Lunes, 18 de noviembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LA PERSONALIDAD Y LA HISTORIA DE LA EX PRESIDENTA FUERON LAS CLAVES DEL TRIUNFO
La foto se repitió durante toda la campaña presidencial. Ella, sonriendo y saludando cordialmente y la gente respondiendo feliz, como si se tratara de una amiga, una vecina, una madre que aparece de pronto a alegrar el día.
Por Christian Palma
Desde Santiago
Cerca de las 9.30 de ayer, Verónica Michelle Bachelet Jeria (62) llegó a votar al colegio de la Congregación Teresiana, Enrique de Ossó, en la acomodada comuna de La Reina de Santiago. Los aplausos se oyeron generosos y los gritos de “Michelle, Michelle” surgieron espontáneos. El cuadro es el mismo que se ha repetido durante esta campaña presidencial y, si nos remontamos a su primer período en La Moneda (2006-2010), la foto es casi idéntica. Ella, sonriendo y saludando cordialmente y la gente respondiendo feliz, como si se tratara de una amiga, una vecina, una madre que aparece de pronto a alegrar el día. En ese escenario de absoluta confianza, anticipando lo que vendría más tarde, la doctora socialista de 62 años sufragó en estas debutantes elecciones voluntarias.
Es que quizá ese potente e indescifrable carisma es lo que mejor define a la candidata que lideró estos comicios. Desde su regreso a Chile en marzo de este año, tras su destacado desempeño en la Secretaría de ONU Mujeres en Nueva York, la doctora inició una metódica carrera para llegar a La Moneda por segunda vez.
Su estrategia: mucho silencio, no criticar directamente a sus adversarios y entrar al debate sólo cuando la discusión no podía obviarse. Tras el fracaso de la Concertación en las elecciones anteriores y que obligó al conglomerado a entregar el poder a la derecha después de 20 años, Bachelet fue la única carta que su bloque –ahora llamado Nueva Mayoría– pudo levantar para intentar retomar el gobierno que ostentó por cuatro años el multimillonario Sebastián Piñera. Por eso, todos sus adherentes saltaron de sus sillas cuando el 15 de marzo, durante una sesión del organismo internacional, Bachelet dijo: “Vuelvo a mi país”.
Dos semanas después llegó a Chile y lo hizo con todo. Realizó un evento ciudadano en la popular comuna de El Bosque, donde oficializó su candidatura. “Todos estos años (de ejercer el cargo en ONU Mujeres) he sentido el tremendo cariño de chilenas y chilenos. Gracias por este apoyo, porque ustedes son parte fundamental de lo que me ha traído de regreso: estoy aquí frente a ustedes cumpliendo mi promesa. Aquí estoy dispuesta a asumir este desafío, que es personal pero sobre todo es colectivo. Con alegría, con determinación y con mucha humildad, he tomado la decisión de ser candidata”, dijo dando el puntapié inicial a este desafío.
Esa misma jornada anunció la necesidad de que la Concertación realizara primarias. Bachelet ganó con alrededor de un millón y medio de votos, es decir, un poco más del 70 por ciento de adhesión de quienes libremente participaron, convirtiéndose en la carta que devolvería el poder al Pacto de la Nueva Mayoría que incluyó al Partido Comunista.
Bachelet pertenece al Partido Socialista desde los 19 años, cuando estudiaba en la Universidad de Chile. Hija de un ex general de la Fuerza Aérea de Chile, que se mantuvo leal a Salvador Allende luego del golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet, lo que le significó ser apresado, torturado y finalmente muerto por sus propios hermanos de armas. Tras ese episodio que marcaría por siempre su vida, Bachelet junto a su madre, también fue encarcelada y torturada. Tuvo suerte, pues logró salir exiliada a Alemania y no morir en algún centro de tortura de la policía secreta de Pinochet. En Berlín, donde vivió 4 años, terminó sus estudios. Regresó a Chile luego de que se levantara la prohibición de ingresar al país que pesaba sobre ella, y lo hizo trabajando como pediatra en el sector público. Desde esa posición empezó a escalar en el plano político. Separada, mamá soltera de tres hijas, un pasado valiente en tiempos de dictadura y una simpatía a toda prueba, le fueron abriendo puertas.
En el 2002 el entonces presidente Ricardo Lagos la reclutó como ministra de Salud. Pero cuando su figura realmente comenzó a tomar fuerza fue cuando asumió la cartera de Defensa, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar ese cargo en America latina. Más allá de las fotos vestida de comando arriba de un vehículo de guerra, Bachelet, cuyo padre fue torturado hasta la muerte por los militares, podía convivir con las fuerzas armadas, darles la mano a los generales y poner peldaños sólidos en la difícil reconciliación del mundo militar y civil después de la dictadura. Su carrera seguía creciendo para sorpresa de todos.
Así fue hasta que las encuestas la pusieron como la política con más futuro en Chile y a la Concertación –donde no pocos arrugaron la nariz– no le quedó otra opción que postularla a la presidencia. Ganó en segunda vuelta a Sebastián Piñera con el 53,5 por ciento de los votos y se convirtió también en la primera mujer presidenta en Chile y en esta parte del mundo.
Su gobierno se caracterizó por una amplia cobertura social, donde la reforma previsional y el programa de protección integral a la primera infancia “Chile Crece Contigo” destacaron, llevando su aprobación ciudadana casi a las nubes.
Pero se gestión se vio empañada al menos por dos circunstancias muy precisas: la implementación del sistema Transantiago de transporte público de la capital chilena, el que aún recibe críticas por los problemas presupuestarios y de ejecución del servicio, y uno que tuvo carácter de tragedia, el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, donde 525 personas fallecieron.
Ahora es ella quien se ha transformado en un tsunami político, gracias a su carisma tan particular. Pero todavía deberá rendir un examen más en el ballottage para volver a la presidencia.
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