EL PAíS
“Cuando llega la calentura hay que cuidarse mucho”
Casi 500 chicos participaron de un encuentro, organizado por el Ministerio de Educación, para que cuenten lo que les preocupa. Embarazos, pobreza, alcohol y la guerra llenaron las charlas.
Elyna tiene 17 años y vive en un pueblito del Chaco llamado Hermoso Campo. En su localidad, muchos chicos abandonan la escuela porque viven a decenas de kilómetros y no tienen plata para viajar, o porque a pesar de su corta edad las adolescentes quedan embarazadas. A miles de kilómetros de allí, en el pequeño pueblo de Santa Cruz donde vive Emanuel, son cada vez más los chicos que se vuelcan al alcoholismo y hasta llegan al suicidio. Aunque sus problemas son diferentes, Elyna y Emanuel participaron del Primer Encuentro de Jóvenes en la Escuela que, organizado por el Ministerio de Educación, reunió en Córdoba a 480 chicos que, al igual que ellos, ayudan a dar respuesta desde los Centros de Actividades Juveniles (CAJ) a las necesidades de su comunidad.
Pero como Elyna y Emanuel hay miles. Los Centros Juveniles, que hace dos años comenzaron su trabajo en Córdoba y Santa Cruz, ya se han extendido a más de 130 localidades de siete provincias y todo gracias a la participación y el compromiso de aquellos que son el motor del programa: los adolescentes. Jóvenes que crearon en sus escuelas, espacios desde donde poder aprender mucho más que a leer y escribir. Desde donde impedir que desaparezcan valores como la solidaridad, el respeto al diferente o la confianza en sí mismo. Y justamente, el objetivo principal del encuentro nacional fue poner en común cada una de esas experiencias a través de la palabra de los propios chicos.
“En nuestro CAJ hacemos tutorías para que los chicos vuelvan a la escuela. El año pasado logramos que ocho chicos de nuestro pueblo comenzaran nuevamente a estudiar.” Así explica Elyna la solución que encontraron en su colegio para disminuir la deserción escolar, uno de los problemas más frecuentes entre los estudiantes de todo el país. En el CAJ de la escuela de Emanuel, en Las Heras, el problema de alcoholismo de los jóvenes del pueblo los obligó a crear un espacio desde donde ayudarlos. “Nosotros realizamos actividades recreativas nocturnas, de 8 de la noche a 2 de la mañana. Hasta que los chicos entran a los boliches, en lugar de estar tirados tomando vino en la esquina, vienen a la escuela a jugar al vóley o a lo que sea. La cuestión es entretenernos”, explica el santacruceño, orgulloso de saber que ya se observan buenos resultados.
El encuentro
Embalse Río Tercero amaneció frío y lluvioso. Pero a pesar del clima y de que muchos de los chicos habían viajado hasta 50 horas para llegar hasta allí, sus sonrisas reflejaban las ganas de poner manos a la obra. Todos sabían que serían tres días de plena actividad y eso los entusiasmaba. Apenas pisaron suelo cordobés, los coordinadores armaron los grupos para empezar a trabajar. Agrupados por edades pero mezclados por localidad, dentro de cada uno de los 24 grupos, 18 chicos y chicas comenzaban a intercambiar las primeras palabras para conocerse. Muchos de ellos, jamás habían caminado por otras calles que las de su pueblo; otros, los de las ciudades más grandes, ni siquiera sabían que en algún remoto rincón del país un chico de su misma edad también intentaba que su compañero de banco no abandonara la escuela.
La retención escolar y la participación juvenil fueron los ejes del encuentro. Los propios chicos eligieron profundizar esas problemáticas por ser las más recurrentes en los CAJ de sus colegios, así estén en La Quiaca, Los Antiguos o Mendoza capital. Y fue también a partir de sus propias experiencias que los talleres de capacitación trataron temas como apoyo escolar, sexualidad, microemprendimientos o actividades deportivas. Cada uno de los chicos que, elegidos por sus propios compañeros, viajaron a Córdoba volverían a su pueblo con mayores herramientas para compartir en su CAJ.
El riesgo de abandonar
Uno de los talleres trabajó entre los chicos el tema de la escolaridad en riesgo. Cuando buscaron en grupo las razones del problema, la crisis económica fue la primera que surgió desde cada una de las experiencias. “Un compañero no pudo ir más a la escuela porque para llegar tenía que caminar muchos kilómetros y se le rompió su único par de zapatillas”, dijo preocupado un chaqueño de Taco Pozo. “Algunos tuvieron que salir a trabajar para mantener a su familia y ya no tienen tiempo para ir al colegio”, explicó otro que llegó de Villa Carlos Paz.
Discriminación, embarazo y desmotivación también aparecieron, enseguida, como otros de los tantos motivos que provocan el abandono de la escuela. Y según los chicos: a problemas concretos, soluciones concretas. Si una alumna queda embarazada y deja de ir a clase, “podemos ayudarla con las materias si tiene que faltar a clase” o “nos turnamos entre las chicas para cuidar el bebé cuando ella va a la escuela”. Si el tema es económico, festivales y colectas sirven para juntar el dinero del abono del colectivo o para comprar un par de zapatillas nuevas.
De eso siempre se habla
La vergüenza fue desapareciendo de a poquito y unos minutos después todos hablaban del tema que los convocó a este taller: sexualidad. Una palabra que en algunas escuelas ni se nombra. Y fue sobre esa ausencia que la profesora puso su atención. “Todos los colegios hacen educación sexual. Mientras se habla o mientras se calla. Cuando aceptan que una compañera curse con su bebé o cuando expulsan a una niña embarazada.” Y fue justamente entre embarazos y desembarazos que empezó el debate. “En mi escuela la aceptarían, no dejarían que aborte”, dijo una pequeña cordobesa de 13 años que cursa en un colegio católico. “¡Cómo no la van a dejar que siga estudiando!”, dijo otra enojada y explicó “no hay que discriminar a nadie. Ser madre no tiene nada de malo”. “Cuando llega la calentura hay que ser más pícaro y cuidarse”, agregó otro sin ponerse colorado.
Tanto la sexualidad responsable como la prevención de adicciones forman parte del nuevo programa de promoción de la salud que también se está incluyendo en el trabajo de los CAJ. En Córdoba y Santa Cruz ya comenzaron a capacitar a los coordinadores de sus Centros, para prevenir otros de los tantos problemas de los jóvenes del país.
Noche de paz
La última noche terminó tarde, ya de madrugada. En el salón más grande del complejo, los 480 chicos, sus profesores y los organizadores decidieron repudiar la invasión de Estados Unidos a Irak. Cada grupo daría a todo el resto su mensaje de paz. La forma no era lo más importante: representaciones teatrales, canciones, poemas y muestras artísticas pasaron por un escenario imaginario hasta las 2 de la mañana. “Si el mundo no acaba con la guerra, ella acabará con el mundo”, reclamaba un cartel pintado por pequeñas manos de algún rincón del país. “Es un monstruo grande y pisa fuerte”, gritaron otros más chiquitos, quizá sin saber que León Gieco escribió esa letra para oponerse a otra guerra, cuando ellos aún no habían nacido. Pero lo que todos parecían tener claro es que las bombas –que aunque así las llamen, no son inteligentes– destruyen la vida de niños, que al igual que ellos, tienen derecho a vivir en un mundo mejor.
La diferencia más igual
El encuentro reunió a niños de 12, adolescentes de 16 y jóvenes de 25 que siguen intentando terminar el secundario. Jujeños de la Puna con su piel curtida por el sol. Santacruceños con narices acostumbradas al frío. Rubios caminando sobre el aire de sus zapatillas Nike, de Mendoza oTucumán. Todos integrantes del Centro de Actividades de su escuela. Todos dispuestos a intercambiar experiencias para seguir creciendo. Todos compañeros. Diferente procedencia, mismo destino.
La primera noche los chicos plantearon a sus profesores la necesidad de hacer alguna actividad que les permita saber más de cada pueblo presente en el encuentro. Fue un paseo imaginario por lugares desconocidos, fiestas religiosas, tradiciones, lenguajes, danzas, leyendas y problemáticas. Conocer más al otro les permitió conocerse más a sí mismos. “Cuando vuelva, las ideas de los otros chicos me van a servir para fortalecer mi propio CAJ. Pero para lo que más me sirvió el encuentro fue para levantarme el ánimo. Ahora sé que muchos más en todo el país están trabajando por lo mismo que yo”, dijo Franco a no más de un metro y medio del suelo.
Informe: Martina Noailles.