Mar 14.05.2002

EL MUNDO  › RUSIA SALE PERJUDICADA DEL DESARME ANUNCIADO AYER

Acuerdo de EE.UU. con EE.UU.

George W. Bush logró todo lo que quería, y Vladimir Putin sólo migajas simbólicas, de un nuevo acuerdo de desarme nuclear.

Por Ian Traynor y Julian Borger *
Desde Moscú y Washington

Rusia y Estados Unidos anunciaron ayer un tratado para recortar dos tercios de sus arsenales nucleares en una década. El pacto –fraguado en términos dictados casi totalmente por Washington, salvo que le permite al Kremlin alardear de que forzó a la administración Bush a formalizar su primer compromiso internacional– se firmará la semana que viene cuando el presidente Bush visite Rusia para una cuarta cumbre con el presidente Vladimir Putin. Después de semanas de frenéticas conversaciones y señales de que ambos lados seguían contradiciéndose en detalles cruciales, Bush declaró que el tratado era un hecho y Putin expresó su satisfacción.
“Este tratado liquidará el legado de la Guerra Fría”, declaró Bush. El nuevo tratado se compromete a un corte en arsenales de los actuales niveles de 6-7000 ojivas nucleares a entre 2200 y 1700, aunque Estados Unidos, determinado a mantener la máxima flexibilidad, insistió en guardar más que destruir muchas de las ojivas. Los términos precisos del tratado final no fueron revelados, pero claramente se trata de un triunfo para una Casa Blanca operando desde una posición de abrumadora fortaleza y sólo una victoria “virtual” para Putin que necesita mostrar algo en compensación por sus concesiones geopolíticas a Estados Unidos desde el 11 de septiembre. Un alto funcionario de Estados Unidos dejó en claro que, aparte del hecho de haberse sometido a un tratado legalmente vinculante, Washington no había hecho concesiones, puesto que el acuerdo no obliga a la administración Bush a ir más lejos que los recortes unilaterales ya acordados.
El tratado no requeriría el desmantelamiento de las ojivas nucleares o la liquidación de bombarderos, submarinos y silos misilísticos, pero el funcionario dijo que algunos eran tan viejos que tendrían que ser destruidos. La insistencia de Estados Unidos en mantener en reserva las ojivas removidas fue un punto urticante clave. Los expertos en control de armas rusos y norteamericanos dicen que esta autorización de reservas quita al acuerdo gran parte de su sentido. Los críticos rusos pidieron a Putin que abandonara el tratado, diciendo que “ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo”. El tratado fue anunciado primero en Washington y pareció dejar a los funcionarios rusos en medio de la confusión. En Moscú, el canciller Igor Ivanov se negó a brindar detalles, mientras que Putin emitió una breve declaración diciendo: “Estamos satisfechos con el trabajo en conjunto”.
La principal concesión de Estados Unidos es que el acuerdo es un tratado formal y legalmente vinculante, como querían los rusos y era resistido por la Casa Blanca, ya que el tratado deberá ser ratificado por dos tercios del Senado, controlado actualmente por la oposición demócrata. El primer tratado vinculante internacional firmado por Bush le permite a Putin desfilar como su igual. Pero si la forma es una victoria para Putin, el contenido no lo es. El tratado tiene sólo tres páginas, deja libre a Estados Unidos para reubicar y redesplegar las ojivas de reserva; el conteo de los arsenales nucleares parece estar en los términos que quiere Estados Unidos y la posibilidad de que acuerde destruir cualquiera de sus sistemas de transporte de armamentos parece mínima.
Putin no puede darse el lujo de mantener el viejo arsenal soviético, que hace tiempo tenía pensado reducir a cerca de 1500 ojivas, y necesitaba que eso se lograra en tándem con Estados Unidos. La ceremonia en el Kremlin la semana que viene es la retribución norteamericana a Putin por no poner trabas y por su ayuda en la guerra contra el terrorismo. Pero Putin se enfrenta a una resistencia en Moscú por su línea pronorteamericana, y las sospechas contra él de las elites de política exterior, seguridad y militares sólo se reforzarán por el tratado.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère

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