Lunes, 18 de noviembre de 2013 | Hoy
CULTURA / ESPECTáCULOS › EL ABOGADO DEL CRIMEN, UNO DE LOS MEJORES FILMES DE RIDLEY SCOTT
Por Leandro Arteaga
El abogado del crimen
(The Counselor)
EE.UU./Reino Unido, 2013
Dirección: Ridley Scott.
Guión: Cormac McCarthy.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Montaje: Pietro Scalia.
Música: Daniel Pemberton.
Reparto: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Cameron Diaz, Javier Bardem, Brad Pitt, Bruno Ganz, Rosie Perez, Rubén Blades, John Leguizamo.
Duración: 117 minutos
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
8 (ocho) puntos
Es un placer denso, siniestro, el que recorre el realizador Ridley Scott durante 120 minutos monocordes, de diálogos abultados, con sabor de abismo. La sonrisita que dibuja el rostro de Michael Fassbender, el abogado del título (o mejor, el "consejero" -the counselor-, sin otro nombre que le refiera), se desdibuja de a poco, junto con un mobiliario blanco, bien pulcro, de auto y trajes lujosos, con esposa a punto de estrenar (Penélope Cruz), que serán antítesis para las paredes descascaradas, para el vaho fétido, que inevitablemente sobrevendrán.
Porque las alertas están dadas, varias veces, a través de los oráculos del tema. Allí, entonces, el incomparable Reiner (Javier Bardem) o el huidizo Westray (Brad Pitt). Dos de los reiterados personajes que el "counselor" habrá de sobrellevar para saber cómo "invertir" en el negocio del narcotráfico. Mientras tanto, los leopardosmascotas entretienen a sus dueños al cazar liebres: movimientos admirables, instintivos, impiadosos.
El escenario es el de la zona fronteriza entre Estados Unidos y México, con Ciudad Juárez como lugar nodal. Línea difusa que es mucho más, nolugar que es ámbito para una contienda mayor, que trastoca en juego con la ley, con la profesión misma del "counselor" como paradoja en acción. Misma zona de introspección que Orson Welles tematizara en Sed de mal (1958). La frontera, así, es algo mucho más profundo, y pone que jaque a los contendientes, entre ellos y consigo mismo. Ahora bien, una vez dentro del juego, ya no hay vuelta atrás.
Que los diálogos de El abogado del crimen sean profusos, es cierto. Y todavía se tienen ganas de más. Quien está detrás de ellos es la pluma de Cormac McCarthy, el novelista (Sin lugar para los débiles, La carretera) devenido guionista, a las órdenes del gran Ridley Scott. Porque se trata de una de sus mejores películas, en mucho tiempo. Cerebral, impiadosa, con capacidad para ramificar desde puntos suspensivos. Es decir, una vez dentro de este otro mundo, lo que se entabla es otra realidad. Con otros parámetros, con otras reglas. Si bien distintas, las dos realidades se requieren. La plata del abogado -y todo lo que él representa- es causa, es consecuencia, del submundo donde quiere participar.
En algún momento alguna manifestación se cruza por entre las calles violentas y la noche. Se pide por justicia. Porque hay muertos sin explicación, porque hay desaparecidos sin investigación. Por allí deambula, sin saber bien qué hacer, el "consejero". Como si nada de eso tuviese que ver con él. Mientras tanto, los movimientos, cada zarpazo, son obra del cálculo. Hasta que la víctima finalmente cae. Y la historia criminal, de cine admirable, puede volver a iniciar.
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