EL PAíS › LOS CLIENTES RECLAMARON INFORMACIóN EN LA PUERTA DE LA SUCURSAL

Lamentos e incertidumbre

Apenas circuló la noticia, los clientes se agolparon frente al banco y cortaron el tránsito en Cabildo. Luego hicieron fila para ingresar, de a cinco, para saber si su caja de seguridad había sido violentada.

“Ya me agarró el corralito y ahora esto”, se quejaba Olinda, de 84 años, mientras hacía la fila para entrar en la sucursal del Banco Provincia y saber si su caja de seguridad había sido afectada por el robo. En su misma situación, centenares de clientes se agolparon preocupados frente a la sucursal del barrio de Belgrano cuando se enteraron del robo a las cajas de seguridad que, se supo luego, eran 134. Ante al atraco, los clientes fueron a exigir respuestas. “Acá falló el contrato de seguridad”, se quejaban entre los nervios y la ansiedad por saber si era su cofre el que había sido violentado. En medio de la incertidumbre, cortaron la avenida Cabildo, frente a la sede bancaria, y hubo incidentes con automovilistas que intentaban pasar por el lugar. Dinero, joyas y documentación son algunos de los objetos que la mayoría de los clientes, según contaron, protegían dentro de las cajas. Algunos, hasta ayer.

Poco después del mediodía, numerosos clientes llegaron hasta la sucursal de Cabildo y Echeverría para exigir saber si el contenido de sus cofres había sido robado o no. Una de las personas que se acercaron fue la vedette Silvia Süller, que es titular de una caja de seguridad junto con su hermano Guido. “Ojalá que no haya pasado nada, por favor”, dijo. Contó que allí guardaba “alhajas, que son recuerdos personales”, y reveló que conocía esa sucursal, además, porque había trabajado allí como cajera. Con el paso de las horas llegaron más clientes en busca de respuestas.

Por la tarde, las caras de preocupación se multiplicaban en la fila que se había formado sobre la calle Echeverría, a la vuelta del banco. A mitad de cuadra, un cartel anunciaba qué sectores de las cajas de seguridad habían sido afectados y cuáles no. Los clientes trocaron la furia por una ordenada fila para ingresar en la sucursal, de a cinco por vez, para saber si estaban ente los afectados y, en ese caso, dejar constancia del saqueo de su cofre. Algunos, convenientemente asesorados, concurrían acompañados por un escribano o un abogado, con quienes intentaban ingresar en el banco.

“Todos somos víctimas”, se escuchaba entre los grupos que compartían la espera. “Hace dos años tengo la caja. Había cosas familiares y todas las escrituras de mi familia. Seguro que me afectó”, vaticinó, pesimista, una mujer que tenía los ojos húmedos por la angustia. Detrás de ella, esperaba una pareja, con su hijo en brazos, que desde hace un año tiene un cofre en la sucursal. “Tengo el anillo de mi abuela, que va de generación en generación. También hay regalos del bautismo del bebé que nunca llegó a usar”, contó la mujer.

La mayoría de los clientes se enteró del robo por los noticieros. “Tenía cosas de la familia y es lo que más me afecta. Si saben qué cajas fueron robadas, deberían haber llamado. Tienen todos mis números y hasta el celular”, se quejó Paola.

A pesar de que sus cajas no estaban en los sectores afectados, muchos clientes hicieron igual la fila para ingresar en el banco. Algunos tenían desconfianza por el destino del contenido de los cofres, dada la cantidad de gente que circulaba por el sector: desde personal de banco hasta policías e investigadores. “Hasta que no pueda ver la caja no me voy.”

Pasadas las 19, un empleado del banco salió a la puerta de Echeverría. Con planilla en mano, informó qué sectores habían sido violentados. En ese instante, hubo rostros que cobraban alivio, hasta alegría, mientras que otros caían en una profunda desazón. “Es una satisfacción no estar afectada”, dijo una mujer que apenas supo la noticia llamó por celular a su marido y repitió varias veces la frase “todo bien, dicen que está todo bien”. De fondo, madre e hija suspiraban con el resultado favorable: “Nuestra caja no está afectada”. Tendrán que esperar unos días para ver con sus ojos que todo está en orden: la prioridad la tienen los afectados.

Entre las sonrisas y festejos de unos se veía la preocupación de los otros, que ingresaban hasta el subsuelo, donde está el área de cajas de seguridad, para dar cuenta del robo. Luego salían rápido, angustiados, esquivando preguntas, sin ganas de hacer comentarios.

“Ya me agarró el corralito y ahora esto. Tengo dinero mío y de mi hermano. Yo me puedo reponer, pero mi hermano, en cambio, no puede vivir con su jubilación”, dijo Olinda. Una hora después se enteró de que su caja estaba bien. Similar fue la situación de un matrimonio que esperaba angustiado en la fila. “Los billetes no los recuperás más”, se quejaban hasta que pudieron respirar tranquilos cuando comprobaron que su cofre estaba intacto.

Informe: Soledad Arréguez Manozzo.

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Los clientes se agolparon desde temprano en las puertas de la sucursal.
 
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