EL MUNDO › LOS SONDEOS A BOCA DE URNA DABAN EMPATE ENTRE LOPEZ OBRADOR Y CALDERON
Las elecciones más reñidas en la historia de México no se habían definido anoche. Las cifras eran tan estrechas que los medios de comunicación no se animaban a pronosticar un ganador. López Obrador se mostraba optimista, había convocado a un acto en el Zócalo. Las encuestas provinciales mostraban un país partido en dos.
› Por Darío Pignotti
Desde México D.F.
México se acostó con el corazón en la boca. Ningún candidato había logrado suficiente diferencia de votos como para ser consagrado presidente del país azteca en la noche de ayer. La paridad entre el centroizquierdista Andrés Manuel López Obrador y el conservador Felipe Calderón Hinojosa era tal que la principal cadena mediática mexicana, Televisa, no quiso arriesgar un resultado.
A las 20 horas (22 horas de Argentina) el conductor televisivo Joaquín López Dóriga confirmó lo apretado de la elección y dejó la responsabilidad de dar una tendencia al Instituto Federal Electoral, el organismo público que esta madrugada tenía previsto divulgar un relevamiento de unas 7000 mesas electorales representativas de las más de 130.000 en las que estaban registrados 71,3 millones de electores, el segundo mayor contingente de Latinoamérica.
Según pudo saber Página/12, la sospecha de que el resultado sería cerradísimo ya flotaba desde media tarde en los centros de operaciones del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido de Acción Nacional (PAN), de Calderón Hinojosa.
En esos dos cuarteles generales el ambiente comenzó a ganar efervescencia poco antes de las 20 horas, cuando Felipe Calderón Hinojosa arribó a la sede nacional del PAN, donde se lo esperaba con bocinazos y aplausos. Poco después, en una camioneta, López Obrador llegó a un hotel del Paseo Reforma donde se apostó su equipo de campaña. Los perredistas no podían ocultar cierto abatimiento dado que las últimas encuestas les auguraban dos puntos de ventaja. Poco después, Obrador dejó el lugar en un convoy de autos escoltados y hablando por celular, con gesto severo. De todos modos, insistían en que sus chances continuaban intactas y anticipaban que iban a defender cada voto y cada acta, recordando el dictado mexicano de que “acta mata voto” acuñada durante las décadas de fraude cuando los fiscales regionales solían adulterar la documentación de cada urna. El candidato del PRD dijo que estaba adelante en la votación y citó a sus seguidores esta madrugada al Zócalo, donde planeaba dar un discurso para mantener alta la moral de su tropa.
Una de las claves del resultado sería la opción por el voto útil, con lo cual viejos electores del Partido Revolucionario Institucional, PRI, que perdió las presidenciales de 2000 luego de 72 años ininterrumpidos en el poder, se habrían volcado hacia los dos postulantes con más aspiraciones.
Por lejos las de ayer fueron las elecciones de resultado más incierto de la historia nacional.
El domingo electoral comenzó bien temprano. El primero de los candidatos en ir a votar fue Andrés Manuel López Obrador. Conocido por sus conferencias de prensa diarias a las 6 de la mañana, cuando gobernó el DF, el representante del PRD llegó antes de las 8 a una casilla electoral de Copilco, barrio donde tiene un sencillo apartamento. Con campera de cuero oscuro con cuello claro, “AMLO”, como lo llama la prensa, debió aguardar, junto a sus tres hijos varones, que los fiscales acomodaran las urnas de cartón para recién entonces sufragar.
Después de las 11 emitió su voto Felipe Calderón Hinojosa, con saco pero sin corbata. Lo hizo en la elegante colonia Las Aguilas, junto a su esposa Margarita. Al contrario de López Obrador, que prefirió limitarse a un saludo a los periodistas, el referente conservador hizo declaraciones. “Hoy es el día del ciudadano”, anunció, y pronosticó una alta votación, lo que en teoría podría favorecer sus chances si es que funciona el principiode la “mayoría silenciosa”, aquella categoría sociológica en que se encuadran las clases medias y bajas menos politizadas volcadas hacia la defensa sus intereses.
Iztapalapa, delegación municipal del sur de Ciudad de México, ha ganado fama por la multitudinaria procesión de Semana Santa, en la que, según dicen aquí, rateros, punguistas y delincuentes de toda laya expurgan sus pecados vistiendo túnicas moradas y cargando cruces de más de 80 kg hasta el Cerro de la Estrella.
Son las 11 05, y el domingo que amaneció nublado es ahora todo sol. Estamos en la Capilla de San José, esquina de Cuauhtémoc y Calle del Pato, dos callecitas angostas y con una calzada de menos de un metro. El padre Amado se disculpa ante sus fieles por haber llegado tarde al oficio, en razón de algún contratiempo debido al ajetreado día de elecciones.
“Aquí votamos todos, no le faltamos al voto ni a la misa”, comenta Fernando Guzmán, midiendo y estirando las sílabas, acaso desconfiando del forastero. Guzmán colabora con el mantenimiento del templo, pequeño pero bien aseado y pintado. No responde cuando se lo interroga por su voto, pero sí lo hace cuando se pregunta a quien no votaría. “Soy obrero, no votaría yo a (Felipe) Calderón, fíjese que en esta colonia ni propaganda el PAN hace”. Es cierto, cerca del ingreso a la capilla y junto a un retrato la Virgen de Guadalupe, se ve un cartel de René Arce, candidato a senador del PRD, junto a Andrés Manuel López Obrador.
En la casilla de votación de la Escuela José Vasconcellos, cercada por vendedores ambulantes que vocean desde enchiladas hasta paletas heladas, el presidente de esa sección unidad electoral, Olivier Campos, le cuenta a este diario que allí López Obrador suele alcanzar más del 60% de los votos.
Las encuestas sobre resultados provinciales mostraron tendencias más claras que las presidenciales y perfilan un país político fracturado entre el norte masivamente volcado hacia el PAN y la capital federal robustecida como bastión progresista. El candidato a jefe del gobierno perredista, Marcelo Ebrard, conforme las encuestas de boca de urna, obtuvo el 52% de las preferencias mientras el Partido Accion Nacional apenas el 25%. Analistas daban como cierto que Andrés Manuel López Obrador obtuviera una votación semejante a la de su sucesor Ebrard. Entre 2000 y 2005 López Obrador, oriundo del Estado de Tabasco, sureste mexicano, fue jefe de gobierno del DF, una gestión que lo proyectó al escenario nacional.
Antes de divulgarse las primeras encuestas, el presidente del Instituto Federal Electoral Luis Carlos Ugalde hizo un discurso a la nación celebrando la normalidad en que transcurrieron las elecciones y el alto número de mesas instaladas. Otro funcionario de ese organismo especuló con un posible alto presentismo, acaso por encima del 60 %.
Un alto índice de votación podría haber favorecer al PAN, en función de lo que algunos especialistas llaman “mayoría silenciosa”. La misma que se vuelca hacia ofertas conservadores pero sin hacer alarde, porque su opción es más emocional que ideológica.
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