diputados, que bajo el grito de “Fora PT, Fora Dilma, Fora Lula” escondían sus verdaderas intenciones: cerrar el capítulo de Lava Jato e intentar maximizar las ganancias de los grandes grupos empresariales nucleados en la poderosa Fiesp, que saludó vertiginosamente el inicio del golpe.
Pero hay otro factor que analizar: el PT, la CUT y el MST, como tridente que nucleó las movilizaciones frente al impeachment, tiene una fuerza social nada despreciable para un momento como el actual. Además, reúnen al dirigente que tiene la intención de voto más fuerte de cara a 2018: nada menos que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. ¿Que ensayará un gobierno de Temer en relación a Lula? ¿Intentarán, envalentonados por la victoria temporal, presionar al legislativo para que avance la inhabilitación del pernambucano o incluso su detención provisoria? No hay que descartar ningún escenario, aunque la derecha debería saber que un escenario así incluso podría repotenciar el lanzamiento del ex sindicalista rumbo a las próximas presidenciales.
Resta saber, por último, que harán las instancias de integración regional frente al nuevo escenario en curso. El vicepresidente del Parlasur, Daniel Caggiani, del MPP-Frente Amplio de Uruguay, ya declaró que cree que su país debe abogar por la implementación de la Carta Democrática de Mercosur y Unasur en caso que el Senado avance en el golpe institucional. ¿Qué significaría en concreto? Pedir el apartamiento temporal de Brasil de ambas instituciones, algo que sucedió con el Paraguay de Franco tras el “golpe institucional” a Lugo. Temer debe ahora jugar su carta externa: disimular el zarpazo bajo la óptica de un juicio político tradicional, ayudado por algunos medios concentrados de la región y el mundo. El revanchismo explícito expresado en algunos votos a favor del impeachment –particularmente de los diputados ultraderechistas Eduardo y Jair Bolsonaro, quienes dedicaron su voto al torturador de Rousseff– le hará verdaderamente difícil esa tarea.
* Politólogo UBA. Analista Internacional.
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