Sábado, 27 de diciembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › A UN AñO DE SU MUERTE, NO AVANZA LA PESQUISA
Decenas de miles de personas recordaron a la ex primera ministra Benazir Bhutto. El lugar en que fue asesinada está colmado por decenas de carteles con su imagen, velas y flores a su alrededor.
Por Ana Gabriela Rojas
Desde Rawalpindi
El lugar en el que hace un año fue asesinada la ex primera ministra paquistaní Benazir Bhu-tto está colmado por decenas de carteles con su imagen y velas y flores a su alrededor. Varios puestos venden sus fotografías, algunas de ellas con un halo pintado alrededor de su cabeza cubierta con pañuelo, haciéndola parecer una Virgen. “Para la gente es una santa”, dice un vendedor en este lugar en Rawalpindi, la ciudad colindante con Islamabad en donde está el cuartel general del ejército. Ayer, la víspera del aniversario del magnicidio, decenas de miles de personas comenzaron a congregarse para recordar a la ex primera ministra asesinada a los 54 años.
Bhutto, que era presidenta del Partido Popular de Pakistán (PPP) y ex primera ministra del país en dos períodos, se ha convertido en una mártir. “Murió por su valentía y su interés de traernos la democracia”, asegura Enam Khattak, un líder de las juventudes del partido. Como él, mucha gente y en especial sus seguidores, han perdido la esperanza. “Pakistán ya nunca será estable. Con Bhutto han matado toda posibilidad de unidad”, dice Khattak. De las acusaciones de corrupción que pesaban sobre ella hace oídos sordos y asegura que todos los otros políticos también las tienen. El improvisado altar a Benazir Bhutto está justo fuera del parque Liaquat Bagh donde realizó el que fuera su último mitin electoral, hoy hace un año, cuando un atentado suicida acabó con su vida y con la de otras 20 personas. Al salir de ese parque, se encuentra el camino a Murre, una de las principales avenidas de esta ciudad. Ahora ya no se llama así: ha sido renombrado en honor a la primera ministra, al igual que el principal hospital de Rawalpindi y el aeropuerto de Islamabad. Desde anoche, circula una nueva moneda de 10 rupias (0,09 euros) con la imagen de Bhutto junto a la leyenda: “Hija del Este, mártir Benazir Bhutto”.
Pero la investigación sobre el atentado sigue encallada. Ni siquiera la ONU ha aclarado si establecerá una comisión especial, mientras el gobierno tiene detenida toda pesquisa alegando que ya la ha pasado a esta organización. “Estamos desesperados esperando saber si habrá una investigación internacional”, explica el encargado del Ministerio de Interior, Rehman Malik. “Era una excelente líder”, asegura Malik, mientras señala al retrato de Bhutto colgado detrás de su escritorio. Y dice que el gobierno tiene indicios sobre quién la mandó asesinar, pero, agrega, “es preferible no comentar hasta que no se haga una correcta investigación”. Scotland Yard indagó tras el magnicidio, pero para saber cómo murió y no quién la mató. No se da mucha credibilidad a este trabajo, ya que los agentes no pudieron examinar el cuerpo, ni tuvieron pistas forenses. Así un año después lo único que hay son preguntas. Entre los principales sospechosos están militantes islamistas paquistaníes y extranjeros. Musharraf culpó a Baitullah Mehsud, un líder tribal del área fronteriza con Afganistán al que se relaciona con Al Qaida. Otros cinco jóvenes que ayudaron a los asesinos materiales están en la cárcel.
Pero también hay sospechas de que algunas personas en el ISI –los servicios secretos paquistaníes, con nexos históricos con los islamistas– podrían estar involucrados. La misma Bhutto nombró antes de morir a gente que era parte del gobierno de Musharraf y advirtió que sería responsabilidad del general si algo le pasaba. Ya había salido viva de un atentado dos meses antes. Casi nadie cree que Musharraf pudiera estar involucrado directamente, pero muchos creen que podría ser obra de algún militar o que es en parte culpable por no brindarle suficiente protección.
Pero Musharraf ya no está en el poder y el partido de Bhutto (PPP) lleva nueve meses en el gobierno sin hacer gran cosa para aclarar la muerte. “Es irónico que su propio partido no esté haciendo nada”, dice Rasul Baksh Rais, reconocido columnista y profesor de Ciencias Políticas en Lahore. “El gobierno está perdiendo mucha credibilidad y la gente ha empezado a crear muchas teorías conspiratorias”, agrega. Una de ellas es que sí se conoce quién la mató, pero que no se tiene la capacidad de ir tras los asesinos. “El gobierno no ha hecho nada para aclarar el magnicidio. Lo que sí ha hecho es aprovechar su muerte como capital político”, dice Tariq Azim, ministro de Información con Musharraf y ahora senador. “Ya tienen a su mártir, ahora poco les interesa saber: pusieron la pelota en manos de la ONU porque saben que todo lo que va ahí es como enterrarla por años”.
“Es una desgracia no tener un buen líder justo cuando Pakistán sufre una sus peores épocas”, asegura por su parte Zahid Hussain, escritor y uno de los analistas políticos más reconocidos del país. El extremismo islamista ataca constantemente, la economía está en quiebra y las tensiones con India no han hecho más que aumentar tras los atentados de Bombay. “Aunque no se puede decir que Benazir Bhutto resolvería todos los problemas, sería mejor líder. Al menos tenía credibilidad.”
* De El País de España. Especial para Página/12.
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