EL MUNDO • SUBNOTA › FESTEJOS EN UNA SEDE DEL OFICIALISMO EN MADRID
› Por Pablo Ordaz *
Desde Madrid
A las ocho en punto de la noche llegó el primer augurio. En la puerta de Ferraz, un tipo con cámaras colgando y barba de tres días intentaba conseguir una acreditación para entrar en la sede del PSOE. “¿Pero han llamado para acreditarte o no?”, le preguntaba la responsable del asunto. “No estoy seguro”, respondió él. “Entonces”, dijo ella, “es que no”. Y fue en ese momento cuando se produjo el augurio. El sujeto puso cara de pocos amigos y pronunció la siguiente frase: “Yo vendo millón y medio de ejemplares y tengo que entrar. ¡Yo soy de la prensa del corazón!”. Ya no era necesario escuchar el resultado de los primeros sondeos. ¿Cuándo al corazón le interesaron las derrotas?
La sede del PSOE estaba llena ya de gente que había venido a celebrar los buenos resultados presentidos, y que lo hacía tomando una copa y un canapé, hablando del susto del ’93, de la decepción del ’96, de la depresión del 2000 y de la alegría triste de hace cuatro años. En la calle, cortada para la ocasión pero todavía despejada, una pareja muy curiosa mantenía una conversación que parecía interesante. Ella le dijo a él: “Esto no puede seguir así”. Ahí había tema. El se quedó callado. Ella insistió: “Es que tú no eres consciente de muchas cosas”. El siguió en silencio.
Poniendo por delante que las apariencias engañan, lo cierto es que aquella pareja no pegaba en el entorno. Ni por la forma de vestir ni por el peinado –destacar tan solamente la abundante gomina que lucía él– parecía aquél su sitio. Pero sobre todo, por la seriedad. Fueron llegando los primeros sondeos de las televisiones, la gente que los rodeaba empezaba a saltar de alegría y a agitar banderas de plástico, y ellos nada. Ella decía algo. El callaba. Cómo sería la cosa que, en un momento dado, ella le dijo a él: “Mira, ahí están repartiendo banderas del PSOE”. Y él habló por primera vez: “Vamos a por una”. Ella le contestó: “No, voy yo sola”. Cuando ella marchó, un periodista de un medio en Internet –que como el que suscribe, estaba pendiente del culebrón– se dirigió al muchacho y le dijo: “A lo mejor no vuelve”. Eran, para qué dar más rodeos, la viva imagen del Partido Popular en medio de la fiesta socialista. Una fiesta que, ya a las nueve y pico de la noche, se había desatado. La gente saltaba y cantaba. “Ista, ista, ista, España es socialista”. O ésta: “El pueblo (pausa) entero (pausa) está con
Zapatero”. Las consignas positivas dan de sí lo que dan. Así que la que terminó de animar la noche fue ésa de: “¿Dónde está (pausa) la niña de Rajoy?”.
Todo lo anterior puede resultar insustancial. Y sí, lo es. Porque sólo habla de alegría, de fiesta, de juerga, de guasa, de victoria. Porque los simpatizantes socialistas que ayer llegaron a la puerta de la sede de Ferraz parecían haberse puesto de acuerdo en una cosa. Nunca más un crimen terrorista nos va a amargar la legítima victoria.
- De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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