Martes, 14 de octubre de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Alfredo Serrano Mancillas *
Sin sorpresas ni sobresaltos, el pueblo boliviano ha decidido que el cambio de época siga en marcha de manera irreversible. Evo Morales es indiscutible por voluntad popular. En Bolivia no hay ni habrá restauración conservadora. Evo gana por amplia mayoría (según encuestas en boca de urna estaría en torno del 60 por ciento) y además lo hace en casi todas las regiones. La oposición queda bien alejada de aquello que el pueblo boliviano prefiere como proyecto de país. Con estos resultados, no caben los discursos de siempre, ni de “país dividido”, ni de “consensos para la unidad nacional”, ni eso de la “gobernanza mediante el equilibrio multipartidario”. La unidad plurinacional en Bolivia la representa el MAS. Este es el mensaje rotundo de la mayoría social. Bolivia quiere que sea Evo quien siga piloteando este proceso de cambio.
A pocos puede sorprender el desenlace de esta jornada electoral si se considera cómo ha gobernado Evo desde que llegó a la presidencia allá por el 2006. Mucha tinta ha corrido desde entonces. El triunfo holgado de este momento es fruto también de esos primeros años en los que Evo se atrevió a todo, sin cobardías, siempre en revolución democrática. Esta victoria perfecta se debe explicar no sólo por lo mal que lo ha hecho la oposición, sino realmente por todo lo que se ha venido realizando desde los inicios, en los que se fragua este proceso con cimientos que generan lealtad y legitimidad, que permiten edificar un nuevo sentido común incluyente y representativo de los intereses populares. Evo decidió hacer todo lo que verdaderamente había prometido: primero, recuperar el gas; luego, la asamblea constituyente que pusiera fin a un poder constituido que se había dedicado a distribuir pobreza limitando el vivir mejor sólo para unos pocos privilegiados.
Muchos ya no se acuerdan de aquel Evo que debía luchar contra la Media Luna (la mitad oriental del país) o cuando el mismo presidente no podía ni aterrizar en algunos aeropuertos de su propio país. Son muchos los obstáculos que tuvo que sortear Evo para llevar al país por donde realmente él y su pueblo querían. Comenzó decididamente a construir un nuevo orden económico en busca del vivir bien de todos y todas, sin excepciones. Se llevó a cabo un proceso de reapropiación de los sectores estratégicos recuperando su propia soberanía. Se redistribuyó la riqueza, se pusieron en práctica políticas sociales sin pedir permiso a los de siempre. Se reinsertó el país en el mundo desde América latina, sin más sumisión a los organismos internacionales. Tal como afirmara el vicepresidente García Linera, “hemos pasado de los Chicago Boys a los Chuquiago Boys (en alusión a la ciudad de La Paz en aymara)”. Así, con esta sentencia, se visualiza fielmente cómo Bolivia dejó de ser lo que dictaban desde el Norte para emanciparse desde el Sur.
Definitivamente, la disputa por el sentido del cambio en Bolivia ya no pasa por afuera; todo se va dilucidar adentro, adentro del instrumento político que representa el MAS. En los próximos años, las tensiones creativas del proceso de transformación determinarán el rumbo siempre bajo un nuevo modelo posneoliberal que no tiene vuelta atrás. Son muchos los desafíos en adelante; el proceso no termina con esta victoria. Evo quiere otro salto adelante, que haga de Bolivia una potencia energética, con una nueva matriz productiva industrializada que logre democratizar estructuralmente el régimen de acumulación. De la economía del gas habrá que transitar a la economía del conocimiento para evitar las nuevas cadenas de dependencia tecnológica del siglo XXI. Además, después del asalto, llega una etapa para continuar consolidando virtuosamente una nueva institucionalidad del Estado correspondiente a una nueva sociedad. El otro gran desafío es eminentemente territorial, y se manifiesta de la propia declaración del mismo presidente Evo en la terraza del Palacio Quemado en esta misma noche electoral, “ya no hay más media luna; ahora hay luna llena”, esto es, se trata en delante de fortalecer una Bolivia como un todo, sin más divisiones ni partes separadas.
En definitiva, son muchos los retos por delante, y se trata de no frenar, de no parar después de esta gran victoria electoral, porque los votos no suponen un cheque en blanco sino todo lo contrario; vendrán más demandas, algunas inesperadas gracias al nuevo horizonte abierto con el lema “con Evo vamos bien”; es mejor no llegar tarde cuando el pueblo sigue marchando a gran velocidad. Evo Morales, como pueblo que es, supo y sigue sabiendo marchar al ritmo de las esperanzas del pueblo, utilizando su mismo lenguaje, sin necesidad de descifrar nada, demostrando que su gran sintonía es absolutamente natural. Pero la responsabilidad histórica de Evo, después de este amplio respaldo, no sólo se circunscribe a Bolivia, sino que así, con esta victoria, se consolida como gran referente latinoamericano que debe seguir remando regionalmente a contracorriente de la hegemonía neoliberal.
* Doctor en Economía, director del Celag.
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