Miércoles, 31 de agosto de 2016 | Hoy
EL MUNDO › RENUNCIó EL MINISTRO DE ECONOMíA DE FRANCIA Y ES CANDIDATO PARA LAS PRESIDENCIALES DE 2017
Con Emmanuel Macron, ahora ex ministro, ya son cuatro los ex miembros del Ejecutivo francés que buscan impedir que François Hollande, el actual presidente, se presente a su reelección como candidato de los socialistas, en los comicios del año próximo.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Las ambiciones presidenciales de los integrantes del Ejecutivo francés rompieron la unidad del gobierno lo mismo que, semanas antes, habían sembrado fracturas en el seno de la izquierda. El presidente francés, François Hollande, perdió a una de las figuras más emblemáticas del gobierno de Manuel Valls: Emmanuel Macron, el ahora ex ministro de Economía y Finanzas. Con él, ya son cuatro los ex miembros del gabinete del presidente que buscan impedir que el actual jefe del Estado vuelva a presentarse en las elecciones presidenciales que se celebrarán en los primeros cuatro meses de 2017. La consigna parece ser “disparen contra el jefe”. Emmanuel Macron es un reformista liberal que el pasado 19 de agosto dijo: “La honestidad me obliga a decirles que ya no soy socialista”. Antes, cuando el pasado 6 de abril lanzó su movimiento político En Marcha para competir en las elecciones presidenciales, se había definido primero “ni de izquierda ni de derecha” y, luego, “de izquierda y de derecha”. Este dirigente político bucea para inventar un espacio que lo libere de las etiquetas, es decir, de las necesarias definiciones. Su narrativa política es vaporosa e intenta por todos los medios convencer a un electorado huérfano de que la diferencia ya no pasa más por la izquierda o la derecha sino por “los progresistas y los conservadores”. Todo su discurso tiene el envoltorio de la idea blanda del ex primer ministro británico Tony Blair quien, a finales de los años 90, inventó la infructuosa “tercera vía”. Emmanuel Macron proviene de la Banca Rothschild y se lo ha calificado como un “social liberal sin complejos”.
Su demisión no es una sorpresa en la medida en que, alentado por los sondeos de opinión, había osado desafiar al gran jefe, proclamar el fracaso del gobierno y lapidar a la izquierda con apenas 38 años, 23 meses como ministro, sin ningún mandato electivo y sin apoyos partidistas. Su única arma ha sido la popularidad. Según declaró luego de anunciar su renuncia, su gesto se inscribe en “una nueva etapa” de su “combate”. Macron vuela sobre las nubes de la decepción y del permanente ocaso de los partidos como representantes de la sociedad, alimento de ideas y diseñadores del porvenir. En un contexto así, los francotiradores tienen alas extensibles y ambiciones muy altas. Las encuestas lo ubican como el ministro con más puntos dentro del gabinete y, además, lo ponen por encima del actual primer ministro Manuel Valls y del mismo presidente en la hipótesis de que sea candidato y haya un enfrentamiento izquierda/derecha en las urnas. El tiempo corre y es corto: las primarias de la izquierda están previstas para enero de 2017 y las de la derecha para noviembre de este año. Por ahora, no ha planteado ninguna ruptura novedosa. La prometió para el otoño europeo y su propuesta se ha limitado a convocar a todos aquellos que anhelan “cambiar el país” y “comenzar a escribir una nueva historia”. Su posicionamiento ha sido de los más típicos: un marketing político cuidadosamente diseñado, videoclips, música, globos mediáticos al mejor estilo de Mauricio Macri y sonrisas de vendedores de la marca de la manzana. Resulta paradójico pero el renunciante ministro no es un militante del Partido Socialista y, encima, sus mejores relaciones las mantiene con las patronales. El PS y la izquierda en general repudian su ambivalente centrismo liberal.
Al Partido Socialista y a la izquierda en general le ha salido un nuevo sepulturero y al primer ministro un rival en la disputa por la herencia de François Hollande. En cuanto al mismo Hollande y su empeño de ganar una reelección en 2017, la lista de candidatos “aliados” que le salieron al paso se amplía cada semana. Con Emmanuel Macron, ya son cuatro los ministros hollandistas que aspiran a competir en las primarias que debe organizar la izquierda para designar un candidato: la ex ministra de la Vivienda, Cécile Duflot (Ecologista), el ex ministro de Economía y reactivación productiva, Arnaud Montebourg (PS), el ex ministro de Educación, Benoît Hamon (PS). A ellos se les agrega la candidatura de un líder influyente de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, líder del Partido de Izquierda. Las corrientes de la izquierda han emprendido una batalla campal contra el mandatario. Tres ex ministros de François Hollande, Hamon, Duflot y Montebourg, allegan que resulta imposible respaldar al mandatario debido a la lista impresionante de retrocesos que protagonizó durante su mandato. Es cierto que entre el hombre que accedió a la presidencia diciendo que su “enemigo” era “la finanza” y el que luego asumió el poder, hay un abismo que se tragó al PS y el entusiasmo de los militantes más fieles. Arnaud Montebourg, el representante del ala más dura del PS, dijo que la presidencia de Hollande había sido “un desperdicio, una ocasión perdida” y que, en esas condiciones, le pedía al presidente que reflexionara sobre “su debilidad inédita e histórica”. Otros, como su ex ministro de Educación, Benoît Hamon, declaran que el jefe del Estado “ni siquiera intentó aplicar una política de izquierda”.
Los progres se armaron para autocombatirse con el riesgo de que, en 2017, se vuelva a producir la hecatombe del 2002. En ese entonces, la multiplicación de las candidaturas de izquierda debilitó al primer ministro Lionel Jospin durante la primera vuelta de las presidenciales. Jospin fue eliminado y la segunda vuelta la terminaron disputando el presidente Jacques Chirac y el fundador de la extrema derecha del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen. La derecha francesa está en orden de batalla para designar a su candidato en noviembre y la extrema derecha goza de una, hasta ahora, imparable dinámica ascendente. La izquierda se sigue inscribiendo en la misma estrategia suicida que asumió cuando en 2012 ganó la presidencia luego de tres derrotas consecutivas. Ha dejado en el camino un tendal de desengañados y francotiradores que husmean el intersticio del hartazgo y el fin de los sueños. Todo se vuelve posible.
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