Lunes, 22 de julio de 2013 | Hoy
Cientos de jóvenes que volaron a Río de Janeiro para la visita del papa se hospedan en favelas de la ciudad y, para sorpresa de los viajantes, los pobladores no portan armas de fuego y los tratan mejor que en casa. Varios llegaron hace días a la parroquia Nossa Senhora de Guadalupe, en el barrio de Inhaúma, desconociendo que la iglesia se encuentra en el Complexo de Alemao, grupo de once favelas y ex bastión del narcotráfico. Se trata de peregrinos que llegaron desde todas partes de Brasil para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que presidirá el Papa desde hoy y fueron alojados en distintas casas de familia del Complexo, que acogerá en total a unos 700 jóvenes. El Complexo de Manguinhos, donde se encuentra la favela de Varginha, y que Francisco visitará el próximo jueves, es otra de las barriadas pobres elegidas por los jóvenes. “Aquí no me quedo”, exclamó Carol Schneider (21), de Gramado, localidad ubicada al sur de Brasil, cuando durante la misa de recibimiento el padre Julio se refirió al lugar donde se encontraban. Es que este sitio ha sido comúnmente asociado con tiroteos, narcotráfico y asesinatos, por las imágenes de enfrentamientos entre policías y narcotraficantes que hasta hace unos años dominaban los noticieros. “Teníamos otra visión del Complexo do Alemao”, dijo Eduardo Gonçalves (36), que viajó desde Florianópolis y también se hospeda en la casa de un lugareño. “Pero la gente fue muy acogedora, parece como si fuéramos sus hijas”, explica Schneider al describir la familia que la hospeda, en una casa llena de plantas, canarios verdes que cantan e imágenes religiosas.
Durante décadas el Complexo do Alemao estuvo dominado por los narcos, la policía no entraba y los pobladores tenían prohibido hablar de lo que sucedía, según mencionaron algunos vecinos, aunque todavía evitan hablar demasiado por miedo a las represalias. “Lo que sabíamos sobre este lugar antes de venir no coincide con lo que estamos viviendo”, agregó Flavia Pinheiro (27), de Paraná. En 2010, el Complexo fue ocupado por la policía y el ejército, apoyados por blindados y helicópteros, tras una semana de violencia urbana que dejó 37 muertos. Actualmente la barriada es vigilada por policías de las nuevas comisarías instaladas en la zona, conocidas como Unidades de Policía Pacificadora. Las autoridades de Río iniciaron en 2008 una carrera contra reloj para ahuyentar de las favelas a las milicias parapoliciales y a los narcotraficantes, de cara a la JMJ, la Copa del Mundo en 2014 y los Juegos Olímpicos en 2016.
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