Sábado, 24 de septiembre de 2011 | Hoy
El gobierno de Benjamin Netanyahu había hecho las cosas a lo grande. Anticipó muertos, riñas populares, piquetes, levantamientos y disturbios que, en gran medida, no se produjeron. “Este es el día de la verdad y no el día de la violencia”, repetían los dirigentes de la Autoridad Palestina. El Ejecutivo israelí insistió en ese discurso: los palestinos siempre fueron, son y serán una amenaza para la seguridad de Israel. No ocurrió lo esperado. La Autoridad Palestina también se metió en el juego y se interpuso para aplacar los excesos. Era un día de dignidad y no para la muerte. Pero hubo uno: Issam Kamal Odeh, un palestino de 35 años que manifestaba con un grupo de 400 personas en la localidad de Qusra, al norte de los territorios, en Naplusa. Los colonos de la zona provocaron el enfrentamiento. Montaron una contramanifestación para defender la propiedad de ese territorio. Palestinos y colonos se enfrentaron a piedrazos. El ejército israelí abrió fuego y Issam Kamal Odeh cayó en esa refriega.
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