Mar 15.10.2002

EL MUNDO • SUBNOTA

Cómo es Jemaah Ismaliyah, nueva estrella de Al-Qaida

“Las células de Al-Qaida están creciendo como hongos en el Sudeste asiático”, dice un experto australiano en terrorismo. Las principales sospechas por el atentado del sábado en Bali se dirigen a la organización Jemaah Ismaliyah.

Por Ewen MacAskill y
John Aglionby
Desde Bali

Las primeras sospechas sobre la autoría de los atentados en Bali cayeron sobre una red islámica dirigida por Abu Bakar Ba’asyir, un clérigo que dirige un internado religioso cerca de Solo, en Java, la más poblada de las islas indonesias. Hasta ahora, la organización no se atribuyó el ataque y Ba’asyir ha negado en el pasado cualquier conexión con ataques violentos en Indonesia y otros lugares del Sudeste asiático.
La red Ngruki, que fue cofundada en los ‘70 por Ba’asyir, toma su nombre de la escuela, Pondok Ngruki. El objetivo de este grupo suelto es el establecimiento de estados estrictamente islámicos en Indonesia y el Sudeste asiático, primordialmente Malasia, Singapur y las Filipinas. Una rama de este grupo, Jemaah Islamiyah, ha sido culpada por una serie de ataques con bombas, asesinatos y otros incidentes violentos en Asia. Muchos de los blancos han sido discotecas y otros establecimientos percibidos como parte de una cultura occidental envenenada.
El ataque al club Sari en la playa Kuta encaja en este patrón. Los atacantes deben haber sabido que la mayoría de las víctimas iban a ser hindúes, la religión predominante en Bali. La policía filipina encarceló a principios de año a un miembro confeso de Jemaah Islamiyah, Fatur Al Ghozi, que habló a los investigadores de un plan para atacar blancos occidentales. Al Ghozi está en la cárcel por posesión ilegal de explosivos y por falsificación de pasaporte.
Sin embargo, la escala y el grado de planeamiento de los atentados en Bali va más allá de cualquier ataque conducido hasta ahora por Jemaah Islamiyah. El lugar y el momento del atentado –las 22.30 de una noche de sábado– estuvieron bien pensados para que hubiera un gran número de muertos. Casi al mismo tiempo que el ataque sobre el club Sari, hubo otro similar en el consulado honorario de Estados Unidos en Denpasar, muy cerca de playa Kuta. Unos días atrás, Ba’asyir, que tiene un largo historial de radicalismo islámico y a quien se lo acusa de estar involucrado en grupos militantes, lanzó un sonoro discurso antinorteamericano. Llamó a los indonesios a decidirse entre Estados Unidos y el Islam: “Defiendo al Islam. Ahora está en manos del gobierno, la policía y el pueblo indonesio decidirse a defender también al Islam, o a defender América”.
El 23 de septiembre hubo una explosión de granada cerca de la casa de un diplomático norteamericano en Jakarta. La policía indonesia insistió en que no hubo participación “terrorista” y que se trataba de un asunto sobre una deuda que involucraba a un vecino del diplomático. Pero diplomáticos occidentales en Jakarta responsabilizaron a grupos como Jemaah Islamiyah y EE.UU. reforzó inmediatamente su seguridad.
El apoyo a la red Ngruki creció en los ‘80, en parte en respuesta por el golpe contra grupos islámicos dado por el entonces dictador indonesio, el general Suharto. Ba’asyir fue obligado a irse a Malasia en 1985. El actual gobierno indonesio ha sido cuidadoso en atajar a Ba’asyir y los líderes de otros grupos militantes y, hasta ahora, restó importancia a las amenazas terroristas. Australia, Singapur y Malasia apoyaron a Estados Unidos en su presión sobre la presidenta indonesia Megawati Sukarnoputri para que termine con los grupos militantes. El problema para Megawati, que lidera una coalición inestable, es que Ba’asyir tiene un apoyo considerable en el país musulmán más poblado del mundo, y que este apoyo se encuentra incluso dentro del mismo gobierno.
El think tank International Crisis Group advirtió: “Muchos indonesios han expresado su temor de que la presión de Estados Unidos y los gobiernos del Sudeste asiático sobre las autoridades indonesias para que hagan arrestos preventivos de sospechosos sin evidencias duras podría ser muy contraproducente”. No hay lazos directos entre Jemaah Islamiyah y la red Al-Qaida de Osama bin Laden, que nunca tuvo una estructura fuerte y que consiste en una serie de conexiones sueltas e informales entre grupos islámicos. Pero ha habido muchos lazos indirectos. Alan Dupont, miembrodel Strategic and Defence Study Centre de la Universidad Nacional de Australia, dijo: “No hay duda de que todos hemos subestimado la extensión de la cooperación entre organizaciones militantes en el Sudeste asiático”. Y agregó: “Las células de Al-Qaida están creciendo como hongos”.
Las advertencias norteamericanas sobre un gran ataque en Indonesia fueron gatilladas fundamentalmente por Omar Al Faruq, un presunto miembro de Al-Qaida proveniente de Kuwait que fue capturado en Indonesia y trasladado luego a la base norteamericana de Guantánamo, en Cuba. Según Estados Unidos, rompió el silencio después de tres meses y dio a conocer los planes para atacar la embajada norteamericana en Jakarta. Algunos miembros de Jemaah Islamiyah lucharon junto a Al-Qaida en Afganistán. La inteligencia norteamericana también afirma que algunos de los secuestradores de los aviones en el 11 de septiembre se reunieron con Jemaah Islamiyah en Malasia.

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