EL MUNDO • SUBNOTA › OPINION
› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Elección tras elección –no importa el país– se insiste en ello pero nunca se consigue. Ese supuesto oasis de la jornada de reflexión que –siempre, por una o por otra razón– acaba siendo un espejismo. Así, la jornada de reflexión de este sábado –como los explosivos días que precedieron a las elecciones del 2004– estuvo marcado por la muerte. Las primeras planas de diarios y primeras pantallas de noticieros transmitían imágenes de un funeral donde la hija mayor de un muerto puteaba a los asesinos sin nombre (pero con sigla) y pedía, por la memoria del asesinado con nombre, que fueran todos a votar. Si esto fuera USA, Hollywood ya estaría planeando una película inspirada en su rostro dolido y su voz que hace doler. Pero no. Así que, espero, no les quede a los indecisos y perezosos otra que obedecerle y acudir a meter el voto en el sobre y el sobre en la urna y a ver qué pasa.
DOS El resto fue la poco limpia exhibición de trapos sucios contando las encendidas discusiones en la capilla ardiente del muerto. La tristeza que dan los vivos embadurnando la tristeza que dan los muertos. Y, otra vez, lo de siempre, lo de antes de este asesinato: los malos modales de una clase política más dedicada al rival que a la ciudadanía. Y el cansancio ante la misma cantinela de los últimos cuatro años de feroces escaramuzas con el PP que sigue sin digerir su derrota en el 2004 y Zapatero y su “talante” como insignia (cosa que nunca me quedó clara, porque el talante a secas –sin un adjetivo como buen o mal que lo acompañe– no significa gran cosa). Y lo cierto es que Zapatero no lo ha hecho mal: arrancó a lo grande decretando de inmediato la retirada de Irak, despertando un enorme entusiasmo (que todavía mantiene a los ojos de las alicaídas izquierdas europeas), firmando leyes históricas pero, pronto, todo pareció reducirse a un constante batirse con la mayoría opositora que recordaba más a Pimpinela que a otra cosa. Y no es que, en principio, Rajoy no prometiera aire más puro después de los humos tóxicos de su predecesor. Pero, de golpe, la idea fija de que el PSOE había ganado gracias a las bombas en los trenes y, enseguida, el aleteo de la dupla Acebes/Zaplana como agentes de Aznar Vader –más la alineación con Iglesia, organizaciones à la Familia y Propiedad y la paranoica propensión a detectar conjuras estilo Dan Brown detrás de toda resolución del gobierno– convirtieron a su frente y perfil en algo cansador. Y para qué mencionar a sus compañeros de partido defendiendo la raza de los extinguidos camareros ibéricos, tanto más veloces y eficientes que estos inmigrantes que ahora sirven la caña y las tapas, joder. En las últimas semanas, el alumbramiento de multi-simbólica “La Niña de Rajoy” y un humor más plácido –mientras Zapatero se endurecía para atraer así los votos de indecisos y declaraba, al final de una entrevista y cerca de un micrófono que, se supone, no debía estar abierto, que “Lo que pasa es que nos conviene que haya tensión”– no ayudaron mucho a hombres y mujeres agotados de contemplar este minué bobo donde unos presagiaban el fin de España y otros caían en éxtasis públicos alabando los “orgasmos democráticos que me da Zapatero”. Enrique Vila-Matas explicó a la perfección lo que se siente –o lo que ya no se siente– en la entrega de su Dietario voluble de este fin de semana: “Pienso cumplir con mis obligaciones este domingo y votaré. Lo haré para evitar, en la medida ínfima de mis posibilidades, un avance de los más desnortados. Pero que no me exijan mucho más. ¿Tan imperdonable es tratar de resistir en casa, a través de lo que escribo?”. Y dejo aquí porque tengo que ir a votar y, alegría, ya no tendré que volver a ver ese tierno aviso del partido en el gobierno en el que un joven militante del PSOE lleva a votar a su madre, una añeja votante del PP. Y después (por favor, no me obliguen a ver las postales de los políticos votando y todo eso) a resistir y a escribir lo mío hasta que den las campanadas de las 8 de la noche y se levante la veda de porcentajes y los noticieros compitan para ver quién acaba antes y quién terminó más cerca.
Vuelvo en unas pocas horas, en lo que ya será otra época.
TRES Y al final –como anticipaban todos los pronósticos, por primera vez votado por público y teleespectadores– ganó la horripilante canción “Baila el Chiki-Chiki”, compuesta por Pedro Guerra y Santiago Segura. Y –atención– interpretada por David Fernández alias Rodolfo Chiquilicuatre quien dice ser (¿será?) argentino de nacimiento. Un popular freak de late-show ibérico cruza de Elvis con Borat. Así, Chiquilicuatre irá a Eurovisión, a Belgrado, representando a su Madrastra Patria luego de años de frustraciones. La gente parece haber dicho: “Basta de enviar cantantes que dan risa y a ver qué pasa si enviamos un cómico”. Rafaella Carrà certificó el acto y más datos en http://www.rodolfo-chikilicuatre.com/ y volvemos a estudios centrales, que ya cerraron las urnas y se clausuraron las fantasías y se viene la noche.
CUATRO Las otras elecciones las ganó Zapatero. Al principio sonaba a mayoría absoluta. Después no. Y Rajoy comenzó a trepar la cuesta y a arañar escaños. Muchos. Incluso en la socialista Andalucía hasta igualar la diferencia que tuvo con el PSOE la Legislatura anterior. A costa del descalabro de Izquierda Unida y formaciones nacionalistas (menos la catalana Convergencia y Unión), el PP –como el PSOE– aumentó sus cifras del 2004, pero... “Todos nos cabemos”, había dicho Rajoy cuando se le preguntó por la inmigración y ahora, parece, el que no cabría en el PP sería él. Y su niña que, supongo, estará llorando por los rincones. Pero nunca se sabe: puede volver el exiliado-moderado-castigado Alberto Ruiz-Gallardón, puede imponerse la voraz Esperanza “Dama de Titanio” Aguirre, o puede no pasar nada. Pocas cosas más estables que la Derecha de derechas y, desde ahí, cabe entender que Rajoy no perdió por segunda vez sino que se consolida como líder. Y así –de no revisar ciertas conductas– se vienen cuatro años más de esgrima láser y piquetes de ojos. Y con crisis económica. Y siempre se pueden invocar excusas para la derrota –como las que propone el semanario humorístico El Jueves– del tipo: “Los españoles confían tanto en nuestro partido que nos han elegido mayoritariamente para ejercer la oposición al gobierno” o “Si dejan al margen la cantidad y se centran en la calidad de los votos, comprobarán que...”. Y fue bastante gente a votar: más del 75% de los votantes. Pero menos que hace 4 años. Está visto que un domingo será siempre –antes que nada y después de todo– un domingo.
CINCO Así que unos humildes pedidos para Zapatero y los suyos: basta de tratar cada palabra como si se tratara de una oración completa convirtiendo en un tormento cada comunicado o discurso, no abundar en duelos al sol con la oposición y preocuparse más por los problemas de la gente, crecer pero no agrandarse, y dejar de invocar la luminosa sombra de Edward Murrow diciendo eso de “Buenas noches y buena suerte”. Porque –era el mantra de quien se enfrentó a los poderosos desde la humildad de su puesto de trabajo– eso corresponde que se lo digamos nosotros a él y no él a nosotros. La noche ya pasó, así que, mejor, buenos días y buena suerte. Hay muchos por delante y va a hacer falta mucha para afrontarlos. Que les vaya bien y que nos vaya mejor. A todos. Incluyendo a Rodolfo Chiquilicuatre. Y a bailar el “Chiki-Chiki” los que quieran (pero con el volumen no muy alto, por favor, ¿sí?).
El resto, a seguir resistiendo en casa.
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