Lunes, 27 de abril de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Mercedes López San Miguel
En un país embarullado como Ecuador, Rafael Correa cimentó su liderazgo en la claridad de sus palabras. El argumento y la retórica vencieron a la sobreactuación de los medios opositores. Cuando la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) cuestionó la libertad de expresión en países progresistas de la región como el suyo, Correa así le respondió: “Como en muchos países de América latina, lo que existe es una prensa corrupta, mediocre, que cumple un rol político”. Y al referirse a la organización panamericana de empresas periodísticas, le restó toda autoridad: “La SIP lo único que defiende es su libertad de hacer negocios. No sé quién ha legitimado a esta organización formada por propietarios de medios de comunicación, ni siquiera por periodistas”.
El joven economista defiende a capa y espada la “revolución socialista” que espera afianzar más a partir de hoy, pese a los embates de la crisis económica mundial. A las voces fantasmagóricas de los organismos internacionales, los bancos y las consultoras, la respuesta de Correa es contundente: “Saldremos victoriosos de la crisis y el sistema monetario no se tocará y, por el contrario, lo estamos fortaleciendo con una política económica responsable”. Apostó a una política nacionalista y a la inversión en programas sociales, salud y educación para un país pobre y dolarizado.
El presidente ecuatoriano, que se dirige a las masas como un igual con un discurso antiimperialista, declaró la moratoria de casi el 32 por ciento de la deuda externa, calculada en 10.328 millones de dólares. En la última cumbre iberoamericana señaló: “Existen países que creen en parchar el sistema capitalista y reformar al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, pero otros quieren aprovechar la coyuntura para construir nuestra propia arquitectura financiera regional”.
Y Correa enfrenta sin titubeos las comparaciones que le hacen con su par venezolano, Hugo Chávez, incluso cuando es señalado como el discípulo de quien dijera aquello de “huele a azufre” en la ONU, refiriéndose “al diablo” Bush. El líder ecuatoriano fue enfático en febrero pasado, tras reunirse con Chávez: “El socialismo del siglo XXI no tiene modelos, tiene principios y nuestros pueblos sabrán encontrar las mejores respuestas porque ya han tomado en sus propias manos su futuro. Por favor, ¡déjennos en paz!”. Ayer quedó demostrado que la claridad de sus palabras ha calado en un país que tuvo siete presidentes en una década (1997-2006). Lo que no es poco.
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