Las primeras declaraciones de algunos de los ministros más significativos del flamante gabinete de Lula han causado buena impresión en la opinión pública. El cantante y compositor Gilberto Gil, nuevo ministro de Cultura y el nombramiento más polémico de Lula, sorprendió con un discurso pronunciado en el Ministerio de Cultura. El discurso de Gil fue muy aplaudido por una platea de artistas y promotores culturales.
El discurso de 12 páginas de Gil puso el centro en las relaciones entre cultura y violencia y afirmó que quería incluir en el mundo de la cultura a todos los que habían sido excluidos de ella. Gil se autodefinió como “negro mestizo” y habló del sueño de su generación de hacer de su ministerio el centro de la cultura popular del país. Este será “el espacio de la memoria y de la invención” y prometió acabar con “esa separación, que en lo cotidiano separa el ministerio de la cultura de la gente”.
Otro de los discursos que marcó el tono de cambio del nuevo gobierno fue el del nuevo ministro de Educación, Cristovam Buarque, uno de los personajes de mayor prestigio del nuevo gobierno, a quien Fidel Castro acompañaba junto con más de 2000 personas. Buarque presentó las tres prioridades de su gestión: erradicación del analfabetismo, construcción de escuelas de calidad y una mejoría significativa de las universidades brasileñas. “Tenemos 20 millones de analfabetos –dijo–, y no queremos dejar esa herencia para los próximos gobiernos.” El nuevo ministro y su predecesor, en ese clima instalado de “Lula paz y amor”, se cubrieron ambos de elogios. “Recibo un ministerio que no está parado. Nosotros vamos sólo a apretar el acelerador y doblar a la izquierda”, dijo Buarque. “Pocos políticos se han destacado tanto como él en la educación en este país. Felicito al presidente por haberlo elegido”, respondió el ex ministro Paulo Renato Souza.