Mié 23.10.2002

EL PAíS  › UNA ENCUESTA MUESTRA QUE LA
MAYORIA DE LOS PORTEÑOS APRUEBA SU ACTIVIDAD

La batalla que ganaron los cartoneros

Para el 90 por ciento de los porteños hay que dejar trabajar a los cartoneros, porque es su única salida en la crisis. Una encuesta de Hugo Haime y Asociados muestra que los sentimientos que priman son solidaridad y pena hacia quienes revuelven la basura. Es ínfima la cifra de quienes los rechazan.

› Por Raúl Kollmann

Dos de cada tres porteños manifiestan un sentimiento de solidaridad hacia los cartoneros y apenas una ínfima minoría rechaza –básicamente por temor– a los hombres, mujeres y niños que todos los atardeceres recorren la Capital revisando la basura. Nada menos que el 90 por ciento de los habitantes de la ciudad dice que hay que dejarlos trabajar, poniendo cuidado en mejorar las condiciones para que no haya suciedad o se creen otros problemas. Lo que se percibe detrás de los números y los porcentajes es la idea de que los cartoneros hacen un gran esfuerzo y que en estos momentos de crisis se debe dar una mano porque la situación es dramática.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por la conocida consultora Hugo Haime y Asociados. En total se entrevistó, en sus domicilios, a 500 personas de la Capital Federal, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social. La encuesta se terminó de procesar el lunes.
“Yo diría que el sentimiento básico es de solidaridad y pena –señala Hugo Haime–. Es que para buena parte de los ciudadanos los cartoneros son una evidencia de que se les vino la pobreza encima, que está cerca. De golpe, se percibe una Argentina real, con pobreza en serio, algo que no se veía antes para nada en la Capital Federal. A esto hay que agregarle que el ciudadano indudablemente piensa ‘esto me puede pasar a mí y en ese caso no me gustaría nada que me rechacen’. Al mismo tiempo está el elemento de que no hay sospechas: no se piensa en que hay una piolada detrás, que están haciendo dinero aprovechándose de algo o haciendo trampa. En verdad, ven mucho sacrificio y eso deriva en la solidaridad y la pena.”
Para Haime, el otro elemento clave que aparece en la gente es que “perciben que es un trabajo y que si no hacen ese trabajo puede haber una gran desesperación y, por supuesto, el aumento del delito. Esto podría resumirse así: hay un enorme esfuerzo de los cartoneros, en el que no sólo participa el jefe de la familia, sino también la mujer y los chicos. Se los ve entrada la noche, con bebés en carritos o colgados en la espalda de la madre. De ahí viene el sentimiento que yo llamaría ambivalente. Por un lado, el encuestado nos dijo que la situación le da pena y ganas de ayudarles, darles una mano para aliviar el esfuerzo. Por el otro lado, sin dudas se percibe el peligro de que, si se les corta ese trabajo, muchos no van a tener otra alternativa que el robo. Al encuestado le cuesta decir esto último, pero hemos hecho varios estudios con grupos de reflexión en los que esa idea aflora”.
“Es cierto que se trata de un fenómeno reciente –insiste Haime–. No sé qué pasará con el correr del tiempo. Me parece que puede haber un desgaste si la labor de los cartoneros se extiende, por ejemplo, por tres o cuatro años. Yo percibo que la gente reacciona con solidaridad a una situación dramática, aguda, y que además piensa que también le puede tocar. Por ahora, no se percibe que sea una avivada, la típica movida de aprovecharse de una situación, sino que se ve como un esfuerzo casi heroico. De aquí a un tiempo habrá que volver a testear si esos sentimientos se mantienen.”
La solidaridad con los cartoneros se divide de la siguiente manera:
- Es notoriamente más grande entre las mujeres que entre los hombres.
- Hay sentimientos de solidaridad más arraigados entre los jóvenes de 18 a 29 años que en la gente que tiene más de esa edad.
- Curiosamente, la clase media y los sectores de más recursos económicos son los que aceptan con mayor solidaridad a los cartoneros. En cambio, en los sectores desfavorecidos hay más desconfianza.
Respecto de la campaña de separación de residuos, por ahora se percibe más como protagonizada por los supermercados que por el gobierno porteño. El ciudadano común lo ve en los avisos de televisión, pero también en las puertas de los supermercados donde se reparten afiches. Igualmente se ve respaldo en el Suterh, el sindicato de los encargados de edificios y en cambio se percibe que no se está poniendo mucho énfasis en la educación, en las escuelas.
“Para muchos, la campaña de separación de residuos es una forma no sólo de ayudar, sino también de controlar la actividad de los cartoneros –explica Haime–. Hay que partir del hecho de que el 61 por ciento dice que hay que dejar a los cartoneros hacer su tarea pero con medidas para que no generen problemas. Obviamente se refieren a suciedad, problemas de salud pública, de tránsito, de afear la ciudad o un aumento de la inseguridad. Por lo tanto, la campaña de poner lo reciclable en una bolsa aparte es percibido como una movida que puede darle más consistencia a organizar la actividad de los cartoneros.”
Para Haime, “con esta campaña suele suceder lo que pasa con otras campañas: la gente dice que está muy bien que se haga, pero no se muestra muy confiada en que se cumpla. En primer lugar, porque las dudas sobre el cumplimiento empiezan por el propio encuestado. El mismo no sabe si va a cumplir o no. Por eso hay tanta diferencia entre el 90 por ciento de apoyo a la campaña y el 54 por ciento que cree que la gente va a colaborar para que la separación de los residuos se haga”.
Con estos datos a la vista, parece evidente que cualquier política de gobernantes y candidatos respecto de los cartoneros debe partir de mejorar sus condiciones de trabajo, darles una mano, tratar el tema con sensibilidad y espíritu solidario. La estrategia del rechazo parece no tener espacio entre los habitantes de esta ciudad.

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