Mientras las calles de Montevideo comenzaban a tranquilizarse tras la euforia del martes, los ánimos de la delegación argentina variaban según el tema de conversación. Cuando hablaban de temas internacionales, o del éxito del canje, se permitían alguna sonrisa. Pero cuando se recordaba algunos temas domésticos, como la derrota peronista en Santiago del Estero, las caras adquirían un tono más sombrío. Uno de los causantes del malestar se encontraba bien cerca: el ex presidente Eduardo Duhalde, un habitué de la capital uruguaya. La molestia surgía, sobre todo, de las críticas públicas de Duhalde por la decisión de intervenir la provincia. “Lo que pasa es que él quería que siguieran gobernando los Juárez”, fue el reproche que le dedicaron desde el contingente argentino.
Consultados por este tema, en el entorno más próximo de Kirchner mostraban una posición definida ante la derrota de José “Pepe” Figueroa. El análisis que se percibía era que el fracaso del justicialismo “realmente existente” en la tierra de los Juárez probaba que Kirchner debía insistir con alternativas nuevas, como la de impulsar frentes que incluyan a sectores independientes o ajenos al PJ. Además, no se escuchaban críticas demoledoras hacia Lanusse, a quien le reconocían una imagen positiva superior al 60 por ciento.
Pero el descontento con el representante de las comisiones permanentes del Mercosur tenía también otras causas: entre la comitiva comentaban con una mezcla de asombro y cierto enfado unas declaraciones recientes de Duhalde en las que aseguraba que el éxito de la renegociación de la deuda externa era mérito de sí mismo (en el inicio del trámite), del ministro de Economía, Roberto Lavagna, y del presidente Néstor Kirchner. En la delegación, además, comentaban el poco entusiasmo que hubo en la Asamblea Legislativa cuando Kirchner anunció el fin del default.