EL MUNDO
Después de Enron
El escándalo desatado por la quiebra más importante en la historia norteamericana continúa en escena. Cada vez son más las irregularidades del manejo de la petrolera Enron que salen a la luz en la investigación llevada a cabo por el Capitolio. En medio de intentos del presidente George Bush de desligarse de sus autoridades, fue hallado muerto –por aparente suicidio– el ex vicepresidente de la empresa.
The Nation
Durante semanas, analistas conservadores y defensores de la Casa Blanca han estado vociferando que el asunto de Enron es un escándalo corporativo, no una controversia política; tampoco una insignificante influencia o favoritismo con Washington. El primer senador al que se oyó hablar de Enron en sesión, con la supervisión del senador demócrata Joseph Lieberman, dejó satisfecho al auditorio. La oratoria se focalizó en el gobierno corporativo, rozando el área de las relaciones de Enron con figuras políticas o los motivos por los que las políticas de desregulación le permitieron a la firma desarrollar sus dudosas finanzas. Lieberman no mostró ningún signo de estrategia demócrata por hacer uso del lío Enron. Si las investigaciones conducen a lo establecido por Lieberman, Bush no tendrá mucho de qué preocuparse. (David Corn)
The Wall Street Journal
Altos ejecutivos, líderes y peces gordos de Enron fueron realmente ricos. Pero cuando les fue mal, se aseguraron de que permanecerían ricos. Mientras, los peones miraban desde abajo la erosión de sus acciones, luego la caída y más tarde su desaparición. Bush modificó su tono acerca de Enron, admitiendo que sus líderes lo habían hecho enojar. Pero se necesita un mayor enojo para develar el origen del escándalo. Los representantes de Enron se reunieron con el vicepresidente Dick Cheney antes de que la administración propusiera su política energética. El Congreso exige el registro de esas reuniones. (Peggy Noonan)
The New York Times
Si la pregunta es si la administración Bush hizo favores a Enron, la respuesta es seguro que sí –y a propósito, también la administración Clinton, así como los dos partidos en el Congreso–. La atención se ha enfocado en un número fascinante de evasiones. Pero –y aquí hay otra lección de Enron– mucho de lo que Washington colaboró con la gloria de Enron lo hizo a la vista de todos. Los políticos demonizaron las regulaciones gubernamentales y desmantelaron metódicamente los recursos que protegían a los pequeños inversores. Promovieron la cultura de la especulación. Pero la administración al final le negó el salvavidas a Enron, al rehusarse a sacar del agua al barco que se hundía. Cuando se funde negocios con política, no es una relación, sino una transacción. (Bill Keller).