EL MUNDO
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Se acabaron las vacaciones
› Por Michael Moore
Viernes 2 de septiembre.
Querido Sr. Bush:
¿Dónde están los helicópteros? Hace cinco días que llegó el huracán Katrina y todavía hay miles atrapados en Nueva Orleans, esperando ser rescatados. ¿Dónde habrán puesto los helicópteros militares? ¿Lo ayudo a encontrarlos? Una vez perdí mi auto en el estacionamiento de un shopping. ¡Lo que fue encontrarlo!
Ya que estamos, ¿tiene idea de por dónde andan los soldados de la Guardia Nacional? Ahora sí que serían útiles haciendo el tipo de cosas para las que se enrolaron, como ayudar en caso de desastre. ¿Cómo puede ser que no estuvieran?
Este jueves yo estaba en Florida sentado al aire libre cuando el ojo del huracán me pasó por encima. En ese momento era apenas un Categoría 1, pero igual bastante feo. Hubo once muertos y todavía hay casas que siguen sin electricidad. Esa noche el meteorólogo dijo que la tormenta iba en camino a Nueva Orleans. ¡El jueves! ¿Nadie le avisó? Ya sé que usted no quería cortar sus vacaciones y ya sé que no le gusta que le den malas noticias. Además, había que ir a las reuniones de recaudación de fondos electorales y había madres de soldados muertos que ignorar y calumniar.
Lo que más me gustó fue cómo, al día siguiente del huracán, en vez de volar a Louisiana, se fue a San Diego a una fiesta con sus amigos empresarios. No deje que nadie lo critique por eso, después de todo el huracán ya había terminado y usted qué iba a hacer, ¿parar el agua con la mano?
Tampoco les preste atención a los que en los próximos días revelen que usted le redujo al Cuerpo de Ingenieros el presupuesto específicamente dedicado a Nueva Orleans por tercer año consecutivo. Simplemente conteste que aun si usted no hubiera recortado los fondos para mantener los diques, el Cuerpo de Ingenieros no iba a mantenerlos porque estaba ocupado en una misión más importante, la construcción de la democracia en Irak.
Al tercer día, cuando finalmente dejó su casa de veraneo, usted hizo algo conmovedor al ordenar al piloto del avión presidencial que volara por debajo de las nubes a echarle una mirada al desastre. Yo sé que no daba para que parara en la ciudad, se consiguiera un altoparlante, se parara en una pila de escombros y actuara como el comandante en jefe. Son cosas que pasan.
Va a haber quien quiera politizar esta tragedia para usarla en su contra. Que su gente siga denunciándolos. No les conteste. Ni a esos científicos fastidiosos que predijeron que esto iba a pasar porque las aguas del Golfo de México cada vez se calientan más, haciendo que este tipo de tormenta sea inevitable. Ni la hora a sus jeremíadas de recalentamiento global. No hay nada de nuevo en un huracán tan ancho como un tornado de Fuerza 4 que fuera de Nueva York a Cleveland.
No, señor Bush, usted mantenga el camino. No es su culpa que el 30 por ciento de Nueva Orleans sea pobre o que decenas de miles no tengan en qué salir de la ciudad. ¡Son negros! Quiero decir, no es como si fuera Kennebunkport. ¿Se imagina dejar a blancos cinco días subidos a un techo? No me haga reír. La raza no tiene nada, nada que ver en esto.
Siga firme, Sr. Bush. Nada más encuentre algún helicóptero militar y mándelo. Haga como que Nueva Orleans y el Golfo están cerca de Tikrit.
Atentamente,
Michael Moore.
PD: Esa madre tan molesta, Cindy Sheehan, ya no está en su rancho. Junto a otros parientes de muertos en Irak está recorriendo el país, hablando envarias ciudades. Tal vez pueda verla cuando llegue a Washington el 21 de septiembre.
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