EL MUNDO › LAS ESTRATEGIAS DEL GRAN AYATOLA
El elemento Sistani
Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
En una casa modesta en una angosta callejuela en la ciudad sagrada de Najaf, está sentado un líder islámico de 73 años con una barba blanca, cuyas opiniones pueden determinar el éxito o fracaso de los planes de Estados Unidos para Irak. El Gran Ayatolá Ali Sistani, el líder más influyente de los chiítas de Irak, está exigiendo una elección para que los iraquíes puedan elegir democráticamente la asamblea y el gobierno a los que Estados Unidos entregará el poder soberano el 30 de junio. Estados Unidos y el Consejo Gobernante iraquí nombrado por Estados Unidos afirman que no es el momento de organizar una elección. Quieren seleccionar miembros para una asamblea a través de un complejo sistema de asambleas regionales. Los críticos dicen que Estados Unidos y sus aliados locales simplemente quieren controlar la composición del nuevo gobierno iraquí.
La repetida negativa de Sistani de darle su bendición al proceso político ideado por EE.UU. es lo que ha hecho que Paul Bremer, el principal funcionario civil de Estados Unidos en Irak, viajara a Washington a discutir las objeciones del líder chiíta con el presidente George Bush en la Casa Blanca ayer. Bremer y su vice británico en la Autoridad Provisional de la Coalición se reunirán luego con una delegación del Consejo Gobernante de Irak para ver al secretario general de la ONU, Kofi Annan, el lunes en Nueva York. El entusiasmo de Bremer y del Consejo Gobernante por conseguir el apoyo de Ali Sistani y de la ONU demuestra los temores que tienen a que los iraquíes vean a la nueva asamblea y al gobierno que seleccione como títeres de las potencias ocupantes. El gran atayolá se ha negado a moverse, a pesar de los ruegos del Consejo Gobernante el domingo pasado, de su postura que “cada iraquí debe tener derecho a votar”. También –y crucialmente desde el punto de vista de EE.UU.–, ha dicho que un nuevo gobierno iraquí debe poder gobernar, se queden o no las tropas ocupantes.
Estados Unidos se enfrenta a un serio dilema. En los meses después de la caída de Bagdad, Sistani no llamó a la resistencia contra la ocupación. Su neutralidad ha sido importante para asegurar que la guerra de guerrillas contra Estados Unidos y sus aliados no se extendiera a los distritos chiítas de Irak. Sistani dijo a sus seguidores que podían cooperar con Estados Unidos, pero al final de cada discusión con un funcionario estadounidense deberían preguntar: “¿Y cuándo se van ustedes los estadounidenses?” La fuerza de la postura de Sistani fue demostrada esta semana cuando entre 20.000 y 30.000 manifestantes marcharon a través de Basora, que suele ser una ciudad políticamente pasiva, exigiendo elecciones de “un hombre, un voto” en mayo. Los manifestantes gritaban, “¡No a América! ¡Estamos con Sistani!”, “El colonialismo no es libertad!” y “¡Sí, sí a Sistani! No, no a un nombramiento en lugar de elecciones”.
No hay dudas sobre la influencia de Ali Sistani. Nacido en la ciudad santa iraní de Mashad, comenzó a estudiar el Corán a los cinco años de edad y luego se mudó a Qom como estudiante. En 1952 vino a Najaf donde estudió con el clérigo chiíta más importante del momento, el Gran Ayatolá Iman Abdul Qassim al-Khoei. Como al-Khoei, y a diferencia del ayatolá Jomeini en Irán después de la revolución, Sistani creía en una “más tranquila” tradición del chiísmo bajo el cual los clérigos no tratarían de tomar el Estado. Después de la muerte de Al-Khoei, y luego bajo arresto domiciliario por Saddam Hussein, Sistani se convirtió en 1992 en jefe de los Hawza, una red de escuelas religiosas en Najaf, lo que lo volvió el más importante de los líderes chiítas. No se opuso activamente a Saddam Hussein, manteniendo un bajo perfil. Otros líderes chiítas que se opusieron resultaron muertos, como Mohammed Baqr al-Sadr en 1999. Sayed Majid al-Khoei y Mohammed Baqr al-Hakim, dos influyentes líderes chiítas, fueron asesinados el año pasado. No hay duda de que Sistani quiere que Irak sea un Estado islámico, aunque probablemente no de tipo teocrático como en Irán. Sistani teme que una vez más los chiítas sean robados de sus poder como lo fueron bajo los otomanos, los británicos, la monarquía y Saddam Hussein. En junio del año pasado, Sistani emitió una fatwa, o resolución religiosa, diciendo que aquellos que redactaron la constitución iraquí debían ser elegidos. Les tomó tiempo a Bremer y a la Autoridad Provisional de la Coalición darse cuenta de que era en serio y que sin su aprobación sus planes fracasarían. Una vez más Sistani tiene la carta de triunfo.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.