Jueves, 7 de mayo de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Los cierres de listas son tumultuosos, máxime cuando flaquean las estructuras partidarias y priman las personalidades. Quienes tienen la lapicera imponen su mayor gravitación, los contingentes aliados bufan y se apañan lo mejor que pueden. Ayer se vio un ejemplo: Elisa Carrió le marcó el paso a Julio Cobos en la provincia de Buenos Aires, los operadores del vicepresidente institucionalista que revista en la oposición decidieron cortar amarras (ver nota central). A esta altura, las rupturas son enojosas para quienes se van, no suele haber jugadas alternativas redituables. Son una medida extrema. “No nos quedó otra”, sintetizan en torno de Cobos mientras urden listas colectoras que dudosamente alteren las tendencias generales pero acaso conserven preeminencias locales, amén de conservar la autoestima y dejar constancia de las diferencias ya que se contará para qué.
El altruismo republicano flamea en el discurso de los lemas de la oposición de centroderecha, panperonista o panradical. Pero cuando hay porotos en cuestión cobran cuerpo las vanidades, las identidades, los proyectos futuros, las internas actuales y las que se imaginan para las presidenciales. Carrió y Cobos dirimen, en hosco silencio, el eventual liderazgo del radicalismo y zonas de influencia, de cara al 2011. La dirigencia boina blanca prefiere al mendocino que, aunque es un recién llegado a la UCR, les suena más confiable y orgánico que Lilita. Pero ésta ha mostrado más garra en la campaña y se ha puesto firme en los distritos en los que sus allegados encabezan las boletas: Capital y Buenos Aires. Carrió fue amigable con el radicalismo en los dos distritos. Ricardo Gil Lavedra tiene un sitial alto, casi una banca garantizada, en la Ciudad Autónoma. Ricardo Alfonsín llegó al segundo lugar en “la provincia”, con el impulso ulterior al fallecimiento de su padre. Ese clima determinó que cesara la fascinación por Mario Llambías.
Los radicales hacen sus cuentas, no les dan mal. Un ex joven coordinador. que ya pasó la madurez pero no pierde las mañas, computa: “Tendremos varios diputados del palo, hasta con Margarita (Stolbizer) se podrá volver a conversar”. Si la cosecha es buena pero las listas definidas por Carrió salen segunda entre los porteños y tercera en Buenos Aires, habrá masa crítica en Diputados y argumentos para recriminar a la aliada el día después. El “radicalismo-radical” puede triunfar en varios distritos (Mendoza, Catamarca, acaso Corrientes) y disputar con dignas perspectivas otros como Córdoba y Río Negro. Así indican las encuestas, hoy día. Todos dicen desconfiar de ellas, pero los comportamientos son sobredeterminados por los numeritos.
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Los cálculos de un filántropo. En las operaciones prima el interés, salpimentado con buenas dosis de picardía o mala fe, pero en el discurso flamea el altruismo. Francisco de Narváez, el millonario que pone tanta plata porque viene a ayudar, es un ejemplo resonante. Y re-contante, más vale. También es un caso patente del peso de los sondeos en las tácticas electorales. Las encuestas dirimieron su interna con Felipe Solá y priman en su campaña unipersonal, dejando de costado “la fórmula” que le dio un dulce a “Felipe”. Habrá algunos spots de la feliz pareja, pero no dan la media de la campaña. La centralidad del Colorado será la norma, suyo (se solazan en su derredor) será el rédito del resultado final. En el camino, Solá y Mauricio Macri pueden meter alguna cuchara, como cuando vetaron la incorporación de Aldo Rico a su “espacio”. Más pendientes del votante porteño y de su imaginario no peronista (por decir lo menos), los socios pueden interferir en algunas operaciones. Pero el escenario parece prefigurado a futuro: De Narváez apunta a cortarse solo, capitalizando para sí los votos bonaerenses. Las encuestas vaticinan que las dos listas justicialistas acumularán muchos, que el conjunto panperonista rondará el 60 por ciento de los votos. Se repetiría (casas más, casas menos) lo acumulado en 2003 (cuando compitieron con neolemas Menem, Kirchner, Rodríguez Saá), 2005 (Cristina Fernández contra Chiche Duhalde) y 2007 (Scioli versus el propio De Narváez). Amén de las encuestas, el olfato de justicialistas de todo pelaje husmea ese escenario. Las diferencias estriban en las prospectivas acerca de cómo se dividirá ese paquete en los idus de junio
A esta altura del trámite, la secesión es más costosa que quedarse rezongando. Todo indica que ése será el karma de Solá, mientras De Narváez ya explicita que no reporta a ningún presidenciable (ni Macri ni Felipe) y que su objetivo es conseguir una silla en el plenario de dómines territoriales que el peronismo avizora para principios de julio.
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Dar testimonio. La candidatura “testimonial” de Scioli no empujó hacia arriba la intención de voto a Néstor Kirchner. Difícil condicionar la decisión de los ciudadanos con un candidato tan fuerte y determinante. Pero el objetivo del gobernador y el ex presidente no era tanto conseguir esa proeza cuanto predicar con el ejemplo, induciendo a los intendentes cuyas presencias “testimoniales” sí podrían incidir en los resultados, que incluirá un cómputo preciso de las respectivas costillas. En jerga, “si Scioli juega” es muy peliagudo para los intendentes rechazar el envite de Kirchner, máxime cuando éste ejercita un pressing cotidiano relevando cuántos ponen el cuerpo. Si el gobernador hurtaba el suyo, los distraídos serían más. El resultado inmediato de la movida se conocerá recién en la medianoche del cierre, en Olivos descuentan que habrá asistencia masiva.
La convocatoria a los intendentes debe tener contrapartida, eso restringe los espacios en la lista de diputados nacionales para otros aliados, provenientes de movimientos sociales o de transversales. Luis D’Elía brega para que Kirchner dé la venia a la apertura de colectoras piqueteras, tratando de preservar presencia en los cargos provinciales. Hasta ahora, el ex presidente no dio el visto bueno. Mandarse solo en un territorio gigantesco es arriesgado y costoso en términos económicos, son disuasivos enormes.
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Las tías. Si la elección nacional en Buenos Aires es “la madre de todas las batallas”, las internas que la preludian habrán de ser sus tías. Vistas en conjunto, no difieren mucho. En ninguna florecen las propuestas ni los modos institucionales de resolución, llámense internas o “mesas” donde articulan los aliados. Como ya se comentó, hay una primacía del que tiene la lapicera, por cierto matizada por el peso relativo de los demás. Estos enfundan sus bolígrafos en la coyuntura, hasta mejor ocasión. Por ejemplo, para pasar facturas el día de mañana si los votos (los únicos números que realmente valen) no se corresponden con las ilusiones previas.
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