EL MUNDO • SUBNOTA › RECUPERAN EL CONTROL DE BENGHAZI TRAS EL BOMBARDEO DE LOS ALIADOS
Las tropas de Khadafi no tomaron ningún recaudo para evitar lo que podía pasarles. En su pánico, muchos de los soldados dejaron los tanques y los camiones con los motores en marcha mientras emprendían la huida por los campos.
› Por Kim Sengupta *
Desde Ajdabiya
Algunas de las caras expresaban los horrores de los últimos momentos. Otros yacían en paz, en reposo. Alrededor de ellos estaban los restos de los tanques y de la artillería del ejército de Muammar Khadafi, que fueron destrozados en una hora de ataques aéreos incesantes. La ofensiva del régimen contra los rebeldes no sobrevivió el primer contacto con el despliegue militar de Occidente. Todavía queda por verse si estos fueron los primeros tiros de la “larga guerra” prometida por el enfurecido dictador desde Trípoli. Por ahora, los planes oficiales de recuperar las tierras del este, en poder de los rebeldes, se hicieron añicos.
En menos de 24 horas, las fuerzas leales que habían llegado hasta Benghazi debieron retroceder hasta Ajdabiya, la ciudad cuya captura se pensaba que era la puerta directa para controlar la capital de la Libia libre, cosa que no sucedió. Al contrario, ahora están en un repliegue caótico, ofreciéndoles a los rebeldes la oportunidad de llevar la guerra hasta el corazón del área controlada por el enemigo.
Según parece, las tropas de Khadafi no tomaron ningún recaudo para evitar lo que podía pasarles. Quizá no estaban informados del ultimátum dado por la comunidad internacional. Los agarraron vulnerables desde el arranque y lo que vino después fue una espantosa réplica en miniatura de la carnicería en la calle de Basra, cuando los aviones de guerra norteamericanos y británicos bombardearon a las fuerzas iraquíes que huían de Kuwait.
En su pánico, muchos de los soldados dejaron los tanques y los camiones con los motores en marcha mientras emprendían la huida por los campos. Algunos asaltaron unas granjas para cambiarse las ropas de fajina por otras de civil. Pero otros no lo hicieron. Sus cuerpos ardieron en sus vehículos o mientras trataban de salirse de ellos.
Ayer los rebeldes parecían estar inicialmente muy sorprendidos por la enormidad de lo que había sucedido y que les daba una gran ventaja para controlar la ruta del enemigo. Sus combatientes se quedaron largo rato en el lugar, fotografiándose con los blindados que ahora eran metal retorcido y que tanto temor les habían inspirado en anteriores batallas. Algunos llevaron a sus familias con ellos. Hubo empujones para ver el lugar donde el enemigo había caído. En los portones de Ajdabiya, que dan hacia la ciudad, The Independent vio cómo las tropas leales se reagrupaban para llevar adelante una emboscada, en la que lograron matar a dos de sus perseguidores y se las ingeniaron para capturar a otros tres. A primera hora de la noche, un convoy de 50 vehículos avanzaba hacia el frente y los combatientes rebeldes creían que sus desmoralizados oponentes no darían batalla.
Las próximas paradas de las fuerzas opositoras, explicó el capitán Fayyad Bakri, serán Brega, Ras Lanuf y Bin Jawad, las ciudades que recientemente había recapturado el régimen, y después seguirán hasta Sirte, la ciudad natal de Khadafi y su bastión. “Después de eso, iremos hacia Trípoli”, declaró. “A pesar de que pueda haber una revuelta allí, la gente se levantará contra este hombre despiadado cuando vean que no puede seguir aterrorizándolos. Reconocemos que no podríamos haber hecho esto sin la ayuda externa, especialmente la que vino de parte de los franceses y por la que estamos muy agradecidos. Pero el punto final a esto debe ser puesto en Libia”, resaltó.
Mientras los rebeldes mantienen Benghazi, el régimen asaltó nuevamente Misrata, 150 kilómetros al este de Trípoli, a pesar de los bombardeos de la coalición. Los soldados y los tanques llegaron hasta el centro y los francotiradores, apostados en los techos, abrieron fuego. Mohammed Abdelbaset, un oficial rebelde, relató: “Hubo tantas bajas que simplemente no las podemos contar”. Los barcos gubernamentales bloquearon el puerto para que no pudieran pasar ni la comida ni los remedios.
Los buques de guerra de los Estados Unidos y del Reino Unido lanzaron cientos de misiles contra las defensas aéreas de Trípoli y Misrata. El régimen denunció que murieron 48 personas y otras 115 resultaron heridas. Los seguidores del autoproclamado guía de la revolución se congregaron alrededor de la residencia oficial de Bab Al Azizia, donde no se sabe si está el líder libio y que fue dañada por los bombardeos de los aliados. En el momento de mayor concurrencia allí, hubo unas 2000 personas que se propusieron como escudos humanos para salvaguardar al hombre que gobernó durante 42 años el país norafricano. Una joven, Fatima al Mishai, de 20 años, dijo: “Nunca habíamos tenido miedo en Trípoli pero ahora tenemos miedo de los bombardeos. Por eso vinimos a proteger a Khadafi”. Por su parte, el coronel Khadafi anunció “una guerra eterna sin límites” y les advirtió a sus enemigos occidentales: “Viviremos y ustedes serán los que mueran”. Pero la suerte que corrieron sus soldados no comprobó esa predicción.
Algunos de los combatientes quedaron en shock por el costo de vidas humanas que hubo. “Este es un tipo de guerra diferente. Lamento que tanta gente haya muerto así. Hasta ayer los estuve combatiendo pero aun así lo lamento”, confesó Khalil Tahini, un ingeniero de 27 años de Tobruk que se unió a la causa rebelde.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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