Martes, 22 de mayo de 2007 | Hoy
Fatah al Islam nació en noviembre como una escisión de Fatah-Intifada, a su vez desmembrada de la matriz original. Son unos escasos centenares de guerrilleros, pero no es sencillo derrotarlos sin un costo en vidas muy elevado. Este movimiento, fiel a las señas de identidad de Al Qaida, ha hallado una buena guarida en los campos de refugiados palestinos. Son doce en todo el país y acogen a 400 mil personas. Pero más relevante es que son zonas vedadas al débil ejército libanés. Un pacto de 1969 entre países árabes fijó el régimen de estos campos, que no pisan los militares. Son barrios urbanos empobrecidos, insalubres, sin infraestructuras, plagados de charcos negros cuando llueve y polvorientos e irrespirables casi siempre. La población de varios de ellos, como el de Chatila (Beirut), soporta unas condiciones de vida peores que las que se observan en Gaza. Es el caldo de cultivo para que una milicia se haga fuerte.
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