EL PAíS › EN JUNíN, LA MARCHA POR EL CRIMEN DE UNA CHICA DESATó LA REPRESIóN A LOS TIROS, EL INCENDIO DE LA COMISARíA Y LA INTENDENCIA
La muerte de Karen Campos durante un asalto provocó dos marchas vecinales. En la última, anoche, incendiaron el frente de la comisaría, la intendencia y otros edificios públicos. Hubo heridos. Los incidentes continuaban al cierre de esta edición.
› Por Horacio Cecchi
La muerte de una adolescente durante un asalto al kiosco en el que trabajaba, en la ciudad de Junín el sábado por la noche, derivó en el reclamo de vecinos frente a la comisaría segunda, primero durante la madrugada del domingo, y en una segunda marcha, durante la noche. El segundo reclamo, más airado, inició alrededor de las siete y media de la tarde. Grupos de jóvenes apedrearon a los uniformados de Infantería, que retrocedieron hasta ocultarse dentro de la seccional y lograron arrojar bombas molotov dentro de la comisaría iniciando focos de incendio, mientras los efectivos de la Bonaerense disparaban con supuestas balas de goma y gases a cualquier bulto que se moviera, incluyendo vecinos o periodistas. El intendente, Mario Meoni, único representante del desaparecido cobismo bonaerense, se mostró desbordado al declarar a los medios que “uno no encuentra cómo resolver esta situación, cómo encontrar respuesta para los vecinos”, y siguiendo la estrategia del tero, apuntó hacia afuera, responsabilizando al gobierno nacional por la inseguridad de la ciudad. La ministra de Seguridad nacional, Nilda Garré, respondió que “llama la atención la irresponsabilidad del intendente de Junín, que intenta manipular los incidentes ocurridos en su localidad” y agregó que “Gendarmería no puede ser la Policía Bonaerense dos” (ver aparte). A última hora de anoche, los grupos más airados avanzaron sobre la Intendencia, ahora sin tortuga de por medio, y se dedicaron, literalmente, a arrojarla por la ventana.
Alrededor de las siete y media de la tarde de ayer, los vecinos comenzaron a reunirse en la esquina de la seccional, ubicada en Dorrego y Siria, a unos 80 metros del maxikiosco Carlitos, donde la adolescente Karen Campos, de 17 años, había muerto baleada la noche anterior, luego de intentar resistir el asalto con una picana que le había entregado el dueño del local, también policía de la Bonaerense.
Curiosamente, el escenario del Barrio Belgrano, más conocido como Villa Belgrano, recostado sobre los viejos talleres del ferrocarril y la vía, durante sus primeros loteos en 1890 se llamaba Tierra del Fuego. Aquel nombre ayer parecía regurgitado por la actualidad. La comisaría, después de la noche del sábado, cuando los vecinos quemaron un patrullero y cinco vehículos particulares, entre ellos una moto, ya aparecía rodeada de vallas y una tortuga, la clásica formación defensiva de la Infantería. Pero ni las vallas ni la tortuga lograron otra cosa que caldear los ánimos.
En realidad, por más que políticamente se intentara escenografiar los motivos de los incidentes, el reclamo de los vecinos había desbordado con la muerte de Karen Campos, pero ya tenía una caldera de fondo: en el último año, habían ocurrido otros diez crímenes, tres de ellos en los dos meses y días que corrieron de 2013. Los familiares de varias de aquellas víctimas hicieron causa común en la segunda marcha de ayer. Se podía ver en los carteles y pancartas que transportaban los manifestantes. En uno de ellos se podía leer “justicia para Octavio”, Octavio Ponce, un adolescente de 19 años, muerto el 5 de mayo del año pasado. No todos fueron víctimas durante asaltos. Diego Villegas, por ejemplo, murió durante una pelea tras una discusión no relacionada con un robo. Una tía de Villegas fue una de las primeras manifestantes en llegar ayer a la esquina de Dorrego y Siria.
Los vecinos habían convocado a la segunda marcha para las siete de la tarde de ayer. Horas antes, en la primera manifestación, las balas de goma de la tortuga Bonaerense habían disuadido a los vecinos y finalmente la situación se había calmado a las 3 de la madrugada. Pero la segunda convocatoria iba por más. Pese a los pedidos de que se realizara una marcha pacífica, alrededor de las 20 ya se habían prendido fuego los primeros neumáticos y con ellos, los ánimos juveniles. La resolución de conflicto en manos policiales, cuando la estructura policial es autónoma, responde a una sola lógica, la de echar mano a las herramientas disponibles. Así como la joven Karen Campos había sido inducida a defender la caja con una picana por acumulación de consignas de seguridad, así los de la tortuga echaron mano a sus Itakas para responder piedras con balas de goma, aunque en estos casos esa condición de dureza deba corroborarse con más pruebas que la propia versión policial. La pedrea fue tan intensa que, alrededor de las nueve de la noche, la tortuga comenzó a retroceder a los tiros, y ocultarse dentro de la propia comisaría, mientras jóvenes avanzaban lanzando piedras contra el edificio, levantando las vallas y arrojándolas contra las ventanas. No hubo que esperar mucho para que a las piedras se agregaran las bombas molotov. Varias de ellas lograron hacer blanco en el interior de la comisaría, desatando focos de incendio. Mientras, desde adentro se escuchaban los escopetazos, y en forma consecutiva, los relampagueos de los disparos desde las ventanas. Varias personas resultaron heridas, algunas por las piedras, otras por las balas y gases. Entre ellas, la movilera Dominique Metzger, de TN, fue herida en la cabeza y debió ser trasladada al hospital zonal.
Lo que ocurrió después fue metáfora de la desorientación del gobierno de Meoni y de la escasa capacidad de reflejos (que no sea el del dedo en el gatillo) de parte de la tortuga Bonaerense: todos los policías se encontraban parapetados dentro de la comisaría. Los manifestantes más caldeados fluyeron como agua sin dique sobre la Municipalidad y la tomaron sin otra custodia que no fuera un par de llaves inútiles en ocasiones como éstas. Y se dedicaron literalmente a arrojarla por la ventana. Así, desde la calle se podía ver llover muebles y biblioratos. Al cierre de esta nota atacaban el frente de los Tribunales, el Banco Provincia, patrulleros y cuanto edificio representativo del gobierno se encontrara a su paso.
Alrededor de las 22.30, el grueso de los manifestantes, que sólo había marchado golpeando sus palmas, se retiró hacia una plaza mientras que pequeños grupos se mantenían como brasas encendidas con combustión imprevisible. A esa hora, los enfrentamientos se habían trasladado a la plaza central, mientras la fuente policial ya había desparramado la supuesta solución al conflicto: la detención del autor del crimen. Igual que la composición física de las balas. Habrá que corroborar si se trata de certeza o del primero que encontraron.
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